ESTO FUE LOS QUE LE DIJE EL PINCHE PSICONALISTA (3 DE 10) ESTA ES UNA SERIE SOBRE EL LUISÓN. ES UN CULEBRÓN COLOMBIANO PARA TV.

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No acababa de decírmelo, cuando empecé a sentir que una lumbre recorría mis entresijos, pero llegué casi al desmayo cuando me di cuenta que me estaba mirando con unos ojos de que si te descuidas te la deja ir hasta el fondo del desfiladero…Pasado el estremecimiento, que fue un instante eterno, me aseguró que la hipnoterapia era el non plus ultra contra los desasociegos de la mollera tan pródigos en la vieja militancia izquierdista, cuyos hábitos le impedían hacer otra cosa que no fuera la misma morralla de antaño. Y esta afirmación la remató con una contundencia que jamás olvidaré:

-Me he vuelto un experto en la cura del espíritu melancólico que asola a la vieja izquierda leninista…

Esa tarde que me dijo lo que me dijo y me miró como me miró, juré que jamás volvería a su casa, porque en una de esas miradas intimistas podía perder hasta el yoyo, lo cual ya sería una barbaridad después de tantas pérdidas que había sufrido en los últimos años. De verás, cabrón, tenía un pánico brutal de volver a encontrarme con esa mirada que sacudió todas mis entretelas, y cuando digo todas es que fueron todititas. Con decirte, cabrón, que fue tan fuerte la impresión que me causó su mirada, que esa noche soñé que un negro, de colosal envergadura, me persiguía y no precisamente con un cuchillo en la mano. Seguramente esa noche a mi pata de palo le salieron alas porque, a pesar de sentir su agitada respiración en la nuca, nunca me pudo alcanzar; aunque te confieso que estuve a punto de abandonarme a mi suerte, y dejar que el azar decidiera lo que le viniera en gana, al fin y cabo que…

Pero a pesar de los pesares, cabrón, volví a recular: volví al día siguiente, como vuelven los gallos de la pasión en procura del oscuro objeto del deseo… Y no me lo creas, cabrón, que por ello soy un pinche inconsecuente, como no lo fui nunca, te consta… Reculé, pues, cabrón, porque, como te dije, estaba muy necesitado de ayuda… Y así, poco a poquito fui acostumbrándome a sus ojos azules, ay, tan penetrantes y lascivos, aunque no pocas veces esos ojazos me obligaron a dialogar con la parte opaca de la media luna de mi corazón… Pero para no hacértela larga, cabrón, una tarde brumosa y muy fría me propuso que me sometiera a una cura de hipnoterapia. No esperó mi respuesta. Empezó a caminar doctamente como lo hiciera Sócrates en su día, y en la travesía empezó a leer en voz alta el primer capítulo de la interpretación de los sueños de don Segismundo. Sus pasos eran acompasados por una bata terciopelo blanca, que hacía juego con unas pantuflas azules. De pronto se detuvo de forma intempestiva, volvió a mirarme intensamente a los ojos, me tomó de la mano y me atrajo hacia él, tan cerquita que sentí el golpe de su aliento susurrándome al oído:

-Si te dejas, daddy belle, te voy a liberar en pocas semanas de esos fantasmas izquierdistas que te provocan ese sentimiento de culpa que no te deja vivir ni morir…

-Yo sólo alcance a medio contestarle, porque el aire se me había ido: -Es que yo…

-No me dejó terminar. -Me puso el dedo meñique en los labios, enseguida dio un paso semicircular, para darme una palmadita, al tiempo que se inclinó para decirme algo que sentí como una orden:

-Te espero mañana en mi diván…

Un impulso irrefrenable me obligó a tomar las de Villadiego. Empecé a caminar deprisa para ganar la calle, quería librarme cuanto antes de ese embrujo que me tenía al borde del ataque de nervios; pero mi pata de palo tropezó con algo que parecía un balón de futbol, y fui a dar a la mierda; tan aparatosa fue la caída que un perro interrumpió su siesta para mirarme con ojos de conmiseración…Me levanté temblando de vergüenza, de impotencia, de miedo, y de nuevo empecé a caminar. Cuando trasponía la puerta de la casa, me gritó imperiosamente: “Te espero mañana a las cinco de la tarde…” “A las cinco de la tarde, ni un minuto más ni un minuto menos…”

Para qué te cuento lo que sufrí esa noche, cabrón. Te juro que si hubiera tenido el valor de cortarme el pellejo lo habría hecho de un sólo tajo; pero…, pero ya basta de tanta pinche quejumbre, porque nada gana uno con andar enseñando sus vergüenzas. Pero volviendo a nuestro espinoso asunto: como debes imaginártelo, sobre todo porque me he convertido en un viejo reculón, al siguiente día fui a la terapia y luego el siguiente, hasta que los encuentros pudieron espaciarse a un día por semana.

