Martha Alicia, un ser lleno de luz

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*Cronista de la vida social, pero sobre todo

  de la calidez del ser humano, que deja un

  legado de amistad y de cariño invaliables

FRANCISCO CHIQUETE

Esta mañana partió de este mundo Martha Alicia González, la gran periodista de sociales que durante 40 años acompañó a generaciones de lectores mazatlecos. Mujer bella, alegre, distinguida y cálida, supo ganarse incontables amistades y cariño incondicional de todos quienes la tratamos.

Empezó en el periodismo por necesidad. Viuda y con cuatro hijos, decidió que no podía sentarse a llorar eternamente a don Enrique Romero, el oficial de la Policía Federal de Caminos que había descollado entre decenas de pretendientes. Se encontró un oficio que la apasionó por casi cuarenta años, con un breve inicio en El Sol del Pacífico y luego una fulgurante carrera en el Nuevo Diario, a donde llegó como descubrimiento de su primo Raúl Rico González. De ahí nuevamente a El Sol del Pacífico, donde se jubiló, y finalmente a El Debate, que le abrió generosamente las puertas y donde se sintió siempre en casa.

Muchas señoras me llegaron a identificar como “el compadre Chiquete” de la señora Malicia. Invariablemente le enviaban el mensaje de admiración, de gusto por su trabajo. –Me hace sentir como si yo conociera a todas las personas que menciona, como si yo fuera parte de sus amistades, como si yo estuviera en los asuntos con sus hijos, con sus viajes, sus paseos y hasta sus problemas, coincidían todas, Así de cáida era su columna Maliciando, por la que pasaron señoras y jóvenes de los setentas, de los ochentas, de los noventas y de este nuevo siglo. Ya invadida por el cáncer, refugiada en su casa, seguía haciendo el esfuerzo y publicaba al menos un vez por semana. No podía estar sin hacerlo

Por años la vimos correr de El Sol del Pacífico al Centro de Bienestar Familiar del IMSS, donde trabajó por las tardes hasta jubilarse, para poder sacar adelante a sus hijos Enrique, Cristina, Martha Alicia y Onasis, un esfuerzo descomunal porque siempre procuró que estuvieran lo mejor posible, y lo logró, en un doble papel de padre y madre que hoy es cosa común, pero que entonces costaba más esfuerzo por el entorno social tan cerrado.

Eso no le quitó la alegría de vivir ni mucho menos. En las reuniones era siempre la más alegre y también la más preocupada de que todos la pasaran bien, aunque no fuera ella la anfitriona. Todos le escuchamos la alegría picaresca de El Ladrón, el romanticismo melancólico de Flores Negras, y la guapachosa alegría de Caballo viejo.

La vamos a extrañar por buena amiga, por cariñosa, desprendida. Entregada. El talento y la generosidad tienen siempre que encontrarse, y así fue que por muchos años hizo pareja con el periodista Mario Martini, de quien terminó como gran amiga.

Cuando se enteró que Ofelia mi esposa estaba en su primer embarazo, decidió que ella sería la madrina. No lo pidió ni lo impuso. Simplemente lo fue porque asi debía ser, estrechando más el cariño entre la familia y ella, que era parte fundamental de mi núcleo.

Ya no va a inquirir por su ahijada, por El Paquito, por su comadre, pero la tendremos en el corazón. Procuraremos superar este sentimiento de pérdida que nos agobia, y recordar a ese ser lleno de luz que fue la comadre Malicia, sobre todo en los momentos en que su espíritu volaba escuchando a la orquesta de Nacho Milán tocando La Pastora. Con su tralalalalá.