La reciente masacre carcelaria en Ecuador -la peor en la historia de ese país, que dejó al menos 119 muertos- ha vuelto a poner el foco de atención en el problema del hacinamiento en las prisiones.
Muchos expertos han resaltado que la tasa de ocupación carcelaria en Ecuador, del 133%, fue uno de los factores que desencadenaron la tragedia.
Las 52 prisiones ecuatorianas albergan a más de 39.000 presos, unos 10.000 más de los que caben, según cifras oficiales de capacidad carcelaria.
El motín en Guayaquil fue el tercero que se registra en una cárcel ecuatoriana en lo que va de 2021, tras los ocurridos en febrero y en julio, que dejaron 79 y 22 muertos, respectivamente.
Sin embargo, el país sudamericano está lejos de ser el que tiene las cárceles más abarrotadas de la región.
Ecuador ni siquiera está en el «top 10» de los países latinoamericanos y caribeños con las prisiones más hacinadas.
En un ranking del World Prison Brief (WPB), la principal base de datos mundial sobre asuntos penitenciarios, que es compilado por el Instituto para la Investigación de Políticas de Crimen y Justicia (ICPR, por sus siglas en inglés) en Reino Unido, Ecuador aparece en el puesto número 18 de la región.
Para tener una idea de la dimensión del problema, alcanza con observar que solo un país de Sudamérica no tiene sus cárceles repletas: Surinam, la nación menos poblada del subcontinente, donde la tasa de ocupación carcelaria alcanza el 75,2%.
Chile le sigue como el segundo más bajo, con una tasa del 100,4%.
Algo similar ocurre en Centroamérica: allí solo Belice evita la sobrepoblación, con una tasa de apenas el 49,8%, y México le sigue con el 101,8%.
Pero lo que más llama la atención del ranking no es solo que la vasta mayoría de los países latinoamericanos superan, y ampliamente, el 100% de la capacidad de sus prisiones (el ICPR estima que el promedio regional de ocupación es del 160%).
Sino que, además, en algunos países -como puede verse en la tabla más arriba- la tasa de ocupación es dos, tres y hasta cuatro veces mayor que la capacidad.
Los seis peores
Hay seis naciones donde la cantidad de presos es el doble, el triple o el cuádruple del espacio que existe para albergarlos.
Estos países están distribuidos geográficamente por toda la región: dos son de Sudamérica, dos de América Central y dos del Caribe.
El que tiene la peor situación, por lejos, es Haití, el país más pobre del continente americano, que tiene una ocupación carcelaria del 454,4%.
Le sigue Guatemala, que triplica la capacidad de su sistema penitenciario, con el 367,2% de ocupación, y Bolivia, con 269,9%.
Estas tres naciones están entre las diez con peor sobrepoblación del mundo.
Granada (233,8%), Perú (223,6%) y Honduras (204,5%) completan el cuadro de países latinoamericanos y caribeños con poblaciones carcelarias que duplican el espacio disponible.
¿Por qué tienen estos países, y América Latina en general, un problema tan grande de hacinamiento carcelario?
Expertos con los que habló BBC Mundo afirman que, aunque cada nación tiene sus problemas particulares, existe una serie de factores que se repiten y que explican este fenómeno a nivel regional.
No es la falta de cárceles
Seguramente lo primero que pensaste es que el principal problema es que no se han construido suficientes cárceles.
Y tienes razón, en parte. Claramente el crecimiento de la población carcelaria ha sido mucho mayor, y mucho más veloz, que el aumento en las obras de infraestructura para contenerlo.
Pero los estudiosos de la materia aseguran que construir más cárceles no resolvería el problema del hacinamiento.
«Sabemos que cuantas más cárceles se construyan, más se llenarán. Los jueces siempre están bajo presión en ese sentido», señala Sacha Darke, profesor adjunto en Criminología en la Universidad de Westminster, en Reino Unido, quien se especializa en los sistemas penitenciarios en América Latina.
Darke cree que el problema no es la cantidad de cárceles, sino la cantidad de presos.
Resalta que la población carcelaria en la región prácticamente se ha triplicado desde el año 2000, y llama a América Latina la «nueva zona de encarcelamiento masivo».
«Va a superar a América del Norte«, dice, en referencia a la región con más prisioneros en todo el mundo (aunque sin un problema de hacinamiento, debido a una vasta red penitenciaria).
Hoy Estados Unidos tiene la mayor población carcelaria del planeta, tanto en población total (más de 2 millones), como en tasa de presos por cantidad de población (629 presos por cada 100.000 habitantes).
Hay más personas en las cárceles de EE.UU. que en todos los países de América Latina y el Caribe juntos.
Pero el académico subraya que, mientras que EE.UU. llegó a ese récord de 2 millones de reclusos hace más de dos décadas -y desde entonces la cifra no ha crecido-, durante el mismo período en América Latina la cantidad de presos pasó de 650.000 a 1,7 millones.
