*Ramón Guevara fue un periodista en serio
*Un triste personaje: Bonifacio Bustamante
*Rueda primera cabeza tras derrota del quinto
FRANCISCO CHIQUETE
En el mundillo periodístico se habló siempre de los duendes traviesos que robaban notas ya listas, alteraban galeras ya corregidas, introducían erratas obvias en los textos, sólo por jugueteo. Ramón Eduardo Guevara era ese espíritu juguetón en nuestra redacción de El Sol del Pacífico, allá por la segunda mitad de los años ochenta.
Ya apuntaba para convertirse en el magnífico columnista que llegó a ser: analítico, incisivo, pero divertido, irreverente y honesto.
Verlo cruzar el pasillo de acceso era signo inminente de alegría, a pesar de que nunca o casi nunca, sus condiciones laborales fueron las mejores. Llevado a El Sol por José Ángel Sánchez, se convirtió en parte entrañable de nuestro grupo, incluso cuando por jugar le mordió una chichi al Güero Fregoso, cuya furia cayó rendida ante la desfachatez de cada travesura.
Cuando tomó el camino de la militancia panista pensé que Escuinapa había ganado un político de perfil único, pero el periodismo había perdido a un periodista incisivo. Me equivoqué. Las miserias partidistas no le permitieron consolidar sus proyectos y volvió al periodismo con la independencia y libertad absoluta de criterios que tuvo antes de la aventura grillesca.
Ramón encarna a la perfección la vida de sacrificios que debe emprender un hombre casado con sus ideales. Si los periódicos no le pagaban adecuadamente por ser el buen reportero que era, a él no le importó convertirse también en voceador para garantizarse un buen ingreso. En medio del agobio financiero de El Sol de Mazatlán, lo recibimos ahí en ese doble plan y al final fue más el servicio recibido por la empresa, que el que ésta le prestaba como patrón.
Esperé pacientemente su recuperación no sólo por el gran afecto que siempre le profesé, sino para reírnos juntos de su primer indicio de miedo que mostró a lo largo de su carrera. Al dar a conocer la enfermedad, se refirió ceremoniosamente al doctor Sergio Crespo, no al “monito de pastel” a quien siempre trajo a raya mientras fue presidente municipal. Estoy seguro que se habría carcajeado con mi ocurrencia.
Podría repetir aquí todos los elogios que sus muchos amigos han dicho ya, y me quedaría corto. Ramón fue una verdadera rareza. Un tipo cultivado, sensible, con preocupaciones sociales y políticas no sólo para el ámbito reducido de nuestros entornos, sino por los sucesos del mundo, porque era un hombre de actualidad.
Un día lo atraje a mi casa con la sola mención del disco adquirido en un viaje al DF: Joe Cocker. Andaba entonces más chiflado que se costumbre por la canción de With a little help from my Friends, que en la versión de Cocker sonaba como introducción de Los años maravillosos, aquella nostálgica serie gringa de televisión.
Sobre todo era un ser humano de gran calidez, como consta a sus vecinos, a sus amigos, y sobre todo con consta por su gran calidad y calidez como padre. No había ámbito relacionado con sus hijos, que no lo enorgulleciera y lo reblandeciera como jamás lo logró uno solo de los políticos que pasó por sus escritos.
Agobiado por la noticia, me pregunté qué sentido tendría ya decir todas estas cosas cuando él ha partido. Cuando ya no puede esgrimir esa sonrisa sardónica con que se defendía de los elogios. Todo Escuinapa va a extrañar la columna de Ramón, los comentarios siempre inesperados pero siempre certeros de Ramón en la radio.
Al final me convencí de que si todos lo sabemos, hay que decir que Ramón Eduardo Guevara fue un gran periodista y un gran hombre, para que sus hijos tengan un testimonio ajeno (propios los reunirán en cantidades inimaginables) de que el paso de su padre por esta vida no fue ni inútil ni mucho menos ignorado, sino todo lo contrario.
SARTISFECHO, DON BONIFACIO
(NO ES PREGUNTA: ASÍ LO CREO)
Cuando trascendió que el personaje menor que ocupa la Presidencia Municipal de Escuinapa, Bonifacio Bustamante, fue a pedir que Noroeste le retirara el empleo, muchos acusaron al tipejo de ser un cacique, un sátrapa, un represor y muchos otros calificativos que yo juzgué excesivo. La pequeñez de su estatura moral, me lo pintaban más bien como un pobre sujeto.
