ESTO FUE LOS QUE LE DIJE AL PINCHE PSICONALISTA (I DE 10)

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ESTA ES UNA SERIE SOBRE EL LUISÓN. ES UN CULEBRÓN COLOMBIANO PARA TV..

HOLA  MI QUERIDO Y NUNCA OLVIDADO AMIGO

RANGES PÉREZ BACACEGUA.
MI PERIODISTA PREFERIDO.

Por favor léeme, óyeme, cabrón, a los amigos nos les deja colgados de la brocha, y menos aún a un muerto en vida, que pronto será una vida muerta.

Tal vez cuando leas este mensaje, aún a la antigüita, seguramente ya seré cadáver que al sepulcro va. Me estoy muriendo. Y yo que me creía inmortal en aquellos tiempos en que los patos se tiraban a las escopetas. Si me vieras ahora, después de dos años recluido en un pinche cuartucho, si me vieras no creerías que soy yo. NI yo mismo me conozco; de verás, no parezco ni pinche sombra de aquello que un día fui.

Seguro que me recuerdas de joven. Te consta, era un pinche torazo; de esos que ya no hay en la pampa, de esos que salían a matar al mamut de la burguesía sin perder el bigote. Tú sabes que no alardeo: en esos tiempos era chingonsísimo. Acuérdate que en esos días de ilusiones febriles no dejaba a una sola compañera pa’comadre, porque entre más hacía el amor más ganas me daban de hacer la revolución, como dijera un clásico… Y mejor aún, vato, me echaba hasta 35 mítines relámpago con una voz que no parpadeaba por más fuerte que fuera la arenga. Además podía atender en una sola noche 15 comités de lucha sin pestañear, y recitar con marcial donaire el Qué Hacer y Quiénes son los Enemigos del Pueblo, de mi padrecito Vladimiro Lenin. ¡Qué tiempos! ¡Qué tiempos aquéllos!… Pero ahora me estoy muriendo, cabrón…

De veras, en esos tiempos de mi jumentud era más cabrón que bonito. Era un ventarrón y mi voz era de trueno; era más explosivo que las trompetas de Jericó. No es por nada, pero tenía una fuerza que no admitía femeniles desmayos.Y heme ahora; y heme aquí ahora, cabrón: parezco un pinche perro chihuahuense que ha sido molonqueado por un buldog tipo Hammer, de ese tipo de molonqueadas en las que sólo hace falta que se lo cojan a uno. Y por cierto, hacen pocos días que supe realmente lo madreado que estaba, porque una cosa es suponerlo y otra es saberlo a rajatabla. Verás, uno de estos días uno de mis nietos me trajo a regalar un espejo, y cometí la pendejada de verme en él. No los vas a creer, cabrón, al ver el esperpento en que me convertí, lloré a carcajadas…Lloré a moco tendido hasta que ya no me quedaron más lágrimas en este pobre corazón de huérfano.

Y no era para menos: en vez de aquella feis encantadora, sólo me ha quedado un puño de arrugas que semeja la imagen de un huevo podrido; en aquéllos ojazos que hipnotizaban a las chicas, quédanme hoy dos hoyos negros y rugosos que lloran al destino sin sentir ningún dolor. Y mi nariz romana, que pudo haber sido declarada monumento histórico de la humanidad, se ha achatado hasta convertirse en un promontorio de no sé qué pinche mierda, y eso que nunca probé una gota de alcohol y apenas dos o tres carrujos de mariguana…

Y mi boca, en cuyos labios naufragaron las diosas del Olimpo, hoy carece de comisuras como si me hubiera comido lentamente los labios, al punto que babeo cuando hablo, cuando callo, cuando lloro y… la panza, cabrón, ay mi pinche panza, la tengo tan culimpinada que me avergüenza recordar que enronquecí gritando en las manifestaciones: ¡Burgueses güevones, por eso están panzones!” a los pobres viejitos que sesteaban en las banquetas. Y qué decir a estas alturas de mi pata de palo, qué decir de ella….Sólo diré lo que Plaza expresó con amargura de la suya: “El éxito no fue malo/vencimos a los traidores/ y volví pisando flores/ con una pata de palo. /Cubierto de gloria, chico/ dejóme el gobierno cruel / había que comer laurel/ como si fuera borrico…

