Inyecciones, exorcismos y psicólogos: testimonios de terapias de conversión

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En México, cuatro de cada 10 miembros de la comunidad LGBTTTI sobrevivieron una terapia de conversión. 

Ciudad De México.-

Kenia Citlalli decidió irse de su casa a los nueve años debido a los golpes y humillación que sufrió por parte de su familia, quien pretendía cambiar su orientación sexual ya que es una mujer transgénero; “me hacían sentir que cometía un error”, narra la sobreviviente de una terapia de conversión, las cuales ya están penadas en la Ciudad de México.

A los seis años, Kenia se definió como transgénero y a los ocho sus papás la llevaron a una clínica para tomar terapias de conversión, que consisten en intervenciones psicológicas, médicas y hasta religiosas, lo que le ocasionó daños físicos y mentales.

En entrevista, narró que en la clínica la obligaban a jugar «cosas de niños» y le inyectaban una sustancia; además le decían que se tenía que comportar como un hombre.

«Era un consultorio y me tenían como una hora preguntándome cómo me sentía, qué sentía al ver a un hombre o a una mujer. Me hacían jugar cosas que no me gustaban como canicas, futbol y a estar con los niños. Lo que siempre me decían era que un hombre debía ser un hombre y una mujer una mujer», recordó.

Además de las terapias, su papá propiciaba que sus hermanos la agredieran física y verbalmente, lo que la hizo huir de su casa siendo sólo una niña.

«No lo entendía, no me explicaba por qué me llevaban a esas consultas. Yo me sentía mal porque nadie me entendía, yo me decía: me gustan los niños, pero me gusta jugar con las niñas. Me hacían sentir mal; al final del día, me daba mucho miedo e incertidumbre externar lo que yo sentía», platicó.

Tras salirse de su casa, Kenia se refugió en las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México y para sobrevivir se convirtió en trabajadora sexual a los 11 años, lo que le ocasionó contagiarse de VIH a los 13.

«Me golpeaban, me exhibían, eso fue lo que me empujó a que me fuera de mi casa. Lo que quiero resaltar es el miedo que llega a un ser humano, cuando no tiene una verdadera guía. Si hubiera tenido todo ese apoyo, pues entonces todo esto se hubiera evitado», dijo.

Con el paso del tiempo, Kenia pudo salir adelante y consiguió un lugar para vivir; también se alejó del trabajo sexual. Actualmente, la mujer, de 47 años, preside la asociación Casa de las Muñecas desde la que lucha por la inclusión y apoya a las personas que sufren discriminación por su orientación sexual.

De acuerdo con la organización Yaaj, al menos cuatro de cada diez personas de la comunidad LGBTTTI en México son sobrevivientes de terapias de conversión o Esfuerzos por corregir la orientación sexual e identidad de género (Ecosig), como Emiliano de 22 años, quien reconoció su homosexualidad con el apoyo de sus amigos de la universidad, pero con su familia, la historia fue muy diferente.

A los 19 años, el estudiante comenzó a cuestionar su sexualidad, por lo que decidió acudir a terapias psicológicas con el fin de esclarecer sus dudas y sabiendo que no tenía #NadaQueCurar, decidió platicar sobre la situación con su familia, que en un principio parecía apoyarlo.

«Primero me apoyan con dinero, pagándome un psicólogo. Comienzan a llevarme con diferentes psicólogos, me dicen que yo no tenía nada malo», contó.

Poco después, la situación cambió. Su familia lo llevó a Cuba para que estuviera con trabajadoras sexuales, pero al no haber cambios, poco a poco el apoyo se desvaneció en lo económico e incluso lo privaron de su libertad.

«Pero es eso, te llevan con muchos psicólogos hasta que encuentren uno que les diga lo que quieren. Me llevaron a Cuba para estar con trabajadoras sexuales, luego empecé a dejar de tener permisos para salir y me dejaron de dar dinero. Finalmente, me salí de ahí», contó.

El rechazo de su familia le ocasionó estrés postraumático y no sólo abandonó su casa, sino que también tuvo que dejar sus estudios por un tiempo.

«Sufrí un estrés postraumático por estos eventos. Hay un antes y un después, esto es un parteaguas en mi vida, es una historia que nunca voy a olvidar. Si tu familia es quien te discrimina, ¿qué puedes esperar del exterior?»

