*Noche de gritos respetados por la lluvia
*Noche de shows musicales y políticos
*Malova encabeza el desfile en Mazatlán
FRANCISCO CHIQUETE
Nada como el de Independencia para ver a los gobernantes en su verdadera personalidad, al menos en lo que a la voz se refiere. Enrique Peña Nieto y Mario López Valdez se olvidaron del tonito discursivo que impuso Carlos Salinas de Gortari o que impusieron los maestros de imagen que con Salinas empezaron a hacer su agosto, mientras Carlos Felton se saltó de su sequedad rutinaria.
Peña Nieto soltó de su ronco pecho. No era un grito como el del Charro Avitia ni mucho menos como el de Emilio Gálvez, pero se fue mucho más allá del subibaja que utiliza en sus discursos. El segundo grito de Independencia se fue sin tropiezos, sin broncas ni saltos en el teleprompter, sobre todo de esos que sus enemigos políticos cazan de manera sistemática.
En cambio a los organizadores del evento se les fue la obviedad de las porras a Peña, que causalmente fueron lanzadas junto a las cámaras y los micrófonos ambientales de la transmisión televisiva a nivel nacional. No eran necesarias, pues el ambiente era propicio para la diversión y para el ejercicio de una tradición a la que no sólo no espanta el clima sino que hoy extrañó la ausencia de lluvia.
En Culiacán Mario López Valdez llegó con una laringitis del diablo, que no pudo curar ni con inyecciones ni con tequilas, como él mismo explicó después de la ceremonia. No le daba la voz para aventar el tonito cural que agarra cuando quiere convencer a su auditorio, para subir a discurso de plazuela cuando le llega la rebeldía porque lo siguen cuestionando lo que él explica con la que considera tanta claridad.
López Valdez leyó a distancia cada uno de los nombres de los héroes que nos dieron patria, como los leyó Peña Nieto con habilidad de consumado lector del artilugio electrónico. Desde el primer viva se le oyó la garganta desgarrada, pero ello no obstó para que fuese subiendo el nivel de sus restos de voz hasta alcanzar la ronquera de cinco voces saliendo de la misma garganta. Y todavía le alcanzó para entonar el himno nacional, aunque el sonido estaba en el tenor que dirigió al coro multitudinario de culiacanenses que no se quedó atrás en el momento que nos legaron Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó.
En Mazatlán Carlos Felton entró conforme al protocolo. Un laaaaargo ensayo y una más laaaarga espera le permitieron instruirse perfectamente, junto con su esposa Silvia, en la manera en que debía ser encarado este protocolo, por el que estuvieron peleando y suspirando desde aquellos aciagos días del 2001, cuando fueron despedidos de la Jumapam y luego perdieron las elecciones.
Cuadrado como buen ingeniero, industrial además, Felton avanzó contando los pasos para recibir la bandera. Volvió a contar para salir con ella al balcón y contó cada uno de los cuatro tañidos de campana que indica la Ley de Símbolos Patrios y ceremonial. Leyó después las vivas, los nombres y los cierres del “Viva México”, cada vez con más énfasis hasta desgarrarse también las cuerdas vocales, aunque no tanto como Malova. A Felton todavía le alcanzó para cantarse completito el himno nacional a todo pulmón, mientras su esposa combinaba el ritmo de las estrofas con la sonrisa indispensable de las grandes ocasiones, por si las fotos.
LOS SHOWS DE ARTISTAS
Y DE LOS POLÍTICOS
Desde que aparecieron los mercadólogos para controlar a los gobiernos simulando que les ayudan, en los tres niveles de gobierno se sienten obligados a contratar artistas del circuito comercial para garantizarse, según ellos, la asistencia del público. El problema con esto es que entre los gobernantes de la nueva generación prácticamente no ha habido quienes acudan voluntariamente a las ceremonias del grito, por lo menos no antes de entrarle a la política. Por eso no saben que la gente va sin necesidad de premios, que disfruta por supuesto de los artistas que le llevan, pero que igual estarían ahí sin esos contratos.
