*Crisis financiera y soluciones discrecionales
*Municipios quebrados, pero alcaldes dispendiosos
*La lluvia de golpes se intensifica dentro del PAN
FRANCISCO CHIQUETE
Hace muchos años que en la teoría, los recursos se encuentran ordenados, las partidas etiquetadas, y las transferencias aseguradas. En la realidad, los problemas de distribución del dinero siguen siendo los mismos, y las prácticas exactamente iguales.
Esto hace que los ayuntamientos vayan al estado a pedir recursos adicionales y que el estado acuda a la federación, como está pasando en este fin de trienio con Sinaloa, con municipios que no libran ni los compromisos laborales de diciembre, mucho menos la prestación adecuada de los servicios públicos que están obligados a otorgar.
En los años de Luis Echeverría Álvarez, los gobernadores que tenían la antipatía del presidente, se caían, como se cayeron con José López Portillo y con Carlos Salinas de Gortari; los gobernadores que sólo estaban mal con el presidente, enfrentaban problemas económicos por el abandono en que se les dejaba. Los favoritos, por supuesto, recibían más de lo que pedían.
En Sinaloa Alfredo Valdez Montoya, un obcecado tecnócrata que llegó a la gubernatura de rebote, se sumó a los empresarios en la lucha contra el gobierno. Nadie sabe qué artes mágicas utilizó para no caer, pero lo mismo Alfonso Genaro Calderón Velarde que Gabriel Leyva Velázquez demandaron su cabeza en el Senado de la República. Y no cayó, pero tampoco tuvo recursos a la mano. Ni siquiera visitas presidenciales. Echeverría sólo vino a Sinaloa cuando Valdez Montoya era un mal recuerdo en la memoria de la clase política.
En el ámbito local, Alfonso Genaro Calderón gobernó con apertura y bonhomía, pero nunca olvidó que Rafael Tirado Canizales llegó a la candidatura priísta para alcalde de Mazatlán por vías distintas a las que él controlaba, de modo que le procuró un tránsito más que difícil por el gobierno. Los últimos tres o cuatro meses no dispuso de recursos para la nómina; las participaciones no llegaban y los ingresos propios eran ínfimos en esa época (si ahora…).
A la vuelta de los años, con tanta legislación, con la eclosión del voto, con la alternancia y la pluralidad, con la postulación generalizada de la transparencia y la rendición de cuentas, las cosas tendrían que estas institucionalizadas a tal punto, que a nadie le faltara el recurso y nadie tuviese que volver a pasar las de Caín para cerrar sus periodos de gobierno.
Pero todavía hace tres años, en un ambiente enrarecido por la derrota electoral, el gobierno del estado hacía esfuerzos denodados por atender los requerimientos de los alcaldes en apuros, y también los hacía por no responder a los alcaldes no gratos. Claro que el estado a su vez dependía de lo que le entregara el gobierno federal.
Hoy, cuando el gobierno de la alternancia llega al final de su primera parte, varios de los alcaldes que ganaron gracias a la ola malovista están de nuevo en la situación desesperada de sus antecesores. Con el agravante de que el gobierno del estado enfrenta también una apretura económica que le impide acudir a hacer una ayuda solvente y garantizada.
Esto lleva a que en plena época de los recursos etiquetados, de los presupuestos sellados, de las reglas de operación y toda esa jerga que antes era del uso personal de la tecnocracia, pero que ha pasado a la calle como lengua llana y silvestre, la respuesta se busque como en los viejos tiempos: con una petición personal al presidente.
Pero también se cifra ahí la esperanza de mantener la continuidad en una dinámica de trabajo que la Universidad Autónoma de Sinaloa ha ido construyendo a lo largo de décadas. Si la respuesta no es positiva, volverán a la calle miles de jóvenes que no conocieron los tiempos de las movilizaciones masivas para arrancar al gobierno los recursos que a veces no se asignaban y a veces se les disputaban.
Qué bueno que el gobernador se moviliza, realiza las gestiones e intenta evitar que sea necesaria la movilización universitaria o la parálisis en los municipios. Qué bueno que el presidente dé una respuesta positiva.
Qué malo que el país no haya logrado institucionalizar un mejor reparto de los recursos sin escatimar a la base de la autoridad, que es el municipio, a los órganos sensibles de la sociedad, como son las instituciones educativas.
¿Y EL OTRO LADO?
Toda moneda tiene dos caras, por supuesto.
Habría que ver qué es lo que llevó a muchos de los ayuntamientos a caer en las condiciones de anemia financiera en que se encuentran.
Es cierto que los ayuntamientos son la parte más débil de la cadena. Si la federación se queda con la tajada del león en el reparto fiscal, los estados hacen lo propio con lo que les toca, y si los ayuntamientos no se la cobran, es porque ya no hay nadie más abajo, aunque hay que decir que las sindicaturas del medio rural también son olvidadas por las cabeceras municipales.
Pero no es sólo eso. Hay un manejo electoral y patrimonialista de los recursos municipales que hace que no haya dinero que les alcance.
Basta un simple ejercicio para ver cuántos elementos tiene la nómina municipal cuando empieza un trienio y cuántos hay al terminar. El tamaño de la burocracia ha aumentado de tal manera, que en varias de las ciudades grandes del estado, incluyendo aquellas en las que operan grandes empresas, el ayuntamiento es el principal o uno de los principales empleadores.
El ejemplo de Mazatlán es claro: tiene tres mil doscientos trabajadores a su servicio, y eso que en dos momentos, por lo menos, la actual administración se deshizo de cantidades importantes de personas contratadas al inicio del trienio.
Pero no es el único. Aquí tiene al menos el mérito de una eficiencia en la prestación de los servicios elementales. Hay otros como Guasave, donde las nóminas están plagadas de gente y el municipio terminó por concesionar servicios como la recolección de basura. Ahorita por supuesto, está en quiebra financiera.
Hay otros casos lamentables, como el de Angostura, donde el dos veces presidente municipal José Manuel Valenzuela, el famosísimo Chenel, tiene a su ayuntamiento en la vil inopia, pero en lugar de ver qué hace para colaborar con su rescate, está preparando su segundo encuentro boxístico con otro desorientado como él que pretende ganar la copa Matusalen.
Al final, si no les pudo hacer un buen gobierno, les hace lo que mejor le ha resultado a lo largo de esta estrafalaria carrera política: un circo.
EL FUEGO AMIGO
En el PAN la vida es más sabrosa, solían decir los oportunistas que inundaron las filas de ese partido mientras estuvo en la Presidencia de la República.
Hoy las cosas están de la patada. Algunas –de las patadas- por debajo de la mesa, pero muchas otras ya abiertamente.
En los últimos días han menudeado los ataques contra el vicecoordinador de los diputados blanquiazules, Jorge Villalobos, ya nomás por que incurrió en violencia intrafamiliar en plena luz del día, en sitio público –el aeropuerto- y sobre todo, cuando hay una lucha terrible por el poder dentro del PAN.
La información ha fluido, igual por las redes sociales que por los periódicos del país, sobre todo aquellos en los que hay algún panista que tiene algún amigo que puede filtrar la nota, sin que se sepa mucho quién la soltó, pero sin dejar que se ignore totalmente la procedencia.
Y así como a Villalobos le ha llovido a su coordinador y les ha llovido a todos los que tienen un cargo de responsabilidad, y han dado qué decir, como las grabaciones de conversaciones telefónicas en que se hace gala de prepotencia, tráfico de influencias y sobre todo, de lenguajes de carretoneros.
No cabe duda que las luchas fraternas son las peores.