Vale decir de pasada que su consultorio era un portento erudición. A los lados tenía las paredes repletas de libros en hermosos estantes de fina madera. En la pated izquierda estaban ordenados todos los libros de psicología habidos y por haber ; resaltaban por supuesto los libros de Freud, Lacan, Pavlov, Skinner, William James, masloz, Jung, Adler y Piajet, . En la pared derecha estaban los libros de una inmensa variedad de autotes de primera imprtancia; ahí convivían Marx, Hegel, Adorno y Horkheimer con Newton y Einstein, Hawking y Weinberg; Proust, Octavio Paz y Borges con Galileo, Da Vinci, Kant y Bill Gate; Estaban también Camus, Unamuno, Sartre, Edgar Morin…había verdaderas joyas del pensamiento del siglo XX, y todos rigurosamente encuadernados.

De verás, cabrón, ahí estaban juntos todos los grandes pensadores de Occidente. Al frente estaban alineados unos cuadros bellísimos de Lacan, Freud, Maslow, Breuer, Jung, Watson, Pavlov y Skinner. Al centro de esa galería había uno cuya fotografía estaba de cara a la pared. ¿Quién era ese personaje? La verdad hasta después lo supe, pero desde que lo vi en posición de castigado, quedé muy intrigado… Su escritorio, de caoba tallada, tenía una Macintosh al centro, y el resto eran papeles y más papeles en un desorden tal, que sólo adquiere orden a los ojos de quien está embarcado en alguna investigación de gran calado.

En la parte de atrás estaba el diván. A diferencia del diván freudiano, éste le permitía al terapeuta no quitarle los ojos de encima a su cliente; y aunque todo mundo se cabrea al principio, luego pacientes se va acostumbrando al éxtasis que te produce que un hombre te esté mirando a los ojos, porque se repente esa embriaguez te conduce al tiempo primordial en el que todos éramos hermafroditas…. Total, cabrón, estuve en ese pinche consultorio dos años y medio; óyelo bien, cabrón, dos años y medio; que era a la sazón un suntuoso consultorio que todo lo sabía, que todo lo oía; un consultorio que todo lo acostaba; un consultorio, cabrón, que lamentablemente todo lo decía…

Pero el tiempo que perdí contándole mis miserias a ese vato, me valen madre; porque el tiempo a mi edad es humo y olvido, ceniza y nostalgia, que desde la orilla le hacen un guiño al sentimiento de culpa. Lo que sí lamento hasta las lágrimas, es que este hijo de su pinche madre me haya balconeado. Cuando supe de sus infidencias se me partió el alma, cabrón… Y no era para menos: le había contado, con santo y seña, todas esas inmoralidades que hasta el hombre de la peor ralea calla por vergüenza y, sobre todo, porque requiere legar a la posteridad la imagen de un hombre íntegro para regodeo de la familia y, sobre todo, para concitar la envidia de sus enemigos políticos. Si bien la culpa de todo este affaire la tengo yo por andar de hocicón, pero ello no justificaba que este pinche mequetrefe hubiera faltado al secreto profesional que un día seguramente juró al borde del llanto.

Que no dijo de lo que le conté y de lo que callé, cabrón, que no dijo…Sólo te comentaré de pasada cuatro de las peores infamias que desparramó entre mis enemigos; unas marranadas que no tardaron en saberlas mis hijos… Juró y perjuró que yo le había confesado que había pagado mis estudios de la universidad con mi febril actividad de mayate; que me había convertido en policía político desde la última calentada que me prodigó la Brigada Blanca; que había matado a mansalva a un desdichado policía para quitarle la pistola, cuando este pobre obrero del gatillo solamente traía colgado a la cadera un inofensivo tolete. Además afirmó que yo estaba loco de remate. Que no se me fueran a acercar por ningún motivo. Que él me había visto como Dios me trajo al mundo, correando aviones por el Boulevard Plutarco Elías Calles.

Y ocurrió, como siempre, el último en saberlo fui yo… Cuando me enteré que mi reputación era devorada por el cotilleo, el mundo empezó a darme tatahuila…Era tal mi depresión que cuando veía platicar la gente, creía que estaban hablando mal de mí; y si alguien se reía, presumía que se estaba riéndose de mí. Y si callaban… si me hablaban… si me saludaban…Si… sentía que se le helaba la sangre de impotencia, de vergüenza… En esos días enflaque diez kilos; y si no hubiera sido por la ingesta de Prozac, quién sabe cómo me hubiera ido…

Y ya estarás preguntándote si fui a partirle la madre ese pinche mercanchifle, porque en Sonora a los difamadores les cortamos la lengua hasta la epiglotis, y no solamente la lengua. Pero no fue así cabrón, y no porque no lo haya deseado con toda el alma; no fui a escupirle la cara a ese cabrón, porque ya estaba postrado en esta pinche cama, que a estas alturas ya se ha convertido prácticamente en mi Mortaja… Por eso no fui a partirle la madre a ese hijo de la chingada. No te miento, un día de esos intenté ir a cobrar venganza: me levanté; me puse mi pata de palo; pero, ay, mis cansadas canillas no soportaron… y rojo de rabia volví a tirarme en la tarima, que bien vista era ya un verdaderos lecho de Procusto

Qué por qué me balconeó este vato, tal vez nunca llegaré a saberlo…, aunque he creído que esas invectivas fueron una forma tardía, pero inmensamente cruel de cobrar venganza por haberlo expulsado de las filas de la revolución proletaria. ¿Acaso nunca de olvidó aquel juego de egos insuflados por una tormentosa adolescencia? Ve tú a saberlo… Pero también he creído que despotricó esas marranadas porque a golpe de diván tuvimos acérrimas discusiones, al grado que estuvimos a punto de liarnos a chingazos.

