El Plan de Desarrollo de Sinaloa en 2011 describió la situación económica se Sinaloa de la siguiente manera: “Sinaloa es un estado con marcadas debilidades, lo que nos obliga a revisar de manera inteligente todo lo que sea necesario en el marco de las políticas públicas -entre ellas las urbanas- que se exigen en el siglo XXI para revertir esta situación” (PED-Sinaloa, 2011/2016. Pag. 174). Desde el 2011 hasta 2019 este tipo de políticas han brillado por su opacidad, aunque hubieron algunas obras relevantes, como el aggiornamento de Mazatlán.
Y si bien el turismo puede ser la punta de lanza de nuestra reconversión, esto puede ser posible si nuestras autoridades abren su marco de visión para imaginar desde ahora un Mazatlán perfectamente cartografiado y planeado, que este trabajo prospectivo se concreta en una política pública ajena a los vaivenes políticos, pues la colusión entre inmobiliarias y políticos hará de nuestro espacio urbano un archipiélago abigarrado por sus desniveles y su contrahechuras espaciales. Sé que no será fácil; pero será más difícil vivir y trabajar en un territorio hecho jirones, como es el caso de Acapulco. Y Mazatlán corre el riesgo de convertirse en un caos perfectamente bien organizado.
EL CRECIMIENTO QUE VIENE.
Mazatlán en los próximos 15 o 20 años albergará por lo menos un millón de habitantes, toda vez que nuestra ciudad será a un tiempo turística, agrícola, industrial y exportadora de mercancías tras el dragado del muelle que progresivamente lo irá convirtiendo en un puerto de altura, sobre todo por la saturación de los puertos de California. Todas estás actividades haran posible su diversificación económica, a partir de la carretera Mazatlán/Durango, la culminación presa Picachos y su distrito de riego, el dragado del muelle y aggiornamento del turismo de playa.
Pero además el turismo tenderá a diversificarse cuando se refunde la región sur -que floreció en el siglo XIX- donde se sitúan los municipios que están en el corredor que fluye desde Cosalá hasta Mazatlán; asimismo extenderá con la construcción de la Playa Espíritu, que permitiría crear un corredor turístico que iría desde esta “Tierra de Venados” hasta la Riviera Nayarita. Sería un circuito amplísimo que ofrecería múltiples atractivos. El actual gobernador, Quirino Ordaz Coppel, ha puesto la primera piedra, y por fortuna el presidente Lopez Obrador se ha comprometido a construir la presa Santa María y a fomentar la inversiones público/privadas para edificar ese “Centro Integralmente Planeado”.
INFRAESTRUCTURA Y ORDENAMIENTO DEL ESPACIO URBANO
La pregunta es qué políticas públicas se tienen que impulsar para modernizar la infraestructura e ir construyendo la que se requerirá en los próximos 15 o 20 años; pero junto a ello cómo se proyectará la reordenación del espacio urbano, si tenemos en cuenta que nuestro puerto generará un circuito muy extenso y diversificado. Esta carencia de planeación debe repararse en tiempo récord, quizá los ingenieros y arquitectos preocupados por el futuro de su ciudad, junto con las autoridades, se pondrá a trabajar en serio en un proyecto que se convierta a la guía a seguir evitar que Mazatlan se convierta en un gato con los pies de trapo y los ojos al revés.
¿Tendremos la visión y la reciedumbre para evitar el catástrofe que ya anuncia sus nubarrones? Acapulco es ahora más que caótico, es víctima de la falta de visión y de probidad de su clase gobernante. Dejaron hacer, dejaron pasar, a las agencias inmobiliarias y pactaron con los invasores para que hicieran negocios y clientelas políticas sin mayor rubor. Acapulco quedó a merced del supino cálculo económico y del frío cálculo político. En Mazatlán aún tenemos tiempo para revertir el caos. Si nuestros políticos no piensan en el siguiente hueso en el que se enquistarán, sino en la próxima generación, tal vez hagamos un Mazatlán habitable, seguro y con un gran desarrollo. ¿Estaremos para verlo? Creo que sí.