El capítulo ‘El cometa de Bart’ ya contó en 1995 la misma historia que la película de Netflix… Solo que mucho mejor.
Puedes pensar lo que quieras de No mires arriba, pero su argumento y premisa son los de El cometa de Bart, episodio 14 de la sexta temporada de Los Simpson. No había redes sociales (se emitió en 1995) pero la idea es la misma: un profesor y una alumna descubren por casualidad que hay un cometa en el cielo que está a punto de impactar con la Tierra, intentan avisar a todo el mundo pero las reacciones tanto de las autoridades como de la gente de a pie no son las esperadas y revelan la relación que tenemos con este tipo de noticias y nuestra mezquindad.
El final es diferente (en Los Simpson se puede decir que continúa 4 años después en un episodio de Halloween donde un cohete se dirige a otro planeta con las personalidades más importantes de la Tierra). Sin embargo, en ambas historias no se puede evitar el desastre por el descuido humano y la incapacidad de cooperar. En otras palabras, la moraleja es la misma: somos incapaces de cooperar por el bien común ante las dificultades.
La cuestión, sin embargo, no es tanto que Los Simpson hayan llegado antes sobre el mismo tema y con la misma idea que una película de Adam McKay para Netflix protagonizada por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, sino que hayan llegado mejor. Y que entre las dos (el episodio de Los Simpson y No mires arriba) sea esta última la que parezca un dibujo animado y no la primera. Es decir, es la segunda la que trata esas ideas y pistas de la forma más sencilla y para decir las cosas más obvias y directas, mientras que la primera la utiliza para hacer algo más, para sugerir algo más humano y más complicado. No mires arriba representa lo que ya sabemos. El episodio de Los Simpson intenta decirnos algo más sobre nosotros mismos.
El remedio
Esta parte tiene más o menos las mismas conclusiones. Al haber sido escrito en los años 90, el episodio carece de la crítica a ese dar la espalda a la ciencia que suena tan actual en la película. Todo el mundo cree inmediatamente en la ciencia y en el hecho de que el meteorito está llegando. Pero en la práctica no hay mucha diferencia. Porque, como en No mires arriba, la gente no quiere creer en la amenaza, no quiere preocuparse y prefiere aligerar el contenido amenazante. Así que, en cuanto se anuncia un cohete para interceptar el meteorito, ya no le importa a nadie, excepto por supuesto a los pocos sabios (que en Los Simpson significa Lisa).
La política
No mires arriba hace un gran esfuerzo por intentar interceptar y destruir su cometa, mientras que Los Simpson, en poco más de 20 minutos de duración, se las arregla para incluir el miedo a la gente y también a la política sin importarle una mierda. De hecho, el meteorito sólo golpearía y destruiría Springfield, por lo que en algún momento, al fracasar el intento del primer cohete de destruir la roca, la política renuncia a ayudarles. Lo que lleva a Kent Brockman a decir en antena: «Lo he dicho antes y lo volveré a decir. La democracia no funciona». Y luego, como forma de desvarío final antes de morir, anuncia que toda la gente que conoce es gay.
En Los Simpson, ese gran generador de predicciones, el problema de Estados Unidos son las instituciones. En un nivel micro es la policía, las escuelas y todo lo administrado por el estado, pero en episodios como este está claro que el problema está aún más arriba. A nadie le importa lo que ocurra en Springfield. Pero, incidiendo más, Los Simpson es una serie sobre la televisión, por lo que ocurre que el ciclo de noticias es tal que el de Springfield se lo comen otros porque es la televisión la que marca la agenda de la política y no al revés. Sin embargo, en No mires arriba, el énfasis en el mismo tema (que la política no está realmente interesada en salvar a la gente) solo sirve para reiterar lo que sabemos. Es decir, reproduce lo que todo el mundo ha visto, sin tener un segundo significado que ese cortoplacismo criminal.
La llegada de la catástrofe
Este es el momento en el que las dos historias difieren más (aunque incluso en Los Simpson hay un momento en el que se hace una selección para establecer quién merece vivir y quién no en el futuro mundo post-apocalipsis). Al final, cuando está claro que la tragedia va a llegar y no se puede evitar, sale lo peor de la gente. En No mires arriba esto adopta la forma de la clásica locura caótica de saqueo apocalíptico, mientras que en Los Simpson la idea de que Homer exija entrar en el búnker de Flanders y luego todo el pueblo se apretuje allí también, aplastado, con la esperanza de salvarse, enfrenta a todos con su propia mezquindad. Al final, uno tendrá que salir para que los demás puedan quedarse dentro y salvarse y colectivamente decidirán que debe ser Flanders, el dueño del búnker que amablemente les ha dejado entrar.
No mires arriba opta por cerrar con esa horrible retahíla de latiguillos y lamentos, un momento para moralizar al público y decirle que, desgraciadamente, a pesar de que «nosotros» (los que miran pero también los que escribieron, dirigieron y protagonizaron la película) somos los mejores, la raza humana no ha conseguido evitar la extinción.
Los Simpson, en cambio, con el mismo desenlace (la raza humana no logró evitar la llegada del meteorito), no alecciona a la audiencia ni se pone en un pedestal, sino que involucra a los protagonistas en un momento de increíble purificación. Los Simpson siempre son los peores y aquí, como los demás, lo demuestran incluso cuando en el final, en un momento de comunión con los demás, mientras cantan aceptando su destino mortal, parecen valientes pero al primer indicio de accidente salen todos corriendo, demostrando ser unos cobardes. Parecía que la adversidad les había hecho mejorar, pero siguen siendo mezquinos, egoístas y cobardes.
Y así es como se escenifica el apocalipsis y nuestra incapacidad para trabajar juntos por la supervivencia.
Vía: Esquire IT