*Que no pasarán ni lámparas ni hospitales
*La izquierda y su gran vocación divisoria
*Las historias del todopoderoso Juan Millán
FRANCISCO CHIQUETE
La fuente no es la mejor conectada pero Ramón Lucas Lizárraga, diputado tránsfuga del PRD, dice que las lámparas led y los hospitales contratados como Asociación Pública Privada, no van a transitar en el Congreso, por la simpe y sencilla razón de que la tendencia en estos momentos es evitar el endeudamiento excesivo de los estados y municipios.
Cuando se le hace ver a Lucas Lizárraga que la petición de permiso para contratar las lámparas bajo endeudamiento de diez años no ha sido dictaminada ni a favor ni en contra, y por lo tanto está vigente, dice que ya existe en la Cámara un acuerdo para no darle curso a esta solicitud del ayuntamiento mazatleco.
Lo mismo, apunta, en el caso de los Hospitales. La disposición es que no se permitan mayores endeudamientos de estados y municipios, y por ello no se va a dar el voto a favor de la iniciativa de Mario López Valdez para ampliar las garantías, como piden las empresas ganadoras de los concursos de asignación de los hospitales.
Se le recuerda sin embargo que el propio gobernador dijo en una gira por Mazatlán, que si los ganadores de las licitaciones (en Culiacán y en Mazatlán) se decidían, podrían empezar a construir los hospitales bajo los términos de la autorización original, es decir, sin que se les conceda la ampliación de las garantías.
Aun así, advierte Lucas Lizárraga, resultaría muy costoso políticamente para el gobernador, porque ya está demostrado que se trata de un exceso pues con más garantías o con menos, de lo que se trata es de endeudar al estado hasta por catorce mil millones de pesos, por la construcción de dos hospitales que en realidad cuestan dos mil cuatrocientos millones.
En entrevista con Guardianes de la Noche, Lucas Lizárraga intentaba ilustrar con esos casos la incidencia de los disidentes en el Poder Legislativo, respecto de las políticas del gobernador Mario López Valdez, y aunque en efecto, ambos casos han sido sumamente controvertidos, son quizá las únicas desobediencias importantes (en realidad solo una: la de los hospitales. La de las lámparas led pasó en el caso de Guasave, y se atoró con Mazatlán y Sinaloa de Leyva, pero son promociones de los alcaldes. Carlos Felton empeñó en ello buena parte del prestigio ´político que le quedaba).
En cambio hasta el propio Lucas Lizárraga llegó a aprobar cuentas públicas que resultaron controversiales porque en sus presentaciones, llegaron aderezadas con observaciones muy graves de parte de la Auditoría Superior del Estado, y a pesar de ello pasaron la criba de la plenaria.
Por lo demás, el discurso del legislador contra el partido a que acaba de dejar, es bastante correcto en la teoría, pero en la práctica no va respaldado por la experiencia. El señalamiento de que las corrientes perredistas cambiaron ideología por chambas aplica también a él, que fue director del sistema Conaleps. En descargo asevera que finalmente se dieron cuenta de que a pesar de las chambas, nunca formaron parte del gobierno. Por lo menos en su caso, Lucas Lizárraga tardó cinco años en darse cuenta de esa situación, aunque sus excompañeros de partido todavía siguen prendidos aún, e incluso los hay que apenas van llegando, como el expresidente estatal Heriberto Arias Suárez, quien aceptó el modestísimo puesto de director del Instituto Sinaloense de Educación para Adultos, a pesar de que él mismo –Arias- había propuesto a sus dirigidos renunciar a los puestos de gobierno como respuesta por la elección del 2013 fundamentalmente la de alcalde en Ahome, donde la alianza postmalovista esperaba derrotar al propio gobernador. Si Arias hubiese tenido entonces chamba oficial se habría desobedecido a sí mismo, como lo desobedecieron los demás. Lucas Lizárraga no, porque ya se había ido de candidato a diputado plurinominal, desde donde siguió en el engranaje por un tiempo y consiguió impunidad respecto de las irregularidades que Alejandro Higuera dijo haber encontrado en la dirección de los Conaleps.
