Los ocho momentos clave en la vida de Kobe Bryant: de un ego desmedido a lanzar 1.000 tiros al día

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*El niño obsesionado con Jordan, el joven rebelde e insolente… hasta el jugador respetado al que sólo las lesiones consiguieron retirar tras dejar una huella imborrable en el baloncesto.

Kobe Bryant murió en el cielo, allí donde acostumbraba a forjar sueños ajenos. Si su existencia se inauguró entre las canastas de su padre, se extinguió camino de un entrenamiento de su hija mayor, proyecto de estrella, fatalmente fallecida también como el resto de ocupantes del helicóptero. Aquel «tap, tap, tap» del bote del balón que le hechizó desde bebé, el baloncesto en el principio y en el fin, el círculo maldito, de Joe a Gianna Bryant, del tipo que quizá lo amó más profundamente que nadie, reconocida obsesión.

Amaneció en la NBA como un ciclón, bajo sospecha por su osadía, con un hambre (y un ego) tan desmedido que le costó la antipatía de tantos y el recelo de los veteranos. Se fue de ella con el hambre intacto, aunque ahora convertido en puro elogio, respeto ganado, ‘el sexto anillo’. Kobe condujo la generación post Jordan, un tránsito peligroso para la Liga, conectándola con el fenómeno LeBron, tres ídolos entrelazados. «Sin aros no habría entendido la naturaleza humana, ni habría sabido cómo liderar. El baloncesto me llevo a todas partes. Ahora soy yo quien lleva el juego a todas partes», cerraba su libro «Mentalidad Mamba». Ese será su legado.

Su infinita carrera estuvo bajo la lupa permanente durante dos décadas. Ocho momentos, como su primer número en la espalda, para intentar sintetizar la leyenda, que nunca harán justicia a un trayecto tan inmenso como único.

1-. PREDESTINADO

Aquel niño con nombre extraño, diferente, se tuvo que hacer fuerte en un país extranjero en el que mandaba el fútbol. Predestinado, siguiendo las andanzas en Italia del destierro de su padre, Joe ‘Jellybean’ Bryant, quien no pudo triunfar en la NBA. La primera de las afrentas a saldar. Cuenta la anécdota que un día, durante un partido, se hizo daño en la rodilla y su única y desesperada preocupación era que aquello le impidiera ser una estrella de la NBA. Tenía 12 años.

Al poco regresó a Filadelfia. Ya se entretenía viendo vídeos, manual de héroe, «trabajando sin tregua añadiendo elementos» a su juego. En Ardmore, en el instituto Lower Merion, se fraguó el mito con su número iniciático a la espalda, el 33, titular desde su año freshman, aunque perdiera 20 de los 24 partidos disputados. En las siguientes tres temporadas ganó 77 de 90. Fue en júnior cuando llegó el estallido (promedió 31,1 puntos, 10,4 rebotes y 5,2 asistencias), justo cuando Kevin Garnett se aventuró por primera vez a dar el salto a la NBA sin pasar por la Universidad. Algo se iluminó en la cabeza de Kobe, quien lo imitaría un año después.

2.- DEBUT

Entonces nadie tan joven había jugado en la NBA… Con 18 años y varias lesiones que estorbaron sus inicios, Kobe, anotador brutal, debutó un 3 de noviembre en los Lakers -fue elegido por Charlotte y traspasado por Vlade Divac– con cero puntos en su hoja de servicios. Sólo en tres partidos de esa temporada superó los 20, camino de espinas para el novato pregonado. Pero no dudó en reclamar a Del Harris más jugadas para él. «La primera vez que llegué a canasta, me golpearon. La defensa pensaba que me tenía controlado. A la siguiente jugada volví y provoqué una falta de ataque solo para enviarles un mensaje». El 17 de diciembre de aquel 1996, se midió por primera vez frente a frente con Jordan, al comando de los Bulls campeones: 30 puntos Air, cinco el novato.

En el concurso de mates exigió foco y lo ganó. «Cuando haces un mate, haces que el adversario conozca tu mentalidad. Le haces saber que estás ahí para humillarlo», dejó dicho. En su segunda temporada, otro hito precoz: el titular más joven en la historia del All Star.

