LOS SIETE PECADOS TERRENALES DE LA IGLESIA CATÓLICA.

0
911
20100401cucuruchos310.jpg

ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ

Pese a los esfuerzos “modernizantes”, la Iglesia Católica progresivamente ha ido perdiendo gravedad ante el avance, sin prisa pero sin pausa, de los derechos humanos en Occidente, e inclusive en sus zonas periféricas. Lo que otrora fue más que una costumbre obedecer los mandatos de la iglesia católica, así fuera de dientes para fuera; ahora esos preceptos están seriamente cuestionados. Este deterioro obedece a que la inveterada tradición eclesiástica progresivamente ha ido chocando frente a la complejidad de la diversidad de los seres humanos, que sociedades y gobiernos han ido aceptando a regañadientes. Hoy los gobiernos afirman: “La diversidad no es un defecto, es una manifestación de riqueza cultural”.

Aunque algunos dirigentes de la Iglesia han tenido un afán transformista para dar otra cara ante el fenómeno decreciente feligresía, estos esfuerzos han terminado cambiando todo lo adjetivo para que todo lo sustantivo siga igual; por ejemplo, el Sacrosanctum Concilium, que resume el Nuevo Espíritu de aggiornamento de la Iglesia, señala: «Fomentar la vida cristiana entre los fieles, adaptándonos mejor las necesidades de nuestro tiempo, a las instituciones susceptibles de cambio; promoviendo todo lo que pueda ayudar a la unión de todos los creyentes en Cristo (…)” Más allá de ese gatopardismo, lo cierto es la Iglesia desconoce a los nuevos hombres y mujeres que, en el curso de los años, han construido identidades múltiples gracias a la información que reciben en tiempo real que les llega de un mundo informacional realmente existente.

Si bien las contrahechuras de la Iglesia han sido criticadas por hombres como Nietzsche, Foucault y el mismo Marx, no menos cierto es que al interior de sus filas también existen corrientes que pugnan por ponerla al día, pero en sus entrañas existe un Papado Imperial, parecido a la presidencia imperial que ¿existía? en México, que las silencia. En esta breve exposición quiero reflexionar sobre la Iglesia del futuro, ante la emergencia del discurso de diversidad que está erosionando los discursos que pregonan la uniformidad.

MISOGINIA Y ABORTO

1.- Pecado por misoginia. La Iglesia católica ha concebido a las mujeres como seres inferiores que tienen que obedecer a los hombres, a cambio de que el hombre las proteja. En todas las bodas que ocurren en sus muros escuchamos ese sambenito. Esta misma lógica ha conducido a

la iglesia a oponerse tajantemente a que las mujeres puedan hacer carrera eclesiástica, hasta tener en el futuro una fémina que conduzca el papado. Tal es la misoginia que, una vez que el Papa es electo por los cardenales, es sometido al Sanctum Sanctorum que sirve para comprobar que el nuevo Papa tiene testículos y no una “devalorada” vagina. Vale decir que las Iglesias cismáticas, las Iglesias Protestantes, desde los años 50s en su gran mayoría empezaron a actualizarse, y progresivamente, han ido permitiendo que las mujeres adquieran el grado pastoras, ajustándose así a los cambios que sociedades laicas donde las mujeres empezado a liberarse de la tradición que las sometía a ser simples sombras de sus maridos. Esta emergencia ha permitido al “sexo débil” ocupar puestos de bastante relevancia en todas esferas de la sociedad. Todavía en la Iglesia Católica las mujeres son invisibles, a pesar de su creciente visibilidad en este siglo XXI.

2.- Pecado por prohibir el aborto. La Iglesia ha condenado con toda la fuerza de la tradición que la acompaña, al aborto, sin importarle un comino las condiciones en que se producen los embarazos. En algunas sociedades laicas de está permitida la interrupción del embarazo, por ejemplo en el Distrito Federal, hasta las doce semanas y esta “operación” se realiza en los hospitales públicos. Esta decisión es un guiño amoroso a nuestra condición humana; en cambio la Iglesia Católica no sabe, por ejemplo, que en los momentos pico nos enamoramos desaforadamente y nos arrebata el ferviente “deseo” del oscuro objeto del deseo. Pero no sería tan riesgoso tomar por asalto las lunas del cielo, si a ello no se adjuntara que en los genitales se encuentran también los artificios de la reproducción. De ahí los embarazos no deseados/no planeados ahora son remediados con una legislación que les otorga el derecho a interrumpir un proceso de gestación no deseado. Los santones de la Iglesia Católica desconocen lamentablemente de la materia de la que estamos hechos, justamente por eso abominan el aborto.