Sin embargo, encontró el apoyo en algunos de sus parientes lejanos, y con el tiempo, logró conseguir una beca y un trabajo para salir adelante.

«Mi tía me abrió las puertas de su casa, conseguí trabajo en una productora, después conseguí una beca para poder estudiar y con eso pude retomar mi vida», detalló.

Al contrario de Kenia y Emiliano, la historia de Jazz comienza con su devoción a la Iglesia. La joven de 29 años se definió como mujer transexual-pansexual desde los cinco años, y aunque contaba con el apoyo de su familia, fue víctima de Ecosig al tratar de buscar respuestas en la religión.

A los 17 años, Jazz comenzó su transición sexual, por lo que un día acudió vestida como mujer a la iglesia donde daba catecismo, y acompañada de amigos que también eran transgénero.

Con lo que no contaba, era que después de una misa la exorcizarían.

«Yo voy a una iglesia porque yo soy una persona religiosa, me siento bien con mi parte espiritual. Me empiezan a invitar a pasar al frente, el padre me pone la mano en mi frente y me dice: que pase la sangre de Cristo que tiene poder ¡Saca a los demonios de la sexualidad!», narró.

El ritual se repitió en varias ocasiones, lo que la hizo confundirse sobre su transición a mujer e incluso comenzó a invitar a otros hombres transgénero.

«Empecé a invitar a hombres trans a la iglesia, porque me sentía bien, principalmente por el apoyo emocional, a pesar de que me hacían estos tipos de exorcismos. Pero luego comenzaron a subir de frecuencia, ya no sólo duraban 10 minutos, ya eran 30 minutos o hasta una hora», contó.

Así continuó por varios años, hasta que algunas de sus amistades, entre ellos psicólogos y sociólogos, le comentan que no estaba bien lo que le hacían, hasta que un día decidió dejar de negar su identidad.

«Me voy al Estado de México, donde me piden que no deje mi terapia, que no deje de ir a la iglesia, entonces me recomiendan una iglesia y sucede lo mismo, me pasan al frente: que pase la sangre de Cristo…, esa frase nunca la voy a olvidar.

«Me regreso a la Ciudad de México. Regreso un poco más abierta en mis ideas y vuelvo a ir a la iglesia, tenía ropa de niño que pedí prestada. Les pido que me ayuden, me hacen lo mismo, me pongo a llorar y grito, les digo que no, que no puedo, que es algo más que yo, abrazo al pastor y a la hermana y les digo que no puedo cambiar, vengo con la ropa de como corresponde, pero que no puedo cambiar».

Tras su aceptación, Jazz se resintió con la iglesia por un tiempo, pero hizo una buena amistad con el pastor, incluso mencionó que lo ve de vez en cuando.

¿Que daños ocasionan las terapias de conversión?

Paola Santillán, activista LGBTI y coordinadora de Mujeres Diversas en la organización Yaaj, explicó que las terapias de conversión pueden causar daños muy severos como: depresión, ansiedad e incluso el suicidio, por lo que los sobrevivientes deben tener una reparación integral.

«Es hacer una reparación integral del ser humano. Los que sobrevivimos por supuesto que tenemos que recorrer un largo camino para encontrar la resiliencia. Es muy importante buscar una red de apoyo y también para los padres», dijo.

¿Cómo se sancionan en la CdMx?

El Congreso de la Ciudad de México tipificó las terapias de conversión como Delitos contra el libre desarrollo de la personalidad y la Identidad Sexual, al adicionar el artículo 190 Quater al Capítulo VII del Código Penal local, que indica las sanciones:

  • Cualquier persona que imparta u obligue a otro a recibir una terapia de conversión se le impondrán de dos a cinco años de prisión.
  • Asimismo, deberán realizar cincuenta a cien horas de trabajo comunitario.
  • La pena se duplicará 50 por ciento si la terapia de conversión se realiza en un menor de edad o persona con dificultades para comprender el significado del hecho.
  • Este delito se perseguirá por querella.

Buscan sancionar las terapias de conversión a nivel nacional

Santillán comentó que hasta ahora la Ciudad de México es el único estado del país que sanciona las terapias de conversión; sin embargo, junto con la iniciativa que se impulsó en el Congreso capitalino, también se presentó una al Senado, la cual aún no está en discusión, pero ya fue abanderada por senadoras como  Citlalli Hernández, Patricia Mercado y Alejandra Lagunes.

Información por MILENIO