3.- PHIL JACKSON Y EL PRIMER ANILLO

«Phil pensaba que yo era imposible, creía que cuestionaba su autoridad y sus planes. Pensaba que no le escuchaba». También hubo vaivenes con el Maestro Zen, cómo no, pero todo cambió con su unión y con aquel primer anillo volcánico, choque de egos con Shaquille O’Neal. Aquel séptimo partido de las Finales contra los Blazers, ese ‘alley oop’ eterno que inauguraba una dinastía que acabaría en 2005 en la final perdida ante los Pistons, un ‘three peat’ después. «En un esfuerzo por evitar la autocomplacencia de nuestros compañeros, Shaq y yo, conscientes de la tensión que nos rodeaba, la incrementábamos».

4.- VIOLACIÓN

Kobe tuvo, por supuesto, sus propios demonios. Y también episodios turbios, como la denuncia de violación de una trabajadora de un hotel de Eagle, Colorado, en 2003. Una mácula imborrable, vergonzosa hasta por su resolución: pidió finalmente disculpas y sus abogados llegaron a un acuerdo extrajudicial por 25 millones de dólares para evitar la cárcel. Su imagen pública se derrumbó, aunque salvó su matrimonio con Vanessa, juntos desde los 20 años. Tiempo después, dejó una de esas frases que hacían de él alguien diferente. «Creí que los dos estábamos de acuerdo; ahora entiendo que ella no quería que aquello pasara y que no lo ve como yo. Tras meses de escuchar a su abogado y su testimonio, entiendo cómo le ha afectado», afirmó.

5.- 81 PUNTOS

Sólo fue un partido, pero si hay que delimitar la genialidad, ahí queda aquella noche ante los Raptors, con José Manuel Calderón como sufridor rival. Toda la amplitud de su repertorio, labrado a base de la auto tortura, del entrenamiento extremo, de los madrugones, de la obcecación por el detalle (esos 400 tiros en cada entrenamiento, entre tantas rutinas), en ese 22 de enero de 2006 en Toronto. Sólo los icónicos 100 puntos de Wilt Chamberlain por encima de aquella gesta inolvidable. Como tantas cosas, fue un «sueño que tenía de niño».

6.- OROS OLÍMPICOS

La redención olímpica del USA Team llegó con Kobe como capitán, como extensión de todo lo inculcado por Mike Krzyzewski. «Todo cuanto hizo estaba orientado a incrementar nuestra admiración y amor por EEUU. Podías sentirlo en el modo que nos hacía jugar, en la intensidad que demostraba». Se había perdido por lesión el Mundial de 2006, pero la afrenta la sentía propia. En la primera final contra España, errático al comienzo, resultó fundamental con dos triples consecutivos cuando la selección amenazaba con sorpresa. También inolvidable en Londres, los honores con quien ya era su «hermano» Pau Gasol tras otra final para el recuerdo.

7.- LOS ANILLOS CON PAU

Con Pau hubo más que complicidad, «una conexión profunda»Una admiración mutua más allá de los gestos a la galería. Porque se hicieron ganar, porque fueron una bendición recíproca. Hablaban castellano entre sí con asiduidad. Conexión personal y deportiva en un periplo con dos anillos, pero también con los dos MVP de las finales por primera vez para Kobe. «De entre todos los compañeros, sin lugar a dudas, Pau ha sido mi favorito».

8.- LESIONES, EL CALVARIO FINAL

Kobe, siempre en el filo de lo imposible, sobrevivió durante años a los percances físicos. Gary Vitti y Judy Seto fueron sus ángeles de la guardia en los Lakers. En el segundo partido de las Finales del 2000 se lesionó el tobillo, aunque logró volver a tiempo para el anillo. En 2009, una rotura en el dedo índice de la mano derecha le hizo cambiar para siempre su forma de lanzar a canasta. Se adaptó con 1.000 tiros por jornada y el dedo corazón tomando protagonismo en la mecánica.

Pero lo peor, el punto quizá de no retorno, fue la rotura del Aquiles, en abril de 2013. Tenía 35 años. Tardó siete meses en regresar, aunque brevemente. A los seis partidos se rompió la platea tibial externa de la rodilla izquierda. Y finalmente, en 2015, tuvo que ser operado del hombro. Un calvario que quiso endulzar con su temporada de despedida, un homenaje merecido y prolongado en cada cancha de la NBA hasta el último de sus días como profesional (60 puntos). Hasta ese punto y final, su exigencia extrema, con el resto de sus compañeros y consigo mismo. El sudor permanente en su frente despoblada: porque los héroes no son inmortales, pero las leyendas lo son para siempre.