IZQUIERDAS SIN REMEDIO:
CON EL VIRUS INCUBADO
Una de las preocupaciones de Morena era evitar que se les colaran las tribus del PRD, para no importar con ellas el virus del divisionismo. Es así que Andrés Manuel López Obrador dejó en el camino a su más útil organizador, El Señor de las Ligas, René Bejarano, y a otros prohombres de a izquierda que ha vivido de hacer valer su peso tribal en los partidos de izquierda que se han sucedido del PCM para acá.
Pero las precauciones han sido inútiles. Durante a visita de Andrés Manuel López Obrador se dio una muestra del asambleísmo que sigue predominando en esas tendencias políticas. Un grupo ciertamente minoritario pudo reventar la asamblea y conferencia de López Obrador, quien ante la participación en la algarada del mismísimo dirigente electo de Morena en el estado, no tuvo más remedio que atribuir los hechos a “los infiltrados de Millán y Malova”.
Probablemente no les falte razón a Jaime Palacios y compañía. Jesús Estrada Ferreiro, el defensor de la Soberanía en el estado, y virtual candidato a gobernador del estado, sólo podía haber encabezado una encuesta entre sus cuates. No es un personaje popular, ni siquiera famoso fuera de los círculos de la grilla izquierdista y en algunos medios de la abogacía culiacanense.
Lo llamativo es que las impugnaciones son tan a fondo como si se estuviese peleando una posición que lleva a un triunfo seguro. Con todo y el impulso que les quera dar López Obrador, desde su plataforma de precandidato presidencial con mayor intención de voto en el país, la candidatura de Morena a la gubernatura será sólo para sembrar, para hacer presencia e ir ganando espacios rumbo al 2018, pero un político de asamblea no puede permitir “ni la menor perversión”.
Jaime Palacios ha sido un político de izquierda impecable, a quien nunca se le ha acusado siquiera de las desviaciones y corruptelas de la izquierda tradicional contemporánea, pero su desempeño es más bien de asambleas que de política de masas. Un recuento hecho por él mismo lo muestra siempre en el centro de conflicto interno y del desacuerdo, las más de las veces con razón en sus argumentos, pero el resultado final es que la disputa llega para quedarse.
AJONJOLÍ DE TODOS LOS MOLES
Si Andrés Manuel López Obrador lo dijo para salir del paso ante las protestas y denuncias, o si lo dijo por convicción, el resultado es igual: adentro, los seguidores de Estrada Ferreira se dieron por defendidos, y los de Palacios por ofendidos. Pero afuera el que creció por Juan Sigfrido Millán Lizárraga, a quien todo mundo entroniza como el todopoderoso de la política sinaloense.
Si algo pasa en el PAN, la culpa inmediata es de Millán. Si pasa en el PRD, no se diga: la mitad de los dirigentes son gente de Millán, y a la otra mitad la tiene cooptada, según el chiste que corre dentro del propio partido.
Por supuesto que si los hechos son en el PRI, Millán está detrás de tirios y troyanos, con la misma mano férrea de cuando ejercía la gubernatura del estado. Nadie se pone a pensar en que algunos de los actores políticos estaban enfrentados con el exmandatarios o simplemente no habían tenido nexos. Todas van a la cuenta de Millán.
Algunos piensan que es Millán quien diseña y ejecuta las decisiones en el gobierno del estado, y otros consideran que es él quien abre los frentes de batalla contra los ocupantes del tercer piso. Otros lo colocan como el armador de la próxima alianza anti PRI y varios más lo ven como el peso que generará la decisión tricolor por la gubernatura, ejerciendo presión sobre Los Pinos, para que no haya repetición de candidato. Ello ha provocado el constante desfile de aspirantes por la nueva meca de la política sinaloense.
Por supuesto, el ocupante habitual de la mesa principal del Mar&Sea deja correr las versiones, las disfruta por más disparatadas que sean. Todo abona a la leyenda.