Pero cuando vi lo que respondió a los reporteros sobre el tema, pretendiendo todavía presentarse como un ser generoso que por la enfermedad de Ramón Eduardo prefería no proceder para no dañarlo, entendí que no se trataba sólo de tontería, sino de maldad absoluta.
A partir de esas expresiones, entiendo que el “señor” presidente municipal está satisfecho con el resultado final. Que gustoso acepta la intervención de la providencia que le quita a un obstáculo de enfrente. Porque una postura ética, moral, siempre será un obstáculo para aventureros de la política como éste.
Qué lástima que ya no está Ramón Eduardo, “don” Bonifacio, para que nos respondiera algunas dudas, algunas inquietudes que ruedan por todo el municipio, como aquella de que usted dedica más tiempo a la dirección de la empresa para la que labora, que a la conducción del ayuntamiento a cuyo frente la sociedad decidió elegirlo, aunque sólo fuera por contraste con las desilusiones con otro oficiante de la alcaldía.
Y que nos respondiera también si es verdad que en atención a las funciones de la empresa, e ha llegado a ausentar no sólo del estado, sino del país, sin consultarlo con nadie ni tomar las providencias legales necesarias, porque lo que le interesaba es que no se supiera.
Ya habrá tiempo.
HORA SÍ VIENE CÉSAR CAMACHO
QUIROZ A VISITAR MAZATLÁN
Durante el periodo de campaña, el presidente del comité ejecutivo nacional del PRI hizo una gira de matacaballo pro Sinaloa, que no incluyó al sur del estado. Algunos dijeron que a Martha Tamayo le interesaba más reforzar las candidaturas femeninas de Rosa Elena Millán Bueno (que ni lo necesitaba), de Gloria Himelda Félix Niebla (que tampoco necesitaba) y sobre todo de Diana Armenta, seguros como estaban de llevarla al triunfo, lo que obviamente no ocurrió.
Por supuesto, sus rivales del Partido Acción Nacional dijeron que si Camacho no venía a Mazatlán, era porque sabían que el PRI iba a perder la elección en el quinto distrito. Como compensación, poco después enviaron a Cristina Díaz, la secretaria general, a respaldar a Quirino Ordaz, y la señora llegó tarde, tanto, que el evento fuerte que se tenía preparado, terminó por ser un aco mediano en que muchas de las señoras terminaron por irse a sus casas, cansadas de esperar.
Pese a esas ausencias, pronósticos y retrasos, Quirino Ordaz Coppel ganó la elección con el respaldo de una campaña intensa, demandante de un esfuerzo físico no visto hasta entonces, ni siquiera en Alejandro Higuera Osuna, cuyas primeras campañas fueron un derroche de esfuerzo personal desusado.
Una vez pasado todo, César Camacho viene este viernes a evaluar lo que se hizo, a proyectar lo que debe hacerse y a preparar con ello el terreno para la elección del año próximo, en que Sinaloa renueva la gubernatura, el Congreso y los dieciocho ayuntamientos.
La gira de Camacho incluye a los tres estados en que el PRI fue derrotado hace cinco años por alianzas de amplio espectro que llevaron a las gubernaturas a Mario López Valdez en Sinaloa, Rafael Moreno Valle, en Puebla, y Gabino Cué, en Oaxaca. Suena interesante, aunque para cuando se realicen esas elecciones, Camacho ya no será presidente del PRI nacional, y sus estrategias y directrices habrán pasado al archivo muerto de las ideas tricolores.
Lo que sí va a ocurrir es que la reciente derrota del candidato priísta Ricardo Hernández Guerrero en el quinto distrito, cobre su primera cabeza.
Se trata del diputado Manuel Osuna, quien ofreció su renuncia a la presidencia del Comité Municipal de su partido en Culiacán, y ya se la hicieron buena, Será sustituido el miércoles a las cinco de la tarde en sesión de consejo municipal, según anunció con gran gusto la presidente del comité directivo estatal, Martha Tamayo Morales.
Hay que ver si sigue el descabece en esta historia a la que se atribuyen traiciones, abandonos y hasta extravíos de numerario, que podrían hacer que se actualice aquel viejo estribillo de 1976: “cómo que ya se va/ cómo que no está aquí/ vamos sacando cuentas/ venga pa’ca don Luis”.