FRANCISCO CHIQUETE
Si el presidente Andrés Manuel López Obrador y sus cercanos se ocuparán de ver qué opina la sociedad, habrían encontrado dos mensajes contundentes que los harían reconsiderar, pero lejos de eso, insisten en profundizar las acciones rechazadas.
Uno de los avisos fue la recolección de firmas para pedir una consulta popular sobre la posibilidad de enjuiciar a los expresidentes. Parecía fácil que un partido multivotado hace dos años, como es Morena, consiguiese un millón ochocientas mil firmas en el país, pero no logró.
Y no fue por falta de apoyos. El presidente insistió a diario en el tema, hizo evidente su deseo de que la consulta popular fuese solicitada por aclamación del pueblo, pero la gente no acudió
Tampoco fue por falta de tema, pues si alguien tiene conquistado el repudio de la sociedad es el grupo de expresidentes aún vivos. No hay uno que se salve del repudio por sus malos resultados y su responsabilidad en los problemas de corrupción, violencia y marginación que crecen en el país.
Pero hay situaciones más inmediatas que reclaman atención, como los setenta y tantos mil muertos por la pandemia. No se puede fingir demencia ante el luto generalizado de nuestra sociedad. Las cortinas de humo no pueden ocultar la realidad por tanto tiempo.
Si López Obrador hubiesen empezado por instaurar procesos legales contra Carlos Salinas, Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox y hasta el incoloro de Ernesto Zedillo, habría arrancado muchas expresiones de apoyo, pero de lo que se trata aquí es de distraer a la gente y de prolongar los procesos de aquí a las elecciones de junio del 2021, para que de alguna manera AMLO esté en las boletas.
El otro aviso de la sociedad fue la famosa rifa el avión presidencial. Si dice el dicho que para todo mal mezcal, y para todo bien, también, el tema del avión fue útil para frenar temas incómodos como los feminicidios o los pronósticos fallidos en el control de la pandemia, y también para azuzar a la opinión pública contra los excesos del pasado.
Pero con todo y eso, no se vendieron los boletos. Fue necesario que el gobierno los acomodara, primero con empresarios, después con sus cuadros políticos y al final con la burocracia de buen nivel, y al final el propio gobierno tuvo que comprar quinientos millones de pesos en cachitos, para que pudiera ser colocado un 70 por ciento de la oferta.
Al margen de que haya sido o no una mala decisión financiera, esa indiferencia indica que la gente ya no está dispuesta a ser arrastrada con cualquier ocurrencia.
Ello no significa que AMLO y su gobierno estén en la quiebra política, pero sí es una advertencia de que su influencia ya no es tan automática.
Pero lejos de replantearse las cosas, se están empeñando en profundizarlas. Para asegurarse de la consulta popular, López Obrador presentó la solicitud firmada por él, aunque no quería pasar a la historia como un presidente vengativo.
Por otra parte, a estas alturas nadie duda de una nueva edición de la rifa del avión sin avión. O quizá del aeropuerto sin aeropuerto, o de Los Pinos sin Pinos, cualquier cosa que pueda servir para asentar su premisa de que todo tiempo pasado fue peor.