Melchor Inzunza
Carlos Marx no sólo expresó su desprecio hacia Simón Bolívar. También escribió textos racistas contra judíos, aun cuando él mismo era de origen judío, y contra los españoles y mexicanos.
En su carta a Engels (2 de diciembre de 1847), Marx sostenía: “Es verdad que los españoles son degenerados, pero el colmo de un español degenerado, es un mexicano. Los mexicanos han elevado a la tercera potencia todos los vicios de los españoles: fanfarronería, bravuconería, la grandilocuencia, el quijotismo; y a la vez han perdido lo que de sustancia todavía les queda a los españoles”.
En algún momento sin embargo admitió una excepción mexicana. La del “seductor de la patria”, que había también deslumbrado a Marx: “Nunca los españoles –escribió– produjeron un genio como Santa Anna” (¡Pácatelas!)
Derrota y satisfacción
Por otra parte, en la guerra entre México y los Estados Unidos, Marx y Engels, celebraron el triunfo del imperialismo tan odiado por los marxistas mexicanos de ayer y globalifóbicos de hoy.
En el año en que terminaba esa guerra, Engels publicó lo siguiente: “En América hemos presenciado con la debida satisfacción, la derrota de México por los Estados Unidos. Constituye un avance para un país desgarrado por perpetuas
guerras civiles e impedido de todo desarrollo… Es un progreso que un país semejante sea lanzado, por la violencia, al movimiento histórico” (¡Zas!).
Y concluía: “Es en interés de su propio desarrollo que México esté, en el futuro, bajo la tutela de Estados Unidos. La evolución de todo el continente americano no saldrá perdiendo nada con que éstos tomen posesión de California” (La Gaceta Alemana de Bruselas, 23 de enero de 1848).
Perezosos mexicanos
Un año después, Marx y Engels volvieron sobre el tema. Escribieron un artículo al alimón, donde dicen que la ‘guerra de conquista’ de Norteamérica “fue conducida únicamente en beneficio de la civilización”. Y preguntan: “¿Es una desgracia que la magnífica California haya sido arrancada a los perezosos mexicanos que no sabían qué hacer con ella? ¿Lo es que los enérgicos yanquis, mediante la rápida explotación de sus minas de oro, abran el océano Pacífico a la civilización e impriman una nueva orientación al comercio mundial?”. (Neue Rheinische Zeitug, 15 de febrero de 1849).
No sé si también fueron perezosos los dirigentes marxistas-leninistas del Partido Comunista Mexicano. Pero nunca se molestaron en cuestionar el racismo de los autores del Manifiesto Comunista. Y aun cuando sabían de memoria las sagradas escrituras de los autores del Manifiesto Comunista, prefirieron guardar conveniente silencio.