ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
1.- Con todo respeto, pero el Presidente Peña Nieto se quedó corto, por decir lo menos, en el contenido de su mensaje. Este mensaje fue tan anhelado porque los mexicanos esperábamos, no sin escepticismo, que a través de él tendríamos los lineamientos para refundar Estado de derecho, porque hasta ahora es el fango donde juega el gato maula con el mísero ratón. Muchos mexicanos esperábamos una propuesta de Reforma del Estado, con mayúscula. Y mira, Peña Nieto sólo nos recetó una propuesta de futuro sin futuro, porque fue el regreso a un ominoso pasado, comas más, comas menos, que nos recetó en la materia del ex presidente Felipe Calderón, como lo afirmaron atinadamente Javier Corral y Jorge Castañeda. Permítanme, amigos lectores, hacer tres comentarios sobre este discurso de casi media hora.
2.- Propuso crear 32 policías estatales, a partir de la disolución de las policías municipales y su incorporación a las estatales. En esta propuesta subyace la idea corta de que los presidentes municipales son los únicos funcionarios corruptibles, seguramente la figura señera de Abarca revoloteaba en su cabeza en ese momento. Pero quedaron fuera de sospecha, como los ángeles que no queman sus alas en el infierno, gobernadores, legisladores locales y federales, funcionarios de todos los pelajes. Este planteamiento visto a la luz de la experiencia evidenciado de manera fundada que la colusión con el crimen organizado no distingue órdenes ni niveles de gobierno; pero además ese tipo de delitos no se resuelve solamente con un simple reacomodo de la policía, como también lo creyó Calderón en su día. Mal, muy mal, este planteamiento del presidente, porque además esta iniciativa les extiende un certificado de impunidad a la mayoría de los funcionarios.
3.- Su propuesta anticorrupción también se queda coja. En principio debió haber dicho que la prevaricación, el tráfico de influencias y la falta de rendición de cuentas ha sido y es un mal endémico que ha podrido al Estado de derecho en nuestro país. Debió haber hecho énfasis, además, que existe una colusión de políticos –sean funcionarios o no- que les ha permitido tapar sus fraudes a partir de proverbio “tapaos los unos a los otros”, porque todos – o al menos la inmensa mayoría- han comprendido que un político pobre es un pobre político. Esperábamos no que creara una fiscalía, sino que la PGR se convirtiera en una fiscalía independiente del poder ejecutivo, para que persiguiera los delitos de prevaricación que comenten los políticos. Nos hubiera gustado que hubiera dicho que mandaría al Congreso una ley para que todos los funcionarios públicos hicieran pública su declaración patrimonial y los recibos del pago puntual de sus impuestos, porque ello no permitiría saber cómo se generan las “riquezas inexplicables”. Pero nada de nada. En presidente se quedó otra vez corto, muy corto.
4.- Me hubiera encantado que el presidente hubiera dicho que mandaría una iniciativa para completar la legalización de la drogas. Hasta ahora se ha legalizado su consumo –que podría ampliarse-, pero debe hacerse lo mismo con la producción y su circulación. Y con ello tener el monopolio legítimo de los estupefacientesi, para arrancándoselos a los narcotraficantes, porque en su poder les ha permitido comprar, amedrentar, asesinar o coludir a políticos, funcionarios y policías. El Estado debe tener, por razones de seguridad, el monopolio de las “drogas” porque en poder de los delincuentes siembran la muerte, el terror y la desesperanza en regiones enteras del país. Es urgente cambiar esta política pública de criminalización, por una dirigida a garantizar la salud de los consumidores, a través de la prevención y el combate a las adicciones. De esta forma los presupuestos millonarios que se gastan infructuosamente en “seguridad” serían utilizados para crear hospitales, escuelas y el andamiaje legal y la infraestructura para garantizar la “salud” del mencionado monopolio. Este cambio de política erradicaría para siempre los casos como Tlataya e Iguala. Pero el presidente de este asunto no dijo ni pío, lo cual es una barbaridad a estas alturas del desastre
5.- He tocado los asuntos torales de las debilidades del discurso de Enrique Peña Nieto. Espero por el bien de todos que el Congreso le enmiende la plana al presidente, y que los partidos, hoy plena debacle, saquen fuera de su flaqueza y se apliquen a construir un verdadero Estado de derecho. Hoy el horno no está para bollos: la sociedad agraviada ya no quiere vivir en una república que todos los días tenemos que simularla para que lo parezca. Ayotzinapa hoy no es sólo un lugar; se ha convertido en la caja de resonancia donde se ha consensado años de hartazgo; por ello no es casual que desde el 26 se septiembre los mexicanos hayamos dicho ¡basta! y no hayamos echado a andar.
PD. Además esperábamos que Peña Nieto hubiera echado de sus filas a funcionarios cansados, ineficientes y parlanchines. Pero tampoco eso ocurrió.
i Los Gobiernos de Estados Unidos han impuesto en el mundo la prohibición del consumo de drogas; pero al mismo tiempo han permitido que en su territorio llegue a manos de sus consumidores recreativos y por supuesto de sus adictos, la mesada de drogas que requieren. Este hecho implica una legalización de facto de los estupefacientes. Está claro que este flujo es contralado a través de sus instituciones de justicia que si funcionan. Pero este giro es un guiño y acaso mueca a la doble moral que caracteriza su puritanismo. Pero en aparente contradicción el consumo de la mariguana ya se ha aprobado en dos Estados de ese país, y casi en todos ya se utiliza la mariguana con fines medicinales. EE. UU. prohíbe en el mundo lo que perímete que ocurra en su país. México tiene las condiciones sociales y políticas para legalizar las drogas, porque además con ello le pondría fin al galimatías que creó el Congreso: aprobar el consumo e ilegalizar su producción y circulación. Y podría empezarse al menos con las drogas menos nocivas para la salud.