No fue victoria: fue una arrastrada de pronóstico reservado; ¿se quedaran Alito y Marko? ¿cómo convivirán Claudia y AMLO?
Fue una victoria contundente para Morena y una derrota aplastante para la oposición, pero también para la pluralidad del país. Contra todos los pronósticos, el voto de castigo no funcionó. La indignación de los sectores afectados por políticas públicas fallidas se quedó corta, por decir lo menos.
Algo positivo de estos resultados es que por primera vez desde que Andrés Manuel López Obrador es personaje central, los candidatos perdedores reconocieron sus respectivas derrotas, aunque hasta el momento de hacer esta entrega, no lo habían manifestado públicamente, sino a través de llamadas privadas a Claudia Sheinbaum.
La candidata ganadora tuvo una posición moderada y abierta, casi tanto como la que tuvo Andrés Manuel López Obrador hace seis años después de alcanzar la victoria. Esta vez sólo le faltó el compromiso de respetar la división de poderes. Por el contrario, festinó antes de tiempo la obtención de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, y la posibilidad del mismo logro en la Cámara de Senadores, lo que va contra su oferta de respetar la pluralidad y escuchar a las minorías.
Al presidente Andrés Manuel López Obrador sólo le faltó sacar las castañuelas para celebrar la magnitud de los resultados, y ofreció ampliar su análisis durante la mañanera de este lunes. Jure usted que va a recuperar el tiempo perdido por las limitaciones de la veda electoral, a la que no le hizo mucho caso.
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También el presidente fue abierto y conceptuoso en su primer discurso. EL ejecutivo ya no será el poder de poderes, dijo, y adelantó que no presionaría ni invadiría los espacios de los otros poderes. La realidad es que exigió y consiguió que sus iniciativas fuesen aprobadas “sin moverles ni una coma” y con la Supema Corte de Justicia todavía estamos viendo los esfuerzos por acabar su autonomía.
Claudia Sheinbaum tiene una mayor fuerza electoral, y aunque todos estimamos que le llega de la acción política de AMLO, le es suficiente para imponer cualquier tipo de decisión. Cualquier apertura dependería más de su voluntad personal que de los equilibrios generados por los electores mexicanos.
A la vista de estos resultados, el país tiene que tomar decisiones muy importantes: las que caractericen al futuro gobierno de Claudia Sheinbaum están en sus propias manos, pero las que tomen los partidos opositores deberán ser fuertes y contundentes: está demostrado que no tienen capacidad para influir sobre los ánimos de la nación. Xóchitl Gálvez fue una candidata valiente, trabajadora, a quien le pesó mucho la sombra de sus partidos de apoyo. La historia negra del PRI, las malas experiencias bajo gobiernos del PAN y las tristezas que restan del PRD no pueden volver a ser plataforma para buscar un cambio.
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