*Las ruinas de un templo que limpia los pecados
*En su iglesia estaría enterrado Francisco de Ibarra
*Cientos de personas acuden a pie con la Virgen
FRANCISCO CHIQUETE
El poblado de Pánuco acumula misterios, leyendas, historias que van desde la tumba perdida de su fundador en su iglesia procedente del Siglo XVI, hasta la puerta de una capilla que limpia de pecados a quien por ahí atraviese, según la bula de algún Papa seducido por el oro de estas minas tan ricas, que siguen en operación 450 años después.
La Hacienda de Guadalupe, cuya capilla destechada se mantiene en pie, resistiendo los embates periódicos del Río Pánuco, es una maravilla en pleno monte, con árboles enraizados en sus paredes de piedra, su campana de prístinos sonidos y el aire de un tiempo que no termina de irse, enredado entre los viejos nichos y los pilares de canteras que se dispersan por los alrededores del templo.
Dicen los pobladores que un Papa Pío emitió una bula que da al templo el poder de limpiar los pecados de todo aquel que cruce su puerta.
La bula no ha sido ubicada, pero hay quienes consideran que está casi al alcance de la mano, en un fondo documental de España. Pero ¿por qué un Papa habría emitido una bula tan extremadamente generosa? -¡Pues por el oro! Por las barras de oro que la familia de esas minas envió al Vaticano!, explica vehemente doña Imelda Garay Montijo, quien se encarga del mantenimiento elemental de la iglesia.
En la hacienda estaba una bella imagen, de gran tamaño, de la Virgen de Guadalupe, que ahora luce en una de las paredes de la Iglesia de Pánuco. Es de mil setecientos y tantos, la tenía uno de los dueños que tuvo la Hacienda, pero cuando ésta quedó abandonada y la capilla empezó a deteriorarse, la gente trajo a imagen porque ya sin techo, se iba a echar a perder.
La iglesia de Pánuco guarda muchos otros secretos.
Doña Imelda destaca el de la tumba de Francisco de Ibarra. El llamado fénix de los conquistadores, fundador de ciudades como Durango, Topia, Pánuco, Copala y Concordia, murió en 1575, a la edad de 36 ó 38 años, y pidió ser enterrado en la iglesia de Pánuco por un tiempo, y llevado después a Durango. Al parecer no le obedecieron esa segunda disposición, porque allá por 1943, cuando la iglesia fue casi destruida por un ciclón, al hacer una reposición del piso apareció el cuerpo de un militar español, ricamente vestido a la usanza de la colonia, con botonadura de oro, su espada y demás ornamentaciones. La señora Garay Montijo señala que su hermano mayor, siendo niño, fue testigo del hallazgo.
El cuerpo, dice, se habría sepultado donde mismo, en el ala izquierda de a iglesia, pero nadie ha logrado que las autoridades vengan a autentificar esta teoría. .El oro de las vestimentas y la espada, ya se imaginará usted qué habrá pasado con ellos, dice entre risas.
Pánuco es un poblado típicamente minero, enclavado sobre las faldas de la montaña, con calles estrechas y empinadas. Al verlo solo, nadie creería que el primer domingo de octubre de cada año se convierte en centro de una romería, en la que participan cientos de personas que se vienen a pie de lugares como Aguacaliente de Gárate, Concordia y poblados circunvecinos.
Panuquenses y rosarenses comparten la devoción por la Virgen del Rosario, aunque Pánuco en principio estaba bajo el patronazgo religioso de San Nicolás, patrón de los mineros (el nombre oficial del pueblo es San Nicolás de Pánuco). Un día enviaron las vírgenes para Rosario y para Pánuco, y la conseja dice que hubo una equivocación, pues la imagen que aquí quedó es de gran tamaño, mientras la de Rosario es pequeña. -Siendo grande aquella iglesia y pequeña la nuestra, era obvio que se trataba de una entrega cruzada.
Cuentan, dice doña Imelda, que cuando llevaban esta imagen a entregar a Rosario, de pronto los caballos ya no pudieron avanzar y los encargados dijeron “la virgen no quiere irse”, y se regresaron con ella. En Rosario dicen que varios hombres los que intentaron cargar la pequeña escultura y no pudieron levantarla para hacer el intercambio, y concluyeron lo mismo: la virgen quiere quedarse.
Son historias que van y vienen por las calles, por los cerros aledaños, por el río de piedras que llena el cauce del Pánuco, cuyas aguas rumorosas pasan un costado de la vieja iglesia de Guadalupe de la ex Hacienda del mismo nombre, donde todavía se dan misas cuando la población se consigue a algún sacerdote que quiera ejercer el ministerio.