AMLO, equilibrar entre
Principios y efectividad;
Mérida, como síndico
El presidente Andrés Manuel Lopez Obrador redondeó este miércoles su victoria sobre un país al que controla de manera absoluta. Logró que sus legisladores le hicieran el regalo de despedirlo con su proyecto más soñado, la demolición del Poder Judicial, aunque para ello haya sacrificado el brillo de su pureza ética.
¿El fin justifica los medios? Hacer alianza con una familia a la que vilipendió cada vez que los recordó, fue justificada con una frase que no se corresponde con la óptica inmaculada de su crítica anterior a la Presidencia: a veces, dijo, “hay que buscar el equilibrio entre la eficacia y los principios”.
Por eso se puede coincidir con la familia Yunes, a la que acusaba de corrupta, asesina, agresora sexual (por lo menos al patriarca), violadores contumaces de ls leyes y por supuesto, conservadores, reaccionarios y cuanta lindeza se le podía ocurrir (y hay que ver que en mucho tenía razón). Pero si ellos dieron el voto que faltaba para deshacer al Poder Judicial, sean bienvenidos, como lo fueron otros que antes dieron el salto.
El presidente dijo no saber que hubiese negociación, pero se cuidó de no afirmarlo, como lo hizo la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien negó que se les hayan hecho concesiones, aunque luego matizó: “no que yo sepa”.
Estos señores Yunes que hoy están a la vista de todos (hay otros elementos de la familia amplia que no le entrarn a enjuague ni tenían con qué entrar) viene de una larga tradición de traiciones.
El padre, Miguel Ángel Yunes Linares, fue militante del PRI, partido al que abandonó en sociedad con la maestra Elba Esther Gordillo. La negociación de ella con Felipe Calderón, le permitió a Yunes alcanzar la dirección del ISSSTE; después traicionó a Elba Esther (buena ficha) y se fue a militar al Partido Acción Nacional, al que acaba de traicionar para irse, junto con su hijo, a hacer el trabajo sucio para Morena.
Desde días antes se empezó a sospechar del salto de la muerte que dieron los veracruzanos, y se asevera que a cambio del voto que le faltaba al gobierno, recibieron compromisos para deshacer todos los procesos judiciales que corren contra el padre, el hijo senador y otro hijo alcalde, además de respetar los espacios políticos que ahora tienen en su estado y que aspiran a seguir manejando. ¿Y la aplicación de la ley? ¿y el combate a la corrupción? ¿y el respeto a la democracia? ¿y los principios en general?
Pero el presidente se va con la satisfacción de haber derrotado por enésima ocasión a la oposición, aunque quien pague las cuentas sea la sociedad en general, incluidos los pobres, en los que se ofreció pensar y actuar primero.
Al final todo fue como antes: negociaciones inconfesables, riesgos innecesarios para un país amenazado y el ego personal por encima de cualquiera otra consideración. El poder los iguala, aunque se proclamen diferentes.
Para ilustrar el tamaño del regalo: una reforma constitucional necesita que la mitad más una de las legislaturas estatales, al menos, la declaren válida. Es un proceso que a veces lleva dos o tres meses, pero ayer estaba a punto de concretarse porque apenas terminó la votación en que alcanzaron mayoría calificada para la Reforma Judicial, y ya los Congresos Estatales morenistas la empezaron a aprobar a destajo.
¡Apúrate antes que nos vean!
¡Ah y el regalo de despedida! ¿cuál despedida, si los funcionarios del gobierno que termina, incluidos los más desprestigiados, va a aparecer en el nuevo? Claudia, recordemos, recibió el bastón ¿y el mando?
TRANQUILIDAD ANTE EL
PANORAMA AMENAZANTE
Con las calificadoras internacionales en plan de advertencia, nuestras autoridades dicen que no pasa nada, que pueden convencer a los empresarios del mundo, de que habrá mejores condiciones jurídicas para desarrollar sus inversiones.
Que lo diga López Obrador, que evidentemente no sabe de qué le están hablando, porque insiste en vivir en el mundo de los años cincuenta del siglo pasado, se entiende, pero que la presidenta electa insista en respaldarlo, cuando cualquiera puede ver los riesgos de las malas calificaciones y de una mala renegociación del TEMEC, ya es preocupante.
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