Los factores de riesgo por el confinamiento desarrollaron en los menores de edad conductas suicidas, depresión y ansiedad.
Quedarse en casa acrecentó los trastornos emocionales y psicológicos en niños y adolescentes. Desde el inició la emergencia sanitaria, los intentos de suicidio se presentan cada vez en edades menores y la medicación psiquiátrica ha ido en aumento, reveló la especialista en psicología clínica pediátrica María de los Ángeles Vizcarra.
“Hemos visto en gran medida también como, secundario a un estado depresivo, los intentos suicidas, lamentablemente es un dato que ha ido en aumento (…) te estoy hablando de niños de 9 años, 10 años que ya tienen su primer intento suicida, afortunadamente fallido”, detalló en entrevista.
Mientras algunos niños se adaptaron fácilmente a esta normalidad, a otros tantos les cuesta trabajo expresar y manejar sus emociones, muchos de ellos ni siquiera las saben identificar y simplemente se muestran irritables, tristes o desinteresados en las cosas que antes les gustaban mucho.
“Vemos en ellos un déficit virtual, bajo rendimiento académico, vemos déficit de atención, el trastorno de conducta, etc. Son niños que pueden desarrollar inclusive rivalidad entre los hermanos”, advirtió.
Los cuadros depresivos, de ansiedad o mixtos, sin antecedente clínico previo, ni algún factor asociado a la causa más que la propia pandemia, son cada vez más comunes, pues el estrés derivado de la escuela, el miedo al contagio o la pérdida de familiares por covid-19, son elementos que vulneran la salud mental de los niños.
“Nos hemos dado cuenta que son secuelas del propio confinamiento”, aseveró la especialista.
Los menores que previo a la pandemia ya padecían algún trastorno o problema de aprendizaje, también resienten los estragos de esta situación. Si antes no requerían medicación, comenzaron a necesitarla o bien, el tiempo transcurrido entre cada crisis es menor, y en algunos casos hay un retroceso en el desarrollo de estos niños. Para algunos, la escuela en línea ni siquiera es opción.
Un ejemplo de ello son los niños con trastorno de espectro autista, cuya característica principal es la dificultad para socializar. Para ellos la interacción es un déficit y la ventaja que tienen con el confinamiento es que están en su zona de confort. Aunque para el niño es genial, aumenta ese déficit en el entrenamiento de habilidad social que debe tener y vemos una regresión en los hitos del desarrollo que ya se habían logrado, explicó la psicóloga.
Vizcarra aseguró que la reacción de los infantes a lo que se está viviendo es completamente normal, ya que para ellos significó un sacrificio enorme apartarse de las cosas que antes les provocaban satisfacción y le daban sentido a su vida, como la escuela, actividades extracurriculares, asistir a parques, salir de vacaciones, reunirse con familiares y amigos, entre otros, y en ese sentido, es comprensible que sus emociones negativas aumenten.
Sin embargo; ante estos cambios de humor y otros comportamientos que indican focos rojos en la salud mental de los menores, los padres de familia no deben ser indiferentes; pensar que “ya se le va a pasar” o “al rato se le olvida” y tomar posturas que minimizan sus sentimientos, pues agrava el problema, advirtió la experta.
En lugar de contener esa emoción, la están desplazando y lo que sucede es que esa emoción se intensifica cada vez más, al grado de tomar medidas extremas, derivadas de la pérdida de sentido de la vida.
Información por MILENIO