Esta hipótesis es verosímil, porque ya para la tercera sesión, yo había recuperado el habla, esa que me arrebatado cuando un día me sedujo con el azul de sus ojos, con su culta verba de analista y, claro, por sus grandilocuentes propuestas de alivio pronto y expedito. Particularmente el debate adquirió ribetes de cruzada cuando, no me acuerdo por qué, le argumenté que Nietszche era más chingón que su pastor. De inmediato me reviró en francés, no sin jiribilla: Votrehérosest plus fou que d’unechèvredans la glace, et dites-moiqui tu et vousdiraiqui tu est.

No, no supe lo que me dijo, pero intuí que era una ofensa, y pa’ pronto, cabrón, se armó la escandalera: empezamos a echar a mano a los fierros como queriendo pelear… Pero a veces he creído que ese encono contra mi fue por algo que no te puedo contarte por carta, porque si se te perdiera y llegará a caer en otras manos, sería una bomba… Pero aiga sido como aiga sido, como dijera un clásico, lo cierto es que soy la comidilla de troskos, maos, comunistas, ex ligos y otras yerbas por el estilo, que por fortuna han empezado a experimentar un proceso de extinción muy merecido.

Es cierto, la mayoría de esa infame fauna se ha muerto o ya está inmovilizada por alguna enfermedad terminal, pero los pocos que quedan son una manada de zopilotes que se han vuelto expertos en hacer jirones hasta la reputación de un santo; cuantimás la mía, que ha sufrido algunas abolladuras en este laberinto terrenal que nos conduce a cientos de callejones sin salida… Nomás de imaginarme cómo estarán graznando sobre mí presunto pasado cacófilo, me rehierve el corazón de cólera. Y no me lo vayas a creer; pero seguramente no faltará quien afirme, entre risas y burlas, que todavía le hago a la carne de cochi, por aquello de que perro que da en comer hocicos, aunque le quemen los huevos… Una tras otra, una tras otra… Y así sucesivamente.

Pero vayamos al grano, cabrón; para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo. Quiero pedirte un gran favor porque de mi honra se trata… Quiero que vayas a Hermosillo para que recojas la cinta grabada y una versión corregida de las confesiones que le hice a este pinche gesticulador… Seguramente te estarás poniendo de a seis, y estarás rascándote la calva, y murmurando un que qué… Tenme calma, déjame explicarte, por favor: No sé porque razones, y digo razones, mi sexto sentido me ordenó que grabara de cabo a rabo todas las sesiones de análisis, supongo que, mi bajo sexto, lurio como es, pretendía que hiciera alguna versión corregida y aumentada de la novela “El día en que Nietszche lloró” de Irving D. Yalom o de ”El fin de la Locura de Jorge Volpi”. Pero ve tú a saber, pero más allá de lo que haya deseado mi inconsciente, que nunca se resignó a que yo fuera un don nadie, lo cierto es que tengo este material grabado y vuelto a grabar.

Pero déjame decirte algo más: cuando empezó a difamarme este hipnotizador de mierda, hice a duras penas una versión a modo de esas confesiones, con el propósito de publicarlas. La motivación no era menor: estaba decidido, como lo estoy ahora, a encarar las pinches mentiras que estaban enlodándome hasta el occipucio. Pero como no me alcanzó el tiempo, porque la muerte me trae hecho la mocha, acudo a ti para que hagas un tiraje de unos cien ejemplares: la gente debe saber que nunca le dije al psicoanalista las mamadas que anda despotricando en mi contra por doquier. Y no es para menos: quiero antes de “colgar los guantes” dejar en la historia la imagen de una persona honorable, y no la de un sujeto cuya dignidad ande rodando por ese fango donde son triturados los pecadores estándar, hasta convertirlos en sujetos que deben ser colgados de los güevos por la comisión de actos lesa inmoralidad.

Hazlo, cabrón, hazlo por mí; hazlo por tu amigo, por tu maestro, por tu dirigente, y sobre todo hazlo por este pinche muerto que quiere descansar en paz. Hazlo por un muerto que ya ardió de cuerpo entero en los infiernos de sus desventuras terrenales; hazlo por un muerto que, si no es reivindicado andará, como ánima en pe llorando en el infiero porque no le dio su merecido a sus pinches malquerientes, que no han sido pocos… (El final del párrafo esta ilegible, tiene una mancha amarilla, seguramente de un café de origen chiapaneco…)

Tu amigo, tu profesor, tu dirigente.

EL LUISON

PD. Si no me encontrás porque felpé antes de que llegaras, los materiales los puedes recoger con el Lolo de la Tencha, vive todavía donde mismo; allá por la colonia Rosales…. También puedes consultar a la Matilda, a ella puedes encontrarla en el mercado municipal. (CONTINUARÁ)