Cierto, había poca gente en la recepción del domingo en la Sánchez Taboada, pero era un puñado de gente muy enjundiosa, y eso también cuenta a la hora de la hora. Lo estaban esperando como esperan las plantas la primavera para florecer en todo su esplendor. Gildardo Izaguirre, distinguido universitario y mejor escritor, hacía menos ansiosa la llegada del Peje, con su buena vibra y sus chistes a flor de piel. Quizá si hubiera sido uno de esos moderadores acartonados muchos militantes se hubieran comido las uñas por la espera desesperada que estaban sobreviviendo, como dijera un poeta pueblerino.
Pero no hay plazo que no se cumpla y menos tratándose del Señor López, como le dicen sus enemigos políticos. Llegó junto con el químico Benítez y otros acompañantes. Desde la entrada de la Sánchez Taboada levantó la mano para saludar al respetable. De inmediato los morenos y las morenas se levantaron para saludarlo y tomarse fotos con él, porque éstas son la constancia de que son los únicos militantes de los paridos realmente existentes, que se pueden retratar con su líder sin sentir vergüenza… ¿Será?
LÓPEZ OBRADOR EN EL PRESIDIUM.
Una vez pasado el trámite de las salutaciones, subió a “mero arriba”, como le gusta decir. Afortunadamente para esos momentos ya había conseguido unos escalones: no me imagino al Peje subiendo a “reempujones” a un templete, y no porque padezca obesidad como millones de mexicanos, sino porque su investidura y su honestidad valiente no sé si se lo permitan. Pero ese trago amargo lo habían pasado los organizadores pocos minutos antes, alguien les prestó ese adminículo para que el prócer de Macuspana subiera al estrado sin sentir ningún dolor, como dice una canción.
Dicho acá entre nos, se le veía avejentado. Tal vez porque llegaba después de un largo periplo: venía de San Luis Río Colorado, había pasado por algunas ciudades y pueblos de Nayarit y, entre que oscurecía y no, llegó a Mazatlán y eso cansa y desencaja el cuerpo y la cara; vaya ese periplo ni siquiera lo hubiera aguantado El Caballo Blanco de José Alfredo Jiménez. Pero también puede ser que los años se le estén juntando y ya no sea el muchacho fogoso que le dijo don Cuauhtémoc “Yo no voy a pelearme con la Historia”. Tengo la impresión que a él, también la historia lo está alcanzando como al hijo del tata Lázaro.
USTED TIENE LA PALABRA
La fiesta cívica dio comienzo. Mi amigo Maximiliano Ruiz se echó su discurso a capela, aunque traía un rollo escrito de buena factura (Nota aparte). Empezó su discurso López Obrador ya no con la fogosidad de antaño, aunque sí con la misma fuerza y coraje contra los de “Mero Arriba”. Me dio la impresión que había trocado su voz incendiaria por la de un profesor que explica pausadamente una clase a sus alumnos. Habló contra la mafia del poder. Afirmó que Morena no quería hacer un simple cambalache del poder, que luchaba por una profunda transformación del país. En su alocución se llevó en los estribos a Peña Nieto y a su casa blanca; también a MALOVA por prometer un buen gobierno y después salir con domingo siete, y dijo como para amarrar que Juan S. Millán era el cacique de Sinaloa. En fin, nada nuevo bajo el sol…
Pero entre todos los temas y problemas que denunció, uno de ellos dispuso de mayor tiempo de abordaje: la Corrupción, con mayúscula. La Corrupción –díjonos- es el principal
problema que padece el país. Después de esta afirmación hizo un cálculo rápido, al señalar: “Lo menos que se roban los políticos corruptos es el diez % del presupuesto nacional, que este año es de 4 billones 600 mil millones”. Y si esto es cierto, como creo que lo es, porcentajes más, porcentajes menos; la verdad es que estamos jodidos con esos manilargos como boquiflojos, que por copiar a los anglosajones llamamos clase política. Además señaló: “Con esa friolera de miles de millones tendríamos apoyos al campo, empleos y todo lo demás…” Por cierto López Obrador va por su tercera candidatura a la Presidencia de la República, y como dicen en mi rancho: la tercera es la vencida, para bien o para mal. Dicho sea de paso, el jefe de Morena esta vez venía vestido de paisano: venía enfundado en un pantalón de mezclilla y una camisa casual, como dicen algunos modistos que la hacen de finos.
LA CORRUPCIÓN… ¿Y SU REMEDIO?
La corrupción es, en efecto, un mal endémico de México. Pero denunciar públicamente ese pesado lastre si bien es una muestra de valor, pero eso no basta; menos ahora que requerimos propuestas de reforma del Estado después de lo ocurrido en Tlatlaya y Ayotzinapa; pero también porque otro de los tantos frentes en los que opera la corrupción, por ejemplo, el tráfico de influencias, tenemos los asuntos de la la Casa Blanca y la Casa de Luis Videgaray. Hablar de corrupción en abstracto en estos días sin proponer nada en una circunstancia en que la sociedad esta indignada y exige una propuesta anticorrupción, es por lo menos actitud irresponsable, por decir lo menos.
Habré que decir que no les falta razón a los analistas que afirman que López Obrador cree que el combate a la corrupción no es asunto de leyes e instituciones, sino de hombres probos como él, porque con hombres de su temple, una vez llegado al poder, todos los males de México acabarán como por arte de magia, una vez que se hayan echado a los mercaderes del templo, por supuesto. En éste, como en otros casos peliagudos, López Obrador se ha convertido en un hombre de largos silencios. Hoy es su tiempo. Hoy ocupamos sus propuestas, porque estamos muy sobrados de denuncias. Remember el chavismo. He dicho.