PLACERES INQUIETANTES.

3.- Pecado por mutilar los placeres. Aunque Octavio Paz dice, en su libro La Llama Doble, que la meditación y el éxtasis que produce la relación con Dios suele generar en algunos miembros de las Iglesias, una sensación emocional parecida al orgasmo. Pero este fulgurante estado emocional no le autoriza a la Iglesia la imposición del Celibato, porque esta prohibición parte de manera simplista a la clerecía en dos mitades, porque los humanos –y ellos son humanos- tenemos la facultad de experimentar lo uno y lo otro: arrebatos de éxtasis frente a lo sublime y arrebatos carnales no menos sublimes en las relaciones sexuales potenciadas por el erotismo y el amor.

Muchas Iglesias protestantes han superado esta paradoja, que a los oficiantes católicos los tiene la borde de un ataque de nervios: simplemente les han permitido que tengan una familia o dicho mejor: que el celibato sea opcional. Han simplificado la complejidad humana, que entreteje en una espiral imperfecta lo sagrado y lo profano, que conforman un bucle recursivo que la Iglesia separa poniéndolos en dos celdas incomunicadas que convirtiendo en seres unidimensionales.

4.- Pecado por simplificar la sexualidad. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana concibe la sexualidad como un simple acto de procreación. La Biblia, en Génesis 1:27, enseña que Dios creó al ser humano «macho y hembra», no homosexual o lesbiana. La Biblia proclama la unión matrimonial entre hombre y mujer «en una sola carne» (Gn 2:24) y abierta a la vida (Gn 1:28). Por ello no es casual que la multicitada Iglesia sea marcadamente homofóbica, al punto de haber expulsado a esta grey del Templo de Dios. Hoy la mayoría de las sociedades democráticas han permitido lo que no podían prohibir: han otorgado plenos derechos a los gay, lesbianas y transexuales para que puedan vivir con los mismos derechos que goza cualquier pareja heterosexual. Es cierto, quedan en Occidente todavía manchones de intolerancia; pero con el curso del tiempo esos candados morderán el polvo, porque esta “minoría” está empujando muy fuerte para lograr su pleno reconocimiento. Hoy lo sabemos que la sexualidad no se agota en la procreación. Su fecundidad se anida en los cuerpos y mentes a través de una multiformidad de placeres que se anudas y desatan en una espiral imperfecta entre sexo, erotismo y amor. Los cruzados del celibato, siempre con altas cuotas de doble moral, nunca sabrán que los placeres nos redimen y nos hacen ser lo que somos.

UNIDIMENSIONALIDAD CATÓLICA.

5.- Pecado atentar contra la salud pública. La Iglesia católica por defender un anticuado derecho a la vida se opone, además del aborto, a la eutanasia. Este mandato condena a los enfermos que padecen alguna enfermedad terminal irreversible, a soportar un sufrimiento innecesario que puede acabar, consentimiento, a través de una simple intervención quirúrgica. Se oponen también por esa concepción del derecho a la vida, a que se planee el crecimiento de la población; por ello no es casual que se hayan convertido en cruzados de los métodos contraconceptivos. Esta defensa de la vida, pues, atenta contra la autonomía de las personas con enfermedades terminales, el derecho de las sociedades a crecer con orden y a la salud por la generación de embarazos no deseados por no

utilizar anticonceptivos y porque las parejas pueden contraer enfermedades venéreas, algunas mortales como el sida. Dicho en términos más amplios el concepto del derecho a la vida de la iglesia católica atenta peligrosamente contra la salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud, Salud Pública no es sólo la ausencia de enfermedad, sino también es el estado de bienestar somático, psicológico y social del individuo y de la colectividad (OMS. 1952)

