LA DEMOCRACIA DEPENDE DE LA INDEPENDENCIA Y LA COOPERACIÓN DE LO CONTRAPODERES (1de 2)

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La División de poderes fue inicialmente teorizada en el Segundo Tratado sobre el gobierno civil, un manuscrito político de 1690 escrito por el inglés John Locke en el que propuso tres poderes para hacer funcional la democracia: el Poder Legislativo que crea las leyes, que era el principal; el Ejecutivo, que velaría por la aplicación de las leyes; el Poder Federativo, que conduciría las relaciones internacionales, en particular el poder de hacer la guerra, celebrar tratados y establecer relaciones diplomáticas.
La Separación de poderes es materializada por el filósofo político francés, el Barón de Montesquieu, quien en 1748 escribió El espíritu de las leyes, que identificó tres poderes del estado del Estado democrático: Legislativo, Ejecutivó y Judicial, éste último reemplazó al Federativo propuesto por Locke, además para Montequieu ningún poder tiene preponderancia de un poder sobre otro, para que ninguno pueda dominar ni ser dominante.
MÉXICO, EL PRESIDENCIALISMO Y LOS CONTRAPODERES.
A diferencia de Europa y Estados Unidos que adoptaron la democracia y los poderes que la sustentan, America Latina, hija del caudillo hispano/árabe, ha tropezado mil veces en el callejón sin salida de los golpes de Estado, la ingobernabilidad, las dictaduras duras y las blandas, pero también ha tenido democracias sin demócratas. Ha vivido en el abismo de la inestabilidad, con sus secuelas de pobreza, violencia corrupción y la perniciosa impunidad y, más aún, ha sufrido cruentas intervenciones militares y “diplomáticas” del puritanismo norteamericano, tanto militares como “diplomáticas”. Hemos sido su patio trasero.
Nuestro umbral en materia de gobernanza arribó en los últimos 35 años, particularmente en nuestro país, a una face por demás contradictoria: El presidencialismo, modelo mundial de longevidad y de aparente estabilidad, fue relativamente acotado primero por la quiebra del PRI y la emergencia de nuevos partidos políticos al Congreso y a puestos públicos a través de elecciones a través de la edificación independiente del IFE, llamado después del INE, así como la construcción progresiva de las organizaciones de la sociedad civil. Entre esta emergencia, aún barroca, entre de las viejas mañas y sus contagios y las nuevas artes de la democracia, nos sorprendió la elección de 2018, en al cual Andrés Manuel López Obrador arrasó con el 50% de los votos.
UN PASO ATRÁS Y NINGUNO ADELANTE.
Todo parecía que íbamos por el camino correcto, que sólo nos faltaba una porción de tiempo para consolidar la democracia en México, para estar a tono con la propuesta del Barón de Montesquieu. Y los demócratas de a de veras pensaron que Andrés Manuel podría completar este proceso que nos había constado sangre, sudor y lágrimas a miles de mexicanos, que en rigor era configurar un régimen democrático sin simulaciones ni discursos que atentarán contra este proceso que se había iniciado no sin rodeos ni vacilaciones. Lamentablemente no fue así, no ha sido así y probablemente no sea así.

Andrés Manuel desde antes de tomar la presidencia empezó ha operar en sentido contrario, es decir, ha desmontar el proceso de afianzar y construir contrapoderes que nos permitieran avanzar sin sobresaltos a una democracia de a deveras. Mañana despejaremos el cómo y porqué le ha imprimido a su gobierno un proceso riesgoso de que Él, y sólo El, debe ser la voz cantante en México.