EL HOMBRE CABALGA UN ANINAL QUE LO CABALGA.
Elio Edgardo Millán Valdez.
En alguna parte Cioran afirmó que él prefería a los cínicos que a los hombres erizados por el principismo. La razón de su preferencia era que los fundamentalistas podían asesinar porque el fin o los fines que persiguen les justifican todos los medios, inclusive el de la muerte para quienes real o supuestamente se interponen en la concreción de sus “luminosos” propósitos. Creo que Cioran se equivocó; pues desde mi perspectiva los cínicos son, más allá de los matices, como el espejo de los hombres “íntegros”: porque para alcanzar sus “innobles” fines no les importa usar las estrategias más deleznables: entre ellas eliminar a aquellos que se interponen en su sinuosa senda.
Max Weber, muchos años antes, desmintió a Ciorán porque él no discute la calidad de los fines de los individuos o de las organizaciones, sino en los medios que ponen en operación para conseguirlos. Al respecto afirmó: racionalidad de medios con respecto a fines; es decir, que la consecución de las quimeras humanas tienen que estar sujetos a la ley y sujetos a una ética de la responsabilidad que haga legítimos sus propósitos. América Latina ha oscilado, por desgracia, entre estos dos males endémicos: A América la han gobernado, en efecto, los cínicos en “disfuncional” alternancia con los fundamentalistas: y ambas bandas han dejado tras de sí una larga fila de cruces, y las repúblicas que han utilizado como trampolín político para sus fines las han dejado devastadas.
LA MISIÓN Y SUS MISIONEROS.
Quizá Venezuela sea el mejor ejemplo de esta enfermedad que nos ha asolado. Después de la depredación que hicieron de esa república los “Andrespérez”, les han seguido los hombres providenciales: el comandante Chávez y su sucesor Maduro. Quizá en lo sí tiene razón Cioran es que los hombres “íntegros” tienen más rating que los hombres de “chicle”. Inclusive los primeros son admirados y temidos y los segundos son detestados pero igualmente temidos. Para los primeros existen escuelas, organizaciones, partidos, catecismos, guías, gurús que pretender la formación del “hombre nuevo”, esto es, un hombre sin fisuras, intachable hasta la reverencia. Tan apreciado es este modelo de hombre que ya se promociona en otros ámbitos: existe ya educación integral, pan integral, leche integral, la salud integral y demás productos “integrales” que suelen copiar las virtudes del hombre que no da un paso atrás ni siquiera para tomar impulso.
En cambio se tiene profundo desprecio por los cínicos, por esos seres que viven, obran y roban sobre todo en el ubicuo espacio de lo oscurito. Esos débiles de carácter que son habilísimos para no rendir cuenta de sus actos, se su patrimonio y de sus fortunas. Quizá aborrezcamos a estos hombres porque se parecen demasiado a nosotros, digo a nosotros porque fuimos formados por tres largos siglos por una rampante corrupción, que se convirtió en el “unto” que hacía que se moviera y hasta prosperara nuestra mórbida res pública. Y no es que los hombre providenciales no coincidan con estos alfeñiques de la moral, sólo que ellos si tienen permiso –o ellos de dan permiso- porque la causa trascendente que mueven y los mueve les autoriza a realizar las peores atrocidades porque saben, como Fidel Castro, que la “historia los absolverá”.
LOS FINES DE LA HISTORIA CON MAYÚSCULA
Pero habría que decir que los hombres íntegros no sólo son crueles con los demás, son también crueles con ellos mismos. Están dispuestos a morir en el campo de batalla para defender sus ideas. Creo que ésta es también una diferencia que los distancia de los moralmente inmorales: éstos no están dispuestos a morir por sus ideas porque no tienen ideas, tienen sólo intereses. Quizá este idealismo que se expresó en “Patria libre o morir por ella”, se parezca en este aspecto a la gesta de Job, según la cual ofrendó la vida de sus hijos para demostrar su fidelidad a Dios; lo que es lo mismo: inmoló a sus hijos para demostrarle a la Historia que era un hombre íntegro en materia de ideas y creencias. Es muy doloroso que alguien muera por sus ideas; pero es aún más doloroso que por las ideas de los hombres providenciales mueran o se empobrezcan las nacionales que comandan como sus comandantes.
Tal vez el fulgurante surgimiento de hombres de hierro – que ha hierro matan y, a veces, a hierro mueren- , y renuente permanencia de la inmensa recua hombres que van en pos de lo suyo aunque no sea de ellos, nuestras instituciones carezcan de la solidez que poseen las de los países regidos por la ética protestante y ello seguramente también explique el porqué nuestra democracia sea un barril sin fondo, porque en su nombre se cometen las peores truculencias. Pero es posible asimismo que por el mismo motivo en México no tengamos ciudadanos sino clientelas. Y ahora parece que la circunstancia de América Latina vira a favor de los caudillos. Seguramente viviremos un largo chavismo sin Chávez.