Uno de los últimos deseos de John McCain no dejó lugar a dudas: no quería que Donald Trump estuviera en su funeral.
Hace tres meses, personas cercanas John McCain informaron a la Casa Blanca que el senador, quien falleció ayer a los 81 años por cáncer cerebral, no quería que el presidente Donald Trump asistiera a su funeral y prefería que el vicepresidente Mike Pence fuera en su lugar, según la cadena NBC News.
De acuerdo con lo adelantado en mayo por la misma cadena, se espera que Obama y el ex presidente George W. Bush (2001-2009) sí acudan a su funeral y pronuncien una elegía en esa cita.
John McCain y Donald Trump nunca fingieron aprecio.
No era solo un problema de afinidades personales. Sus diferencias fueron de fondo. Tenían que ver con valores, y lo expusieron públicamente.
Cuando Donald Trump apareció en las primarias republicanas, en junio de 2015, John McCain dijo que el empresario sólo excitaba a «los tarados» con su discurso antiinmigrante.
La respuesta de Donald Trump fue igualmente lapidaria: John McCain es «un idiota».
Y el candidato atacó al ex piloto en el terreno que éste consideraba más sagrado: el de su carrera militar.
«No es un héroe de guerra, es un héroe de guerra solo porque fue capturado», dijo un día Donald Trump de McCain, molesto por este legislador que lo trataba con un aire de superioridad.
«Me gustan las personas que no han sido capturadas», agregó Trump, desencadenando la indignación general.
La respuesta de John McCain dejó en claro las diferencias de carácter entre ambos: en vez de exigirle a Trump que le pidiera disculpas personales, le lanzó: «Debe disculparse con las familias de quienes combatieron».
Pero el ascenso del candidato populista, en 2016, fue considerado como una derrota de la tendencia que McCain representó al interior del partido, que el ex piloto encarnó en las presidenciales de 2008.
Ocho años más tarde, un hombre que profesa pasión por el dinero, que no hizo el servicio militar, que se jactó de haber desafiado y vencido a políticos de todos los pelos para llegar a sus fines, lo desplaza.
Rompiendo con la disciplina partidaria, en 2016 McCain proclama que sólo apoyará con su voto «a un buen republicano conservador que esté calificado para ser presidente».
Días antes se había difundido un video en el que Trump se mostraba particularmente grosero con las mujeres, a las que, decía, tenía «atrapadas por el coño».
Un día de noviembre de 2016, poco después de la victoria de Donald Trump, el senador de Arizona explota ante a periodistas que, en el Capitolio, le siguen preguntando sobre esta o aquella declaración del presidente electo: «No quiero que me interroguen más sobre Donald Trump, es mi derecho como senador».
Pero no tendrá suerte. El «trumpismo» monopoliza los debates, echa por tierra las tradiciones de la política exterior estadounidense, y los periodistas vuelven una y otra vez a la carga para conocer su opinión.
La negativa persistente del nuevo presidente a reconocer la interferencia rusa en la campaña presidencial termina escandalizando al senador y a medida que pasan los meses su indignación crece.
Como presidente de la Comisión de las Fuerzas Armadas, McCain abre su propia investigación parlamentaria sobre Rusia y explota al escuchar las palabras complacientes del presidente respecto a Vladimir Putin.
«Nada tiene que ver la consigna de ‘Estados Unidos primero’ con confiar en un coronel de la KGB en lugar que en los servicios de inteligencia de Estados Unidos», dice.
En los últimos meses de su vida, no había tema en que McCain no desafiara a Trump.
En julio de 2017, figura entre los tres senadores oficialistas que votan contra la abrogación de la reforma de la salud del demócrata Barack Obama, provocando la ira del presidente.
McCain denuncia entonces, en un discurso cuidadosamente preparado, al «nacionalismo tambaleante y falso concebido por gente que prefiere buscar chivos emisarios que resolver los problemas».
Y en octubre de 2017, en una entrevista sobre la guerra de Vietnam, ataca directamente al magnate.
«Un aspecto del conflicto que nunca podré superar es que los estadounidenses más modestos fueron convocados como conscriptos, pero los más ricos pudieron encontrar un médico que los declarara no aptos por una excrecencia ósea», dijo, aludiendo a la excusa esgrimida por el joven Trump para escapar a la guerra de Vietnam.
La enemistad entre ambos fue palpable hasta el final. Un par de semanas atrás, el presidente llegó hasta no pronunciar el nombre del senador durante la ceremonia de promulgación de una norma de defensa bautizada ley McCain.
Y cuando la familia McCain anunció, el viernes, que el senador había abandonado el tratamiento contra el cáncer, Trump no emitió comentario alguno, al contrario del conjunto de la dirigencia política estadounidense.
Sin embargo, tras la muerte del senador, Trump tuiteó: «Mis condolencias y mis respetos más sinceros a la familia del senador McCain. Nuestros corazones y nuestras plegarias están con ustedes».
Información de: El Diario de Juárez