– Una comunidad que crece, entre carencias elementales.
– Cuatrimotos y perros abundan por doquier.
– Un alcalde alegre, pero sus principales colaboradores ausentes.
Son las seis de la mañana, el evento es a las ocho; llegamos a buscar el color de un mercado de pescados y mariscos que se levanta temprano.
La bruma invade el ambiente. Nos e ve la isla. Ya abrieron los puestos y hay mucha gente en trajín. Lo primero es una mesa donde una pareja de hombre y mujer apilan ostiones y empiezan a abrirlos, colocándolos en recipientes de plástico.
En triciclos empiezan a llegar freneticos los que sirven de acarreadores de mandado, frutas, verduras y alimentos varios para la venduta all’a canal.
Los de la avanzada, las mujeres de Atención Ciudadana son las primeras en llegar.
Cuesta treinta pesos el pasaje de ida y vuelta. Cincuenta cuando es medianoche.
Entre histerias y carrillas nos vamos subiendo. No hay silencio en el cruce, un cruce donde no se aprecia ni una silueta a la distancia; solo a las bordas unas olas que se aprecian demasiado altas; una lejana claraboya con luz tuerta.
Al llegar, ¡Gracias a Dios!, exclama Guadalupe. Vemos el otro rostro de la Isla. Un embarcadero limpio, un circuito pavimentado, una docena de aurigas y a pesar de la neblina la voz de canta: “aquí esta el pan calientito”, a lo lejos un olor a café.
Primero la plazuela, la primaria Unesco, el Cobaes 119, el edificio de la Unión de Pescadores. ¿Dónde ésta el estadio?. Ahí derecho, a escasos cien metros.
Nos asalta un penetrante olor a cafe que sale de un mega super.
Perros, como hay perros, carajo.
Al llegar al estadio, una sorpresa: bajo una carpa ya hay una treintena de personas esperando se les de el boleto de turno.
Llega una pipa de Jumapam, a irrigar el campo. Es temprano: son las 6 con 21 y ya hay gentes acomodando sillas y armando la estructura.
Como se fuma, caramba. La carpa esta ordenada: en el espacio principal, estará el alcalde al centro, a su izquierda los regidores, de los cuales entrada la mañana se presentan solamente cuatro; especialistas en no tener nada que decir. No esta su coordinador, ni los de la alianza, mucho menos los de la oposición
A su derecha los funcionarios; ninguno de los principales. No esta la secretaria, no está el tesorero ni el oficial mayor; ni el de Ingresos, a pesar de que hay una carpa especial para atender los reclamos del predial.
El de Jumapam, ni sus luces y su carpa en la soledad. Igual el DIF, igual la recreativa.
La mayoría de los funcionarios han enviado a sus segundos o terceros de a bordo.
Los pocos funcionarios, al iniciar el evento corren desaforados a pelearse los cocos que los ejidatarios han dispuesto gratis en la hipotética zona de blichers.
¿Qué no saben que en ayunas, aparte de sacarles las lombrices, les puede pegar chorro?, dice una persona conocedora.
Lo comprobamos en menos de una hora. La fila de chorrientos es larga ante la puerta del único “poporums” para caballeros.
Cuando se aparece la lideresa invasora, camaleónica ofertadora de apoyos, le gritan que la gallinita quiere su maiz.
En su mensaje el alcalde alaba al comisario electo y les recuerda que en esa comunidad no son los partidos sino las personas a las que se eligen. Se compromete a gestionar el cuarto frío para los pescadores de la Unión. Habla de la reparación de luminarias, la caseta y el camino. Pide que cuide la limpieza, que no se vea tirada la basura y observa que al llegar en la Lonja Pesquera había botellas flotando.
¿Cómo las vio si la neblina no había bajado?.
Empieza el desfile. Algunos funcionarios de segundo pelo tienen que ser llamados a gritos porque están entretenidos con los cocos, o con los alimentos chatarra de la única ambulante a la que se le permitió la entrada.
Vale más regresarnos. La labor de pepena fue pinche, dice nuestra compañera reportera de desdibujado medio. Y a en el camino, vemos que viene un regidor querubín. ¡Ya se acabó!. Humm yo voy a la comida, a disfrutar del ceviche, dice orondo.