Reconocen legado musical del maestro Isidoro “Chilolo” Ramírez

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– Recibe homenaje durante el II Festival de Metales del Pacífico

Mazatlán, Sinaloa, 13 de noviembre de 2025.-

En el marco de la Segunda Edición del Festival de Metales del Pacífico, uno de los momentos más profundos y humanos del encuentro musical fue el homenaje al músico y maestro Isidoro “Chilolo” Ramírez Sánchez, reconocido trombonista sinaloense, pionero en la música de banda, figura querida, respetada y recordada por incontables generaciones de jóvenes que encontraron en sus manos una guía, un refugio y un camino.

Mazatlán honra a un hombre que ha dado su vida por la música

El homenaje que recibió en la Segunda Edición del Festival de Metales del Pacífico no es un cierre, sino un reconocimiento vivo a una trayectoria que ha marcado hogares, escuelas, bandas, escenarios y corazones. El reconocimiento fue entregado por el legendario trompetista James Morrison en el Teatro El Cid.

Isidoro “El Chilolo” Ramírez no sólo es un músico admirable, maestro de trombón y tuba, arreglista y pilar de la enseñanza dentro del género de banda sinaloense, un hombre cuya vida demuestra que la música transforma, salva y eleva.

Hoy, Mazatlán aplaude no sólo su talento, sino su humanidad. Su capacidad de ver en cada joven un futuro. Su impulso incansable por mantener vivo el nombre de su tierra. Y sobre todo, su promesa cumplida, dejar un legado que seguirá sonando durante generaciones.

Cuando el maestro Isidoro responde, no sólo contesta, abre su corazón. Así lo hizo al reflexionar sobre lo que significa para él este reconocimiento, un honor que lo tomó con la humildad y la sinceridad que siempre lo han caracterizado.

El maestro Isidoro compartió que recibir este homenaje no es un acto ligero, es un espejo de todo lo vivido.

“Encierra tantos pasajes de mi vida, tantas caídas y levantadas para llegar a estas alturas… y compartir con las nuevas generaciones. Además, la confianza que depositan en mí… me voy muy satisfecho de toda mi aportación para las nuevas generaciones”, afirma.

Sus palabras revelan la trayectoria de un hombre que ha encontrado en la música no sólo un oficio, sino un destino.
Un hombre que se ha levantado una y mil veces, siempre con la trompeta o el trombón como ancla y esperanza.

Maestro dentro y fuera del aula

Su experiencia como formador lo llevó a hablar de una realidad que sólo quien ha trabajado a ras de tierra, con jóvenes y familias, conoce profundamente.

“Fíjate, llegan los papás con su hijo y lo primero que te dicen es: ‘lo traigo para que no ande de vago en la calle’. Ya con eso te dijo todo.”

Isidoro sabe que enseñar música es, muchas veces, salvar vidas.
Es abrir puertas, llenar vacíos, acompañar a quienes buscan una oportunidad. Su compromiso, como él mismo lo dice, va más allá de enseñar notas:

“A veces tenemos que tomar el lugar del papá… no es nada más música. Es formar, aconsejar, guiar.”

Y ese papel lo ha asumido con una responsabilidad enorme, sabiendo que cada niño o joven que pasa por sus manos lleva consigo una historia, un sueño y una necesidad profunda de ser escuchado.

Un mensaje para las nuevas generaciones

Cuando se le preguntó por sus consejos a los jóvenes músicos, el maestro Isidoro habló con la pasión que lo define:

“Que le pongan todas las ganas, porque la música es lo más hermoso que hay en este mundo… te fortalece el alma y te sirve hasta de terapia.”

Para él, la música no es una carrera: es un salvavidas, un lenguaje que sana, que une, que abre caminos donde parecía no haberlos.

Por eso, invita a los jóvenes a darlo todo, a esforzarse, a honrar la disciplina y el talento que Mazatlán ha sembrado en tantas generaciones de músicos:

“Recuerden siempre poner muy en alto el nombre de Mazatlán… de este puerto han salido los mejores músicos.”

Y no duda en mencionar con orgullo a figuras internacionales nacidas en este suelo, como el gran trompetista Ramón Flores.

Un maestro de verdad: corazón, disciplina y amor por su tierra

Isidoro “El Chilolo” Ramírez representa lo mejor del carácter sinaloense: esfuerzo, humildad, fortaleza, amor por la gente y amor por la música.

Su legado no sólo resuena en cada trompeta o trombón que instruyó, sino en cada joven que encontró en él un motivo para seguir adelante, un consejo que llegó a tiempo, un abrazo disfrazado de regaño, o una melodía que abrió una nueva forma de ver el mundo.

“Muchas gracias por su apoyo y ayudar a las nuevas generaciones que han tomado la carrera de la música, un abrazo.”

Sus palabras finales no sólo agradecen, abrazan.