*Desde los tiempos de los piratas
*Que el Diablo se la llevó…
La Cueva del Diablo en Mazatlán, Sinaloa, es ya una leyenda a nivel nacional e internacional, y sobre ella se cuentan muchas historias, ya mayoría inverosímiles de que el que entra no sale o que se aparece el mismo Lucifer, pero lo cierto es que se ha vuelto un atractivo más del puerto que los taxistas mencionan y pasean a los turistas por ese lugar que se ubica en una de las faldas del Cerro de la Nevería, en el Paseo Olas Altas, allí en una de las partes más bonitas y hacia el Océano Pacífico.
Dicen, por ejemplo que hace 300 años, los comerciantes guardaban el “oro blanco” la codiciada sal en los tiempos de los asaltos de barcos piratas; otros se refieren a que los pescadores guardaban el hielo y sus productos por ser un lugar frio.
Una de las leyendas que van hacia lo triste es que una noche de carnaval se apareció un elegante catrín, vestido todo de negro y hasta el sombrero de copa, de facciones atractivas y que le gustó una de las bellas mazatlecas; ya llevó a cenar a un restaurante llamado entonces “La Chiripa” –otros dicen que era una taquería-, y después la vieron entrar a esa cueva con la desconocida figura de negro y jamás se supo de ella y como recuerdo sólo quedó una figura en color rojo al fondo de la cueva.
Sinaloa en Línea.com recorrió el túnel y apenas son unos 40 metros con una altura de 1.80 metros aproximadamente, con oquedades más altas, y aunque no olía a azufre, vimos unas pinturas rupestres, probablemente de fechas muy cercanas.
Lo cierto es que la Cueva del Diablo impone por fuera y por dentro se siente frío de este invierno, pero nada que adentro te quemas y menos que te lleva el mismo chamuco.