En la Grilla por FRANCISCO CHIQUETE

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Las Lecciones de Joe Biden 

A no dudarlo, Joe Biden ha sido un magnífico presidente de los Estados Unidos. Rescató a ese país de la mala situación en que lo dejaron dos trombas: la del gobierno de Donald Trump y la que por sí misma generó la pandemia de Covid. Sin embargo, no podrá competir por la reelección porque la opinión pública lo decretó demasiado viejo para seguir en la carrera.

¿Qué habría pasado en México, en una situación similar?
A las primeras opiniones contrarias el presidente Andrés Manuel López Obrador habría salido a descalificar a sus críticos. Neoliberales, corruptos, defensores de los privilegios, mafia del poder, nostálgicos del viejo sistema y cosas mucho más graves les habría dicho para contrarrestar los efectos de una oleada opositora. Y si hubiese percibido voces internas, no las habría bajado de traidoras al pueblo.

Biden no enfrentó una rebelión popular, sino un análisis descarnado de los cuadros principales de su partido, quienes vieron en el mandatario una figura que va en camino de la decrepitud. En efecto, entre más se esforzaba por mejorar su imagen, más se enredaba en errores que en otras condiciones habrían sido normales, pero no en alguien que a los 81 años pugna por permanecer en la Casa Blanca durante otros cuatro.

Los críticos también dieron lecciones de honestidad. Barak Obama, Nancy Pelossi y muchos de los que opinaron en contra, son personas que quieren bien a Biden, que reconocen el valor de sus acciones y las potencialidades que todavía le restan, pero que fueron realistas ante el riesgo de la derrota electoral y sobre todo el riesgo de que su país pagara consecuencias por la decrepitud del presidente.

Otra vez, ¿qué habría pasado en México? Ni uno solo de los cercanos se habría atrevido a hablar con franqueza, ni siquiera en condiciones de desacuerdo evidente. Ahí están los ejemplos tristes de Marcelo Ebrard, de Ricardo Monreal, que se atrevieron a expresar inconformidades y fueron usados como trapedores, hasta que se rindieron y se colocaron en decúbito prono, convertidos en propagandistas y matraqueros de lo que antes criticaron.

Biden se hace a un lado e intenta colocar en su sitio a la vicepresidenta Kamala Harris, considerando que es ella quien puede continuar con las tareas y los proyectos que él mismo hubiese desarrollado o intentado, de conseguir la reelección de la que ahora se baja. Con esa propuesta, Biden aclara o intenta aclarar el panorama de su partido, que podría caer en una lucha intestina con nombres sin ton ni son y sin posibilidades reales de triunfo.

También López Obrador se inclinó por una mujer que siendo creación suya como candidata, tenía valores, carrera y cierta presencia, pero lejos de abrirle el camino para que desarrolle una nueva visión de sus proyectos, la atrapa, la atosiga, la presiona para que siga adelante como obligó a las dos legislaturas de su gobierno, siguiendo la línea “sin moverle ni una coma”. Hasta a funcionarios de segundo o tercer nivel le está “recomendando” a la vista de todos.
Es probable que los demócratas terminen perdiendo la elección ante ese fenómeno cínico-populista que es Trump, pero saben que habrán actuado conforme a las responsabilidades y las condiciones éticas de una organización en que debe hablarse con la verdad, sobre todo en momentos tan graves como los actuales.

Las lecciones de Biden, téngalo por seguro no permearán en México. ¿O usted cree que los dirigentes de los partidos opositores usarán esta experiencia para contrastar con sus propias actuaciones?

Biden, aunque disminuido en su imagen, según las encuestas, conservaba el respaldo de la mayor parte de los electores de la Convención Demócrata. Su elección interna era un trámite, como dijo la doctora Sheinbaum, y sin embargo, atendió el mandato de la opinión pública.

Marko Cortez, dirigente formal del Partido Acción Nacional, maniobra a ojos vistas para que la renovación del comité ejecutivo favorezca a su grupo político, a pesar de los muy tristes resultados que entregan. Exactamente como hicieron los dirigentes anteriores.

En el PRI no se diga: Alito o Amlito Moreno se lanzó sobre los restos del partido para apropiarse hasta del último huesito del cadáver. Entre la inercia y su dirigencia, dejaron al PRI en peores condiciones que espantajos como el PVEM y el PT, sin ganar una solka diputación federal de las trescientas disputadas y sin fuerza para impresionar al menos a un comisario de barandilla.

De todos modos siguen declarándose defensores de la patria, mientras alegremente le lanzan un adiós a Biden, porque él se va, pero ellos siguen en el ajo, un ajo pequeñísimo, pero ajo al fin.