Salma Hayek: Me dijeron que habría sido la estrella más grande de Hollywood de no ser mexicana

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MILAN, ITALY - FEBRUARY 20: Francois-Henri Pinault and Salma Hayek Pinault arrive at the Gucci show during Milan Fashion Week Autumn/Winter 2019/20 on February 20, 2019 in Milan, Italy. (Photo by Vittorio Zunino Celotto/Getty Images for Gucci)

Casada con el actual dueño de Gucci, la actriz forma parte del reparto de ‘La casa Gucci’, la cinta de Ridley Scott.

Estar casada con el actual dueño de Gucci y encarnar en la gran pantalla a una mujer vinculada con el asesinato del nieto del fundador de la firma italiana es para Salma Hayek (Coatzacoalcos, 55 años) «raro y un poco incestuoso». Así lo define durante un encuentro a través de Zoom que tuvo lugar el día después de la premiere en Londres de La casa Gucci, el filme de Ridley Scott que narra los conflictos familiares de la saga italiana y el asesinato de Maurizio Gucci por encargo de su exmujer, una excéntrica Patrizia Reggiani interpretada por Lady Gaga.

La nominada al Oscar está casada desde 2009 con el empresario francés François-Henri Pinault, director ejecutivo del grupo Kering, que controla marcas como Alexander McQueen, Yves Saint Laurent y la propia Gucci. «No es la misma familia, pero casi. Es como una reencarnación», apostilla para explicar su relación con el clan fundador de la casa de moda, que perdió el control de la marca en los noventa. Aunque la propia Salma Hayek es la «señora Gucci» de nuestro tiempo, en la cinta asume un rol de reparto. Da vida a Pina Auriemma, una socialité y vidente que se convierte en mano derecha de Reggiani. Como buena mexicana, a Hayek no le asusta lo esotérico: «Para la película aprendí a echar las cartas y todo, pero ya se me olvidó».

¿Cree en las videntes?

Creo que es posible ver el futuro, pero también hay mucho charlatán. En una ocasión, durante un rodaje, trajeron a una mujer para que me leyera el futuro. Todo lo que me dijo se cumplió y me quedé muy sorprendida. Incluso una persona muy querida sufrió un accidente como me había dicho.

¿Comentó en casa la oportunidad de participar en La casa Gucci antes de aceptar?

Giannina Facio [esposa del director Ridley Scott y productora del filme] es amiga mía desde hace mucho tiempo y llevaba como 20 años intentando hacer la película. Cuando empecé a salir con François me decía: «Por favor, si rompes con él que no te odie porque no quiero que se vaya a interponer y no me vaya a dejar hacerla». En nuestra boda seguía pidiéndome que cuidara mi matrimonio y yo le decía: «¡Pero claro, hombre, es mi marido, es el padre de mi hija!». Es todo muy irónico.

Tuvo que ganar peso para interpretar a Pina. ¿Ha sentido presión por recuperar su figura?

Ha sido dificilísimo, no lo volvería a hacer. Con todo lo que me ha costado bajar los kilos, que todavía no los he perdido todos, me quedé pensando: bueno y, ¿por qué no hice como Jared Leto y me puse cachetes y una nariz…? Disfruté mucho comiendo pastita mientras los ganaba, pero, ¡qué difícil es quitártelos después de los 50!

¿Se le exige más físicamente a una actriz a medida que cumple años?

Con la edad tengo menos presión de estar perfecta. Porque dices, «confórmense, ya estoy en mis 50». Lo que sí es cierto es que hay que trabajar más para estar imperfecta (ríe). Pero como verás tampoco me mato, soy bastante relajada.

Ha dicho que cuando empezó en Hollywood la carrera de una actriz se daba por amortizada a los 30. ¿Está consiguiendo ahora papeles más interesantes que cuando era joven?

Sí, pero gracias a todo el trabajo que hice y todo lo que sufrí. Al principio era imposible para los actores hispanos hacerse hueco en Hollywood. Ahorita ese mundo ha cambiado, es más abierto, y tengo la recompensa por las penas que pasé. Nunca me di por vencida.

¿Cree que hubiera sido más fácil si en vez de Salma se hubiera llamado Selma y fuera californiana en lugar de mexicana?

Segurísimo. Me lo llegaron a decir altos ejecutivos. Es un poco insultante cuando te dicen: “Si no hubieras nacido del otro lado de la frontera habrías sido la estrella más grande de este país”. Pero mi nombre no es latino, también soy libanesa. Árabe y mexicana es una combinación que para Estados Unidos… pero aquí estamos.

Ridley Scott define La casa Gucci como una “telenovela sofisticada”, un género en el que debutó como actriz. ¿Qué queda de aquella joven?

Casi todo. Le cambió el pelo y ahora tiene arrugas, pero también mucha más información. El alma es la misma. Para mí solo consigues el éxito cuando llegas a cierto estatus en tu carrera, pero al mismo tiempo sigues siento tú. Si dejas de ser tú, no es éxito.

¿Es más dura la industria del cine o la de la moda?

Son tan diferentes… A veces me pregunto en dónde hay más locos (ríe). Las dos son muy difíciles.

¿Preferiría que su hija Valentina fuera actriz o que se dedicara a la moda?

A Valentina le veo madera de diseñadora. Tiene muy buen gusto y es original. Ahora, si me dijera que solo quiere ser modelo le diría: «Mihija por un ratito, pero vete buscando otra cosita que hacer» (ríe). Quizá le aconsejaría ser directora de cine porque puedes diseñar muchas cosas y tienes la visión de cómo se van a vestir todos.

¿Qué opina del eco mediático de sus últimas declaraciones sobre Harvey Weinstein?

¡Ay, no! Estoy aburridísima. Y pienso que la gente también lo está. Sinceramente cuando me preguntan sobre él les pierdo un poco de respeto porque digo: «Hombre, ¡qué falta de imaginación!» Como si no hubiera pasado nada en mi vida en todo este tiempo. ¿No pueden pensar otra pregunta? Ya estamos todos hartos. A otra cosa, mariposa.

Penélope Cruz se refiere a usted como su «hermana del alma».

Adoro a Penélope. No hay nadie en el mundo que entienda lo que he pasado mejor que ella. Estábamos ahí juntas, lo vio, lo vivimos. Antes nos contábamos los novios, con quién salíamos, el trabajo, la ropa… Y luego encontramos al amor de nuestras vidas y tuvimos el deseo de ser mamás casi al mismo tiempo. Esa mujer ha sido una bendición en mi vida y seguimos muy unidas.