«En un tiempo las cifras de América del Norte van a empalidecer al lado de las de Latinoamérica, en particular las de Sudamérica», pronostica.
Un informe del ICPR muestra que entre 2000 y 2018 la población carcelaria mundial creció un 24%, en línea con el crecimiento de la población general. Pero en América del Sur el aumento fue del 175%.
Hoy esa región alberga a 1,3 millones de presos.
Pero ¿por qué ha crecido tanto el número de personas encarceladas en esa región?
Esa es la pregunta clave para entender qué hay detrás de la creciente sobrepoblación penitenciaria, dicen los expertos.
Un problema judicial
«El problema principal es de la justicia penal, no del sistema penitenciario, que no decide quién está allí», dice a BBC Mundo César Muñoz, investigador senior en el departamento de América Latina de Human Rights Watch (HRW).
Muñoz apunta a dos falencias específicas de la justicia: su lentitud y su «uso excesivo de la prisión preventiva«.
Las cifras del WPB son muy elocuentes sobre lo segundo: en Haití, por ejemplo, el 81,9% de los presos están detenidos sin juicio.
En Paraguay es el 71.7% y en Bolivia el 65%.
En promedio, más del 40% de los reclusos en Sudamérica están presos sin condena.
En América Central, la cifra promedio es del 35%.
Si a eso le sumamos el hecho de que los procesos judiciales en la mayoría de los países de la región tardan años, se empieza a entender por qué las cárceles se van llenando y superando su capacidad.
Política de drogas
Pero a todo esto se suma un fenómeno más reciente que es clave para comprender por qué se han multiplicado los presos latinoamericanos en tan pocos años, afirman los especialistas.
«Hoy uno de los principales motivos para estar en la cárcel es la venta de drogas«, dice Darke.
«Pero la mayoría de las personas apresadas no son narcotraficantes, sino jóvenes que intermedian entre quienes venden y compran», señala, en referencia al comúnmente llamado «menudeo de drogas».
«En América Latina a toda persona que vende droga le dicen traficante, pero en Europa solo llaman así a los que están en la cima», observa.
El académico británico resalta que en su país el menudeo -también llamado micro-tráfico- no es castigado con prisión, y que este es el motivo por el cual «la población carcelaria en América Latina es muchísimo más joven que la de Europa«.
Darke, al igual que Muñoz, opinan que esta política antidrogas no solo es inefectiva («en un mercado de oferta y demanda, siempre habrá otra persona dispuesta a vender», coinciden), sino que, además, tiene el efecto contrario al buscado.
«Es contraproducente llenar las prisiones de personas que son detenidas vendiendo pequeñas cantidades de droga en la calle», afirma el investigador de HRW.
«Poner a esas personas, ya sea con prisión preventiva o con condena, en cárceles que están controladas por grupo delictivos al final empeora la seguridad pública, porque van a estar en verdaderas universidades del crimen«, explica.
El problema de las bandas
En su libro «Prisons and Crime in Latin America» (Prisiones y Crimen en América Latina), publicado este año, los académicos Gustavo Fondevila y Marcelo Bergman señalan que las cárceles han pasado de ser «instrumentos de incapacitación, disuasión y rehabilitación a impulsores de violencia y criminalidad».
Los enfrentamientos entre los grupos criminales que controlan las cárceles son las que llevaron a las masacres carcelarias en Ecuador, y a motines recientes en varios países más de la región, como Perú, Venezuela y Brasil.
Los expertos advierten que el hacinamiento juega un papel clave en el poder de las bandas.
«La sobrepoblación carcelaria favorece el crecimiento de las redes criminales porque hay menos control del Estado», dice Muñoz.
Y da un ejemplo: «Si tú tienes una celda que es para cinco personas, pero hay 30, los guardias no pueden mantener el control allí. Entonces el hacinamiento favorece el crecimiento de grupos criminales.»
«Las prisiones son un elemento muy importante de estas redes» agrega. «Porque son un lugar de reclutamiento«.
«De hecho, en la región tenemos muchos casos de grupos criminales que se crearon en las prisiones y luego realizaron negocios ilícitos fuera de las cárceles», destaca, poniendo como ejemplo a la organización criminal más grande de Brasil, el Primer Comando Capital (PCC).
Darke, por su parte, dice que en muchos países las autoridades penitenciarias «necesitan a las pandillas para organizar el funcionamiento de la cárcel».
«En algunos lugares estas bandas incluso son designadas por el sistema penitenciario para llevar el orden», asegura.
Lo llama un «cogobierno«.
«Cuando no le das recursos al sistema penitenciario y no tienes el personal necesario, es bastante natural para las personas que trabajan allí, y no pueden manejar la prisión, que busquen la colaboración de los prisioneros», explica.
¿Cuál es la solución para evitar este círculo vicioso, que lejos de evitar el crimen lo perpetúa?
«Hay que invertir en prevenir el crimen, más que en responder al crimen», sugiere Muñoz.
«Es un cambio de mentalidad que sería fundamental en América Latina».
Información por BBC