Anoche los ganadores de la voz México cerraron el programa en la Plazuela República, pero la expectación no estaba centrada en ellos, sino en la novia de Gerardo Bazúa, de quien había corrido el rumor de que estaría presente. Pero Paulina Rubio no apareció, alejada quizá por las alarmantes noticias del huracán Odile, que corrieron por el mundo desde el sábado, relacionándonos con él, aunque la trayectoria indicaba a Los Cabos, donde finalmente llegó.
En la capital del país los artistas se sucedieron en actuación y en prestigio, mientras que en Culiacán todo mundo esperaba a los Tucanes de Tijuana, esperados por un ávido público de treinta mil personas, según los cálculos de los locutores televisivos que recibieron con manifiesta sorpresa al gobernador para una entrevista que ellos habían anunciado y que se realiza cada año, aunque esta vez sólo fue presentación a causa de la ronquera.
Todo mundo esperando a Los Tucanes para ver si cantaban un narcocorrido, pero antes que ellos, el grupo Punto y medio se aventó un “Viva México cabrones” durante la transmisión estatal. De ahí en adelante la pendiente ya quedaba fácil.
No llovió, de modo que el grito en Mazatlán se realizó sin contratiempos y sin novedad, no que en los noventa fue necesario lanzarlo dentro de Cabildos porque la lluvia y el viento eran excesivamente intensos. En los ochenta a Quirino Ordaz le llovió veinte minutos antes, y la tormenta monzónica cesó como por encanto justo a las once de la noche.
Pero el que sí causó una verdadera ventolera fue Antonio Toledo Corro, el político atrabiliario que en 1960 dejó su inclinación por el uso de la fuerza para invitar al recién instalado obispo de Mazatlán (Miguel García Franco, cuya ordenación episcopal fue en 1958) nada menos que a dar el grito de independencia desde el balcón del Palacio Municipal.
Eran días de la separación formal entre Estado e Iglesia, cuando ni uno podía invadir la esfera del otro, ni viceversa. Toledo dijo que sabía de las restricciones, pue le gustó el trompo para echárselo a la uña e hizo la invitación, que el obispo aceptó gustoso. Años después, García Franco encabezaría una campaña nacional contra la reforma educativa y Toledo Corro intentaría reventar a la Universidad Autónoma de Sinaloa quitándole las preparatorias.
A nivel nacional, las anécdotas del grito son bastante, pero las más fuertes se centran en la costumbre iniciada por Adolfo López mateos, de realizar la ceremonia del quinto año en Dolores Hidalgo. Lo hicieron el propio López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid. En cada caso, el regente del Distrito Federal cruzaba la calle y daba el grito en Palacio Nacional.
Pero Carlos Salinas de Gortari lo suspendió para no alentar las aspiraciones presidenciales de Manuel Camacho Solís. Ernesto Zedillo Ponce de León ya no retomó la tradición porque habría implicado que él fuese sustituido en Palacio Nacional nada menos que por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien fue el primer jefe de gobierno electo en el Distrito Federal. Ni Vicente Fox ni Felipe Calderón quisieron darle oportunidad a Andrés Manuel López Obrador o a Marcelo Ebrard Casaubón.
CAMBIO DE DOMICILIO
PARA LAS FIESTAS PATRIAS
El gobernador Mario López Valdez vino a Mazatlán para encabezar la ceremonia conmemorativa de los Niños Héroes, el pasado día 13 y ayer estuvo en Culiacán para dar el grito de Independencia. Hoy iza la bandera en la capital del estado y luego se regresa acá para estar al frente del Desfile Conmemorativo.
Ya este año dejó el desfile obrero de Culiacán para irse a Los Mochis, a donde por cierto lo siguió un 82.5 por ciento de su gabinete, que quiso dejarse bien por el gobernador en su tierra y la de ellos. ;Los demás se quedaron esperando invitación.
Este cambio de Malova da oportunidad a que el secretario general de gobierno, Gerardo Vargas Landeros, pruebe las mieles del uso del balcón, aunque sólo sea en el palacio municipal de Culiacán y compartiendo con el alcalde Sergio Torres.