AMLO se acerca a los empresarios, sector clave para el crecimiento

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En las últimas semanas, AMLO ha tratado de mostrar una relación más cálida con las élites empresariales mexicanas.

En los últimos meses, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha hecho notar con sus acercamientos a personajes que solía categorizar bajo lo que él llamaba la «mafia del poder».

Subió al escenario con Carlos Slim, la persona más rica del país, en una conferencia de prensa. Se puso de pie con los líderes de los dos grupos empresariales más grandes cuando declaró que el sector privado era crucial para el crecimiento.

Tuiteó una foto suya con el jefe de Eni, de Italia, que tiene un proyecto de perforación petrolera en Tabasco.

La publicación de Twitter intrigó más a los inversores y analistas que ‘leían las hojas de té’ del Palacio Nacional, motivando especulaciones de que el presidente levantaría su controvertido embargo sobre las subastas de campos petroleros, que habían generado miles de millones de dólares en inversión extranjera.

Esto fue una ilusión. López Obrador ha extendido ocasionalmente ‘la rama de olivo’ a la comunidad empresarial sin entregar lo que quiere, que es, básicamente, un retorno a las políticas más favorables para los negocios de su predecesor, Enrique Peña Nieto.

Los inversores siguen siendo asustadizos cuando López Obrador entra en su segundo año en el cargo, con el país padeciendo aún por el crimen. La economía mexicana está deprimida y algunas previsiones para 2020 son sombrías.

Ernesto Revilla, jefe de economía latinoamericana de Citigroup y execonomista jefe del Ministerio de Finanzas, espera que la economía crezca solo 1 por ciento el próximo año, el segundo peor desempeño desde 2009.

¿Lo peor? Este año.

«Para tener una perspectiva y un escenario más positivos en el futuro, necesitaría un cambio dramático en el sentimiento de los inversores», dijo Revilla. «La mayoría del sector privado en México sigue siendo escéptico».

Antes de su elección aplastante en julio de 2018, López Obrador provocó ansiedad entre la élite empresarial, llamando a las grandes empresas «traficantes de influencia».

Desde su llegada en diciembre pasado, ha hecho poco para calmar sus nervios. Dos de sus movimientos de choque fueron cancelar el nuevo aeropuerto en Texcoco que había estado en construcción durante tres años y llevaba un tercio de avance y las compañías de gas natural renegociaron contratos de oleoductos firmados hace tiempo.

Luego estaba el retraso en las subastas de campos petroleros. Peña Nieto había abierto el sector que alguna vez fue vital para tratar de darle nueva vida. La producción del país ha estado cayendo durante 15 años, y Petróleos Mexicanos es la compañía petrolera más endeudada del mundo.

«Renovar las rondas petroleras sería una noticia muy positiva que generaría confianza», dijo Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), que representa a 36 mil compañías en México, y un crítico frecuente del presidente. «No tengo ninguna indicación de que va a suceder».

Una de las razones por las que López Obrador puede mostrarse reacio a cambiar el rumbo de las subastas es el miedo a molestar al ala izquierdista del movimiento diverso que lo respalda. Rocío Nahle, secretaría de Energía, ha defendido el papel primario histórico del Estado en la producción de crudo. López Obrador desconfía de tomar decisiones que puedan inclinar la balanza en su gabinete y entre su base, según una persona cercana a él.

No todo son malas noticias en la economía. La inflación está cerca del objetivo del 3 por ciento del Banco de México (Banxico), menos de la mitad de lo que era hace dos años. El Gobierno probablemente tendrá otro superávit presupuestario primario el próximo año.

Las multinacionales que han operado en México durante décadas no han abandonado el país; la inversión extranjera directa creció 7.8 por ciento en los primeros tres trimestres del año. El Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) podría entrar en vigencia pronto.

Por otro lado, la inversión fija bruta ha caído un promedio de 5 por ciento mensual respecto al año anterior. Las compañías nacionales no confían en que la administración respetará el Estado de Derecho y no quitará la alfombra debajo de ellas, según entrevistas con seis ejecutivos que se negaron a hablar en el expediente por temor a represalias.

Esa es una preocupación infundada, dijo Jesús Ramírez, portavoz de López Obrador. «Es un Gobierno para todos, tanto el sector público como el sector privado», dijo. Los dos «tienen que ponerse de acuerdo sobre estrategias comunes para apuntalar la economía, para que haya crecimiento económico y que haya empleos».

López Obrador se ha comprometido a elevar el crecimiento económico al 4 por ciento y planea gastar 44 mil millones de dólares (859 mil millones de pesos) en infraestructura para ayudar a llegar allí, y la mayor parte del capital proviene del sector privado. «La participación del sector privado en el crecimiento del país es necesaria», dijo cuando presentó el paquete, que incluye proyectos de carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y telecomunicaciones.

Ese podría ser «un catalizador para el desarrollo económico», dijo Slim, que posee o tiene participaciones en bienes de consumo mexicanos, minería, construcción y emprendimientos inmobiliarios, dijo ese día.

Pero los analistas se quejaron de que los detalles eran escasos, y el índice de acciones S & P / BMV IPC cayó 1.6 por ciento el día que se anunció el plan. Fue la mayor caída del índice de referencia en ocho semanas, en medio de un amplio descenso de las acciones latinoamericanas.

«El plan nacional de infraestructura es un paso en la dirección correcta, pero es poco probable que sea un catalizador para que México salga de su limbo de inversión», dijo el analista de Morgan Stanley Nikolaj Lippman en un informe de investigación.

Si la administración alguna vez se va a ganar la confianza de los negocios, tomará más esfuerzo y tiempo, dijo Revilla. “La mayor parte de la desaceleración de la economía en 2019 puede atribuirse a factores internos y a la cancelación del aeropuerto. El choque de confianza inicial fue lo suficientemente grande como para ahuyentar la inversión por algún tiempo».

Fuente: El Financiero