ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
Iniciaré esta columna con un texto que ya he publicado, sobre todo porque le viene como anillo al dedo a los recuerdos que voy a exhumar. “En tardes perladas de azul un espíritu parecido a la nostalgia se precipita en cascada desde lo más hondo del alma, para transfigurar, como en los sueños de un final feliz, los terribles dolores que nos provoca aquello que no fuimos, lo que quisimos ser y lo que ya no seremos…Es un recuerdo que no le pide permiso a la memoria, simplemente emerge sin diques ni amarras cuando la vida se nos ha nos ido por la inmensa coladera del tiempo. Se diría con resignación que ese efluvio involuntario de la mollera es un alivio para los viejitos, porque sin esta “chispa” quedaríamos sin reservas para soportar el dolor de ver pasar la vida y sus encantos; porque sin él, recalcarían, arderíamos en una flama que nos arrancaría el aliento y, que no pocas veces, nos obligaría a buscar, sin querer queriendo, juventud de nuestro pasado”.
“Ese tipo de añoranzas son un mecanismo de defensa que procura mantenernos ocupados llenando el hoyo negro que se abre sin retorno una vez que la existencia empieza a adquirir perfiles “vegetales”; es decir, cuando todo lo quieres, pero ya nada puedes; o ya nada debes querer. Parecería un excelente consolador involuntario, porque nos permite a los viejillos sentir que la vida está en otra parte, como diría Kundera. Cuando me doy cuenta que este consolador me atrapa entre sus garras, porque descubro que mi “alter ego” está tramando un discurso para contarles a mis nietos que un día fui “Juan Camaney”, entonces me rebelo y lo mando a freír chuales, no sin remordimientos. Y ya liberto adquiero una actitud vital que me lleva a combatir a los demonios del afuera: la piedad de los unos y el ninguneo de los otros. Y en estos momentos…”.
ROCHA, EL RECIÉN LLEGADO.
Y en estos momentos, que ya son muy pocos, se me vino a la memoria el Rubén Rocha que habitó junto conmigo y cientos alumnos en la escuela Normal Rural de El Quinto Quinto, Sonora, donde por “azar”nos quedamos a estudiar en esa escuela, después de habernos ganado una beca, entre cientos de solicitantes que concursaron por ese “trofeo” en aquellos días de incertidumbre, porque sin ganar esa presea nos esperaba un futuro sin futuro. Aunque el ambiente de La Normal era en general distendido, no pocas veces se armaban unas grescas memorables por quíteme estas pajas y porque teníamos que hacer cola para comer y pasar lista a las seis de la mañana; además porque teníamos que bañarnos “bichis” ante un montón de “compañeros y no tanto… Pero más allá de esos pequeños infiernillos, El Quinto, ya pasado el tiempo y la distancia, me parece hoy un edén, un edén donde reinaba la humildad y porque se distinguía por el compañerismo.
En una de esas rondas anuales, Rocha ingresó a la Normal en 1963 y egresó en 1969, un año después de mi aterrizaje en La Normal. De entre todos los que ingresaron ese agosto, nos llamaba la atención un güerito larguirucho bienportado, distinto a nosotros, no sólo por su color piel, sino por la corrección de su comportamiento, pues los que habitábamos esa “Isla de los hombres solos”, éramos de pocas palabras pues traíamos en la sangre el resentimiento de nuestras comunidades campesinas, aunque poco a poco íbamos aprendiendo a vivir con un espíritu más distendido. Es preciso decir que Rocha nunca se peleó con nadie, ni se robo un colchón, ni abrió un locker de algún compañero para apropiarse de algún pantalón, como lo hacíamos muchos de nosotros casi por diversión o para desafiar las reglas de la casa, y creo que nunca se hizo la pinta. Fue un chico políticamente correcto.
ROCHA FUE Y AÚN ES UN ANIMAL POLÍTICO.
“A los dos años de su estancia en La Normal fue Secretario de Prensa y propaganda del Comité que nos representaba y, ese mismo año, hubo nuevas elecciones para elegir a nuestros nuevos representantes, y Rocha fue electo Secretario General. Ambos hechos nos hablan de su precocidad política. Como político fue muy popular en nuestro claustro, porque tenía la capacidad de conjuntar voluntades para trabajar en equipo y construir proyectos en beneficio de sus representados. Poseía una inteligencia por encima del promedio de los alumnos y una visión que sabía comunicar a sus correligionarios” (Psm. Alfredo Ayón Neriz. Artículo publicado en Google). Cito en este tramo a Ayón Neriz, porque en ese tiempo mis actividades deportivas me impedían seguir hilo de la micropolítica que ocurría en La Normal. Pero dígase que en ese tiempo empecé a conocer a Rocha, pude platicar con él en nuestros breves encuentros….
Pero su ascenso continuó, y rápido: “En 1965 ocurrieron una serie de convulsiones en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Producto de ese desencuentro nuestro canciller en la Federación, Manuel Verdugo, se vio obligado a renunciar a su cargo. Y para variar fue Rubén Rocha quien lo sustituyó a través de una elección. Y ya en la recomposición de la FECSM, se convirtió en su dirigente nacional. Desde día el prócer de Batequitas pasó sus tres últimos años de su carrera al frente de esta organización desfaciendo entuertos y cerrando en diversas normales el curriculum que necesitaba para graduarse de maestro en 1969 (Psm. Alfredo Ayón Neriz. Artículo en Google).
ÚLTIMA NOTA.
Rocha desde su primera juventud mostró una fuerte vocación por la política, que ha constatado a lo largo de 50 años. Quizá esta vocación tan temprana la demostró cabalgando en su rocinante por todo el país, seguramente cualquiera chaval recién llegado del claustro rancho hubiera rechazado esa oportunidad sin pensarlo dos veces. Pero es seguro que Rubén Rocha sufrió -y quizá sufre- el desarraigo que todos políticos profesionales padecen, a los que les asalta la nostalgia por carecer de amigos, por la lejanía de la familia, tener que tragar sapos por.. por.., pero sobre todo por el permanente estrés que les producen las reglas sin reglas de ese movedizo tabla’o: Estar siempre con trinche bien picante para mantener o conquistar el poder, a veces haiga sido como haiga sido”
En fin, sólo quería pintar de pasada al jovencito Rocha tal y como me lo imagino en EL Quinto, pues su actividad política de adulto ya la conocemos. Finalmente, Rocha Moya, amén de ser un político profesional, se ha dado tiempo para escribir y hacer su doctorado. Ah, debo decir que su hermano, Alfonso Rocha Moya, fue presidente municipal de Navojoa en el período de 1982 a1985.