ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
Dice Ayón en su libro Bellotas y Birotes. “Se entraba a El Quinto desde la carretera (de Navojoa) través de una calzada empedrada (…). Esa calzada se extendía aproximadamente ochenta metros: pasaba por las casas de los maestros y las oficinas de la dirección, en la distancia se convertía en un corredor que comunicaba a las aulas, al laboratorio y a la biblioteca”. Y un poco más allá, se ubicaban dos canchas de basquetbol, la plaza cívica y el auditorio. Atrás de las canchas se extendía la alberca, el campo de futbol y su pista de atletismo. Más allá estaba una granja y al fondo una huerta de naranjas ácidas”(Alfredo Ayón Nériz. Bellotas y Birotes. Editorial Espyral). Seguramente Rubén Rocha miró estupefacto esa arquitectura, como las vimos el resto de los aspirantes que íbamos temblorosos a presentar el examen.
Al leer esta parte del libro mire, no sin nostalgia, caminando a los quinteños una y otra vez, una y otra vez, caminando por esa callecita de los milagros; pero estoy seguro que el viento y el tiempo hicieron irreconocibles nuestras huellas, porque lo nuestro era pasar. Pero no fue el caso de Rocha, porque sus huellas quedaron en el imaginario de muchas generaciones, al grado que aún lo invitan a dar conferencias y platicas menos rígidas, adelante explicaré el porqué. Diré de pasada que aquel era un buen tiempo, un excelente tiempo, porque sabíamos que nos convertiríamos en maestros. Y al evocar a mis compañeros de estudio tan jóvenes y verme en ellos rememoré, con un golpe de tristeza, un poema aprendimos en La Normal: Juventud divino tesoro/ que te vas para no volver/ cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer…..
ROCHA, EL RECIÉN LLEGADO.
Rubén Rocha que habitó con cientos alumnos en la escuela Normal Rural de El Quinto Quinto, Sonora, donde por “azar”nos quedamos a estudiar, después de habernos ganado una beca, entre cientos de solicitantes que concursaron por ese “trofeo” en aquellos días de incertidumbre, porque sin ganar esa presea nos esperaba un futuro sin futuro. Aunque el ambiente de La Normal era en general distendido, no pocas veces se armaban unas grescas memorables por quíteme estas pajas. La disciplina era casi castrense: teníamos que hacer cola para comer y pasar lista a las seis de la mañana. Nos molestaba la falta de privacidad en los baños, porque a querer o no teníamos que mostrar nuestras flaquezas… Pero más allá de esos pequeños infiernillos, El Quinto, ya pasado el tiempo y la distancia, era un edén, un edén donde reinaba la humildad y porque se distinguía por el compañerismo.
En una de esas rondas anuales, Rocha ingresó a la Normal en 1963 y egresó en 1969, un después de mi aterrizaje ingreso. De entre todos los que ingresaron ese agosto, nos llamaba la atención un güerito larguirucho bienportado, distinto a nosotros, no sólo por su color piel, sino por la corrección de su comportamiento, pues los que habitábamos esa “Isla de los hombres solos”, éramos de pocas palabras pues traíamos en la sangre el resentimiento de nuestras comunidades campesinas, aunque poco a poco íbamos aprendiendo a vivir con un espíritu más distendido. Es preciso decir que Rocha nunca se peleó con nadie, ni se robo un colchón, ni abrió un locker de algún compañero para apropiarse de algún pantalón, como lo hacíamos muchos de nosotros casi por diversión o para desafiar las reglas autoritarias que a veces nos cansaban, y creo que nunca se hizo la pinta. Fue un chico políticamente correcto.
ROCHA FUE Y AÚN ES UN ZOON POLITIKON.
“A los dos años de su estancia en La Normal fue Secretario de Prensa y propaganda del Comité que nos representaba y, ese mismo año, hubo nuevas elecciones para elegir a nuestros nuevos representantes, y Rocha fue electo Secretario General. Ambos hechos nos hablan de su precocidad política. Como político fue muy popular en nuestro claustro, porque tenía la capacidad de conjuntar voluntades para trabajar en equipo y construir proyectos en beneficio de sus representados. Poseía una inteligencia por encima del promedio de los alumnos y una visión que sabía comunicar a sus correligionarios” (Psm. Alfredo Ayón Neriz. Artículo publicado en Google). Cito en este tramo a este autor porque en ese tiempo mis actividades deportivas me impedían seguir hilo de la micropolítica que ocurría en La Normal, además no le entendía. Pero dígase que en ese tiempo empecé a conocer a Rocha, pude platicar con él en nuestros breves encuentros, pues además de su seriedad que lo mostraba ausente, andaba siempre ocupado entre la academia y la política.
Pero su ascenso continuó, y rápido: “En 1965 ocurrieron una serie de convulsiones en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Producto de ese desencuentro los líderes socialistas nuestro canciller en la Federación, Manuel Verdugo, se vio obligado a renunciar a su cargo. Y para variar fue Rubén Rocha quien lo sustituyó a través de una elección. Y ya en la recomposición de la FECSM, se convirtió en su líder nacional, -como lo fuera años antes Lucio Cabañas-. Desde día el prócer de Batequitas pasó sus tres últimos años de su carrera al frente de esta organización desfaciendo entuertos y cerrando en diversas normales el programa de estudios que necesitaba para graduarse de maestro en 1969 (Psm. Alfredo Ayón Neriz. Artículo en Gooble).
LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS.
Rocha desde su primera juventud mostró una fuerte vocación por la política, que la ha constatado a lo largo de 50 años. Quizá esta vocación tan temprana la demostró cabalgando en su rocinante por todo el país; seguramente cualquiera chaval recién llegado del claustro rancho a un internado hubiera rechazado esa oportunidad sin pensarlo dos veces. Pero es seguro que Rubén Rocha sufrió -y quizá sufre- el desarraigo que todos políticos profesionales padecen, al asaltarles la nostalgia por carecer de amigos, por la lejanía de la familia, tener que tragar sapos por.. por.., pero sobre todo por el permanente estrés que les producen las reglas sin reglas de ese movedizo tabla’o: Estar siempre con en trinche bien picante para mantener o conquistar el poder, y a veces “haiga sido como haiga sido”, requiere temple y vocación.
En fin, sólo quería pintar de pasada al jovencito Rocha tal y como me lo imagino en EL Quinto, pues su actividad política de adulto ya la conocemos. Finalmente, Rocha Moya, amén de ser un político profesional, se ha dado tiempo para escribir y hacer su doctorado. Ah, debo decir que su hermano, Alfonso Rocha Moya, fue presidente municipal de Navojoa en el período de 1982 a1985. La confección de esta columna sobre Rubén Rocha fue a petición del portal digital de Sinaloa en línea, encargo que acepté sin mayores requiebros…