Texto: Victor Joel Armenta / Video: Mahatma Millán
Si el Centro Histórico de Mazatlán es el corazón de la cultura porteña, el Paseo de Olas Altas es su cuna, el sitio donde anidan las venas del puerto viejo, la puerta de entrada de los vientos que refrescan la ciudad antigua.
Esta es la única calle de la ciudad que conserva su nombre original, desde los inicios de Mazatlán, cuando aún era la antigua villa de pobladores, mecida por la brisa que llegaba desde mar abierto, arrullada por el golpeteo de las olas, despertada por la marejada que, al alba, inundaba la calle y extendía la playa.
Esta vía ha sido el escenario principal de las fiestas de Mazatlán, desde el Festival de Olas Alas que ocupaba toda la calle, desde mediados del siglo XIX hasta el Carnaval contemporáneo. En sus mejores momentos, casi medio millón de personas la tomaron como pista de baile, y depositaron sus más intensas pasiones. El Paseo se ha visto, desde siempre, ebria de gozo, de música, de amores, de placeres desbordados y de historia.
El primer antecedente del Paseo Olas Altas fue la construcción de un dique, en la década de 1830, para contener las inundaciones, que arremetían con fuerza llevando las arenas hasta la Plazuela Machado. Sobre ese dique se extendió el paseo, desde el Cerro del Vigía hasta la punta de la bahía, donde hoy se encuentra la Glorieta Sánchez Taboada.
Allí se encuentra la mayor concentración de monumentos en Mazatlán, desde El Venadito, La Mujer Mazatleca, Ferrusquilla, Los escudos de Sinaloa y de Mazatlán, la estatua de Pedro Infante. En el extremo norte del paseo la Glorieta Sánchez Taboada ofrece varios atractivos visuales, desde la Plaza de los Enamorados, la Piedra de los Clavadistas, el monumento al Benemérito de las Américas, el presidente de México Lic. Benito Juárez, una sirena y su Cupido, y el bullicio de los vendedores y compradores de golosinas, elotes, tortas, jícamas con chile, cocos, artesanías y una diversidad de mercancías.
Las bancas de Olas Altas son un punto de ubicación excelente para contemplar la Isla del Cardón, la Isla de Lobos Marinos, el ir y venir de los buques y las embarcaciones, y las fantásticas puestas de sol en el mar que valen por sí mismas, son mágicas. De noche las luces de los restaurantes, los hoteles y el caserío en la rivera de la bahía tienen un colorido espectacular.
Al pie del paseo brilla la arena blanca de la Playa de Olas Altas y un conjunto pétreo de rocas verdizas, en el mar el oleaje alto es magnífico para los aventurados surfistas, con crestas que parecen confeccionadas en encaje blanco, y todo flanqueado por el Cerro del Vigía, donde se asienta el Colegio Pacífico, en un extremo, y en el otro un promontorio de rocas donde se ubica la Carpa Olivera recién remozada, en un escenario digno de figurar en la mejor postal del puerto.
En el extremo norte del paseo se encuentra también el Cerro de La Nevería, punto estratégico en la defensa de la ciudad cuando el ejército francés intentó desembarcar en el puerto, bajo la protección de los cañones de la fragata “La Cordelliere”, en marzo de 1864.
Todo eso es Olas Altas, cultura e historia imprescindible en el puerto heroico de Mazatlán, la Perla del Pacífico, cuyos pies lame el Mar de Cortés, eterno enamorado de la ciudad.