MAREN NOUSTROM AGUA SALÁ ¿A DÓNDE VA?

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ

LA MAR, NUESTRA MADRE.

De las agua del mar nació la vida. Este milagro lo realizó el mar como si él fuera también un Dios Creador. Según Edgar Morin en el mar pudo realizarse una emergencia a través de la amalgama de los elementos que parieron un producto que no era parte de sus elementos originarios: la vida. El resto es historia y esa historia nos la cuenta Carlos Darwin en el origen de las especies, por supuesto esa obra está salpicada de misterios, por donde fácilmente se cuela Dios en nuestra cabeza y nos hace dudar de las teorías de ese francés boquiflojo e irreverente.

Cuando se ve la mar en calma, entonando una melodía romántica, uno llega a imaginarse que es un espejo fiel a una estampa que revela una quietud que no es de este mundo. Por eso cuando conocí el mar me arrobó su inmenso velo azul, el vaivén incesante de sus olas, sus dunas preciosas, la eterna voz del viento y el dulce canto de las aves… Precisamente esta hermosa visión me permitió entender, 50 años después, qué era el Sentimiento Oceánico que dibujó Freud en el Malestar en la Cultura: porque en ese inmenso azul sentí una infinita pequeñez y, al mismo tiempo, una inmensidad que me permitía, como dice Cuauhtémoc Sánchez, volar sobre el Pantano de mi primera niñez.

AZUL MARIZAR

Pero esa mar tranquila como la sonrisa de la mañana, sin pedir permiso suele trocarse en destrucción porque sus aguas en brama abandonan su cauce para tragarse en un instante aquella tierra que era tan nuestra porque en su superficie no sólo sembramos plantas y animales, hemos sembrado y cosechado también amores, ilusiones y proyectos que suelen llevarse sus aguas cuando vuelven a su cauce. Por eso después del maremoto, que no tsunami, nos quedamos vacíos, llorando lágrimas negras y recordando lo que fuimos, lo que ya no seremos, porque sus aguas se han llevado para siempre, o un día se llevará a las personas que amamos y a las cosas que queremos.

Por eso el mar para la imaginación humana es la magia de la espera y del encuentro amoroso, pero también para la despedida del ser amado que, a pesar que nos dice bañado en lágrimas, volveré, nuestro sexto sentido nos dice que nos dejará con el corazón “partío” hasta el final de los tiempos. En esta magia de encuentros y desencuentros, la luna y el mar se tienden la mano. Una hermosa canción los enlaza: Luna tú que la conoces/ y dile que en las noches/ muy sólo la espero/ a la orilla del mar. Recuerdos muy tristes me quedan…/

La mirada perdida en el horizonte bañado de azul, el canto del viento, la playa y el revolotear de las gaviotas hacen del mar una mágica estación donde los enamorados, los poetas y los compositores sacan de su lira los mejores versos que luego cantan las aguas en al ritmo de su eterno vaivén. Quién quiera ser poeta que naufragué en el mar, dijo un día el

poeta Pablo Neruda. Y qué decir cuando las cualidades del mar suelen transfigurarse, por obra del amor, en las cualidades del enamorado, de la enamorada, de los enamorados. Cantemos a propósito este hermoso poema: Tú, mar azul, de la argentina Miriam Brandan

EL MAR AZUL DE TUS OJOS

Me cautivó una mañana,

Cuando en medio de la calle

Me crucé con tu mirada

Todo cambio en un momento.

Y la calle ya no estaba,

Me encontraba a tus orillas

Sentada en tu arena clara.

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La espuma de tu sonrisa

Acariciaba mi cara

Refrescando mis sentidos,

Empapándome hasta el alma.

Tú brisa, también azul,

Se colaba por mi espalda

Haciéndome estremecer.

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Y las olas de tus besos

Impidiendo que pensara

Si debería arriesgarme

Y sumergirme en tus aguas.