Pero a pesar de todas esas contrahechuras, se puede vivir; se vive peor, es cierto, pero se vive. Vaya hasta se puede vivir con una pata de palo como la que ahora luzco, porque cuando uno se aferra a la vida puede imaginarse que está encarnando al capitán Garfio en algún teatro pueblerino, pues es mejor morir de a poco que morir del todo. Sí, se puede vivir de cualquier forma, pero hay una con la que no se puede vivir. Resulta que el horror que me causó verme al espejo, fue inmensamente menor a la que me produjo la cara asco que pusieron mis familiares esa tarde que lloré como un cochi recién capón.

Y te cuento que les causé un asco, porque cuando exploté de tristeza por mis contrahechuras, en vez de acercarse a mi para secar mis lágrimas, todos dieron un paso atrás mirándose de reojo, como diciéndose: Y yo por qué. Enseguida, casi en coro, alzaron los ojos al cielo, probablemente pidiéndole a Dios que esa tarde entregara la zalea para nunca jamás, para liberarse por fin del pinche fardo asqueroso en el que me he/han/habían convertido.Y en el fondo, pero muy en el fondo, los comprendí, pues tienen batallando conmigo desde se me complicó la diabetes con aquel balazo que me dieron en la rodilla los putitos de la Brigada Blanca. Desde ese día, no te miento, cabrón, he deseado que me lleve la chingada, porque todo puede aguantar uno, cabrón, menos que te tengan asco la gente que más amas en este pinche mundo carapanda…

Pero como digo una cosa, digo otra, cabrón: así como quiero colgar los tenis y cuanto antes mejor, al mismo tiempo me asalta en las noches un pánico infernal: me asalta la horrible certidumbre que el día menos pensado entregaré la zalea. De veras, cabrón, siento mucho miedo ante la perspectiva del último pujido; un miedo que no pocas veces me hace ver una mancha negra que se me viene encima, y que luego adquiere el rostro de los pinches zopilotes que revolotean alrededor de la cama queriéndome sacar los ojos. Es cierto, cabrón, un temblor me recorre el cuerpo hasta paralizarme el alma, y cuando estoy en el climax de ese sufrimiento, involuntariamente me meo a gotitas.

De veras, cabrón, siento horror tan sólo imaginarme muerto: todas las noches me devano lo sesos pensando que al día siguiente ya no despertaré. No puedo asimilar la idea de que me meterán en una caja y me enterrarán. imagínate, cabrón, cómo podré respirar y, peor aún, cómo podré salir de ese pinche infierno si algún día despertara. Y en esas las noches de luna atravesada me atrapa una horrible pesadilla: unos gusanos, con dientes de cuchillo, me están fileteando sin misericordia: empiezan por lo pies, los muslos, el culo, la panza y cuando están a punto de devorarme los ojos, les grito hasta el desmayo: ¡Hijosdesupinchemadre vayan a comerse los ojos desuchingadamadre! Y al golpe del grito se transforman en caballos, en hienas y después en viento negro que se ciñe a mi cuello con unas garras de acero para apagarme para siempre el resuello. Y me despierto llorando, y no te miento, cabrón, llamo a mi mamá como cuando estaba chiquito… Me he vuelto muy culón; pero es que me estoy muriendo de miedo, cabrón…

Pero no te escribo para que te apiades de mí, cabrón. Es más no sé ni para qué te cuento tantas pinches desgracias que tanto me avergüenzan, tal vez porque hoy no tengo siquiera un perro con quien hablar…, pues casi todos mis amigos y enemigos me han mandado a la chingada. Pero tal vez este recuento de daños te sirva de algo, porque cuando veas las barbas de tu camarada felpar….

Lo que si te exijo, dicho sea de compa a compa, es que no le digas a nadie que aquel machín que se curaba las balas con saliva, se ha convertido en un pinche lloricón a la hora de la muerte. Por favor, jamás le confieses a ningún ojéis que me aculebré a la hora de colgar los tenis… -El resto del párrafo está ilegible. Existen en él tres o cuatro escrituras encimadas, que se combinan con tachones y dos que tres borrones. (CONTINUARÁ MAÑANA).