*Cada año sufren del mal tiempo
*Sustento de más de 60 familias
Son alrededor de 12 palapas-restaurantes que, como en otros destinos turísticos
de playa, cientos de turistas buscan la cerveza, el pescado y el marisco junto al
mar, viendo extasiados el vaivén de las olas o simplemente el naranja-rojo
atardecer mazatleco.
Hoy, esos negocios sufren los embates del mar de fondo y las lluvias; son
restaurantes sencillos que dan empleo a más de 60 familias y servicio y calidad en
alimentos a miles de paseantes.
Los palaperos, gente sencilla, luchan a diario porque el agua sube y entra hasta la
cocina y con ella llega la arena que se queda o, en sus peores casos, se lleva los
pisos de madera –tarimas- que, uniformadas, sirven de piso, porque el municipio
y las autoridades federales no dejan que construyan planchas de cemento.
Las lluvias de las últimas 48 horas han golpeado a los palaperos y la presidente de
la Unión de estos comerciantes, Rosalba Gil, dice que tienen pocos apoyos de las
autoridades, pero “eso sí exigen mucho a través de los impuestos y cuando los
fenómenos naturales nos tiran hasta los techos de palma, no hay ninguna ayuda a
pesar del desastre”.
Dice que el pasado año pagó 80 mil pesos para reconstruir su palapa, recursos
que salen de los ahorros y las deudas que dejan en los bancos por medio de
créditos. Con las últimas lluvias los daños han sido menos, sólo el retirar la arena
que dejan las marejadas, aunque ahí vienen los ciclones y huracanes en octubre y
noviembre “a ver cómo nos va”, afirma.
Juan Burgara, representante de ya reconocida banda “Los Porteños”, también
tiene una palapa que lleva el mismo nombre y se queja de tener piso de madera y
que las olas, con las mareas, se lleva las tarimas y luego hay que andar
comprando madera. Afirma que en esta temporada lleva más de 15 mil pesos
invertidos en nuevas tarimas.
Su palapa tiene todas las especialidades de pescados y mariscos y cuando no
está con “su banda”, dice que ha sido un sueño tener un restaurante palapa. Su
negocio en la playa del Malecón, está a la altura de la calle José Angel Espinosa
“Ferrusquilla”, rúa da a la Central Camionera vieja, una cuadra antes de la avenida
Lola Beltrán.
A quien si le ha ido mal es a José Guadalupe Flores Quevedo, propietario de la
palapa-restaurante “Camaroncito Lupes Locos”, a quien de plano el mar de fondo
le hizo un hoyo de tres metros seis y le acabó todo el piso de tarimas. Dice que
tiene cuatro días sin abrir el restaurante y que en las pérdidas ha invertido más de
12 mil pesos.
Los palaperos generan empleo y en promedio, cada restaurante, mantiene a seis
familias y ofrece servicios y calidad en la comida a los cientos de turistas que
vienen año con año. Se quejan de que ninguna autoridad les ha ayudado, ni
municipal, estatal o federal.