6.- Pecado por reiterar un discurso sin fisuras a su grey. Los líderes católicos sienten, piensan, hablan y actúan como antediluvianos; como si sus preceptos fuesen una verdad revelada que no admite ninguna réplica. Su monólogo de verdad los estereotipa; pues se han cerrado al diálogo que es lo que fecunda al pensamiento y la acción. Pero este autismo sería un temblor de alta intensidad si sólo ocurriera en los muros de la iglesia; pero cuando su “verdad” se expande en las mentes de millones de fieles a través de misas, confesiones, ediciones, emisiones de radio y televisión, ese discurso se convierte en una catástrofe. Primero porque se convierte en freno “sagrado” para que su “rebaño” siga ampliando sus derechos frente a las instituciones gubernamentales y sociales que se los otorgan a cuentagotas. Tal vez hoy como ayer lamentablemente el discurso de la Iglesia les sirve de ariete las fuerzas más retardatarias de la sociedad. Segundo porque escinde a sus fieles hasta la esquizofrenia, toda vez que la iglesia los ancla en un pasado que otorga infiernos y glorias a descreídos y creyentes, al tiempo que éstos son seducidos a marchar hacia adelante por la promesa de que los derechos humanos pueden ser nuestros derechos. Quizá por ello no es casual que la Iglesia este perdiendo fieles a granel.

LOS ABUSOS DE LOS HOMBRES SIN FISURAS

7.- Pecado por practicar la pederastia. Quizá el colofón de todos los pecados anteriores que anclan a la Iglesia Católica en un pasado ominoso, es la pederastia… Abominar por ignorancia la constitución de los humanos le ha contado a la Iglesia lágrimas de sangre; no sólo por la creciente pérdida de fieles, también por la carencia de sacerdotes, al punto de haber más iglesias que oficiantes certificados para cantar misas. Pero todos estos perjuicios autoinflingidos son de poca monta de frente al daños que les han causado a miles de niños, cuyos padres se los han entregado a la Iglesia para que los catequicen. El resultado de este adoctrinamiento, entre otros “daños colaterales” ha generado que una multitud de infantes y adolescentes que han sido víctimas de pedofilia; porque el discurso simplista de la Iglesia ha desoído dicho popular que nos advierte de los riesgos de nuestra unidad múltiple: ¡Agua que no corre tiene resumidero! Seguramente Marcial Maciel es el paradigma de aquellas contrahechuras, pero permanecen intactas las condiciones para que muchos curas, ateridos por una sexualidad insatisfecha, tengan “arrebatos carnales” con niños y

adolescentes que tienen a su cargo. Este flagelo ha hecho reaccionar a la ONU, la emitir en días recientes una recomendación al Vaticano: “La Santa Sede debe retirar «inmediatamente» del sacerdocio a todos aquellos curas que han cometido abusos sexuales contra menores o que se sospecha que puedan haberlos cometido y denunciarlos ante las autoridades civiles, porque hasta ahora «ha adoptado políticas y prácticas» que han hecho que continúen esos abusos contra decenas de miles de niños.

AL FINAL UN FINAL

Si bien siguen siendo cientos de miles las personas que acuden a las misas celebradas por el Papa en sus viajes por todo el mundo, pero esa masa convencional de gente apenas da razón de la situación real de la Iglesia. En el año 1984 se hablaba de un proceso de decadencia en lo que respecta a la Iglesia. Ahora podríamos compararla a los famosos agujeros negros del universo. Es como la caída de una gran estrella cuyo invisible núcleo central se va reduciendo progresivamente hasta hacerse muy pequeña. Manifiesta su existencia pero sólo por los aturdidos movimientos alrededor de su antigua gran masa. Son trozos muy pequeños de un viejo fragmento que no pueden escapar de la fuerza de atracción.

Evitará la iglesia su caída cambiando su idea del mundo y de los hombres, sólo el tiempo lo dirá. Juan Pablo II atrajo multitudes con su carisma, pero la Iglesia como institución continuó en crisis. Francisco Bergoglio ha captado la atención del mundo por hacer votos de pobreza, pero la Iglesia es algo más que un calogo de papas carismáticos. Necesita entender que los humanos somos una unidad múltiple y eso está en chino.