*Municipios, sentimiento de abandono
*Les quitan piquitos por 200 millones
*Higuera cruza por el peor trance político
FRANCISCO CHIQUETE
En Mazatlán, el regidor Roberto Osuna, jefe de la bancada panista en el ayuntamiento, hizo una denuncia tronante: Mazatlán está bloqueado, dijo, explicando que no llegan los recursos federales y que ello provoca que no haya obras importantes en un ayuntamiento que está ya en su noveno mes de operaciones, lo que equivale al veinticinco por ciento de su duración.
De entrada parecería que se trata de buscar culpables ajenos a una situación que poco a poco se empieza a advertir entre toda la población. Carlos Felton llegó con una opinión muy favorable sobre sus conocimientos de la vida pública, de los proyectos pendientes, de su conocimiento de las necesidades tras una carrera parlamentaria que le permitió ser diputado local dos veces, federal una más, regidor y aspirante a la presidencia municipal desde el 2001, cuando perdió en su primera oportunidad ante el fugaz alcalde defenestrado.
También podría ser un sentimiento personal del regidor, quien se ha fogueado entre los tiempos fragorosos de lucha de Acción Nacional y las casi sangrientas contiendas internas que en su momento lo llevaron a entusiasmarse con las candidaturas independientes que promovió Manuel Clouthier Carrillo.
Pero al final resulta indudable que se trata de un sentimiento más general, del criterio de una corriente dentro del gobierno municipal que no puede entender cómo en los gobiernos de Alejandro Higuera Osuna se podían licitar y ejecutar decenas de obras medianas y pequeñas, y ahora estén tan amarrados que apenas si pueden lanzar convocatorias que no pintan.
Algunos empezaron a sospechar que el asunto se debía a la mala química entre el alcalde Felton y el gobernador Mario López Valdez; más tarde se responsabilizó al exalcalde Alejandro Higuera Osuna, responsable de todos los males que les ocurrieron por años a las corrientes feltonistas, dentro y fuera de Acción Nacional.
Por otra parte, parece incongruente que las bases piensen así, mientras el alcalde realiza viajes y más viajes a la capital del país, donde renueva su fe en las gestiones para alcanzar los presupuestos enormes que le permitan sacar adelante proyectos ”de gran calado” que le permitan alcanzar la transformación de Mazatlán en los términos que ofreció durante su campaña electoral.
El caso es que estas expresiones de inconformidad se han presentado también en otros ayuntamientos, algunos de ellos establecidos en las confianzas y consideraciones de la administración estatal: los recursos no llegan, un problema que parece provenir igual de la administración federal, que no aterriza sus propios programas, que de la estatal, donde el dinero no fluye ni a tirios ni a troyanos.
De la federación hay sobradas pruebas. Por más que los funcionarios digan que el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2014 está fluyendo en tiempo, la realidad es que no hay tal. Muchas de las obras comprometidas no han podido arrancar porque las dependencias correspondientes no cuentan aún con las partidas.
UN PAQUETE INESPERADO
DE DOSCIENTOS MILLONES
Pero hay otro caso que a estas alturas parece increíble: en cada municipio se cuenta –en teoría- con pequeñas partidas para la ejecución de obras mínimas que ayudarían a mantener el flujo de recursos y de trabajo en niveles de cierto decoro, con respuestas aunque sea elementales para los ciudadanos de caya municipio.
Pero resulta que no se pueden ejercer: entre las secretarías de Administración y Finanzas, y de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, decidieron que esos pequeños piquitos de cada municipio podrían hacer una bolsa importante para conseguir mejores precios, en un intento de economía de escala que supuestamente beneficiaría a cada localidad.
El problema es que tratándose de obras muy pequeñas, cada municipio pudo haber hecho las suyas por administración, o por asignación directa sin violar ninguna disposición legal, y aprovechar el tiempo para que las cosas se hiciesen rápido.
Pero resulta que los piquitos juntos se convirtieron en una apetecible bolsa de ¡doscientos millones de pesos! Y por supuesto, hay que licitar porque la idea es que todos los trabajos los haga una sola empresa –no sean mal pensados, no tiene porqué ganarla un amigo-. Una empresa que por muy grande que sea, no tendrá capacidad para desplazar obreros simultáneamente para construir una loza en Los Mochis, tres baños en Salvador Alvarado, una cerca perimetral en Escuinapa y, asómbrese usted, comprar y revender dos computadoras para otros lugares.
¿Cuál es la necesidad de esa concentración? ¿Por qué quitar movilidad a los municipios y sobre todo por qué acaparar obras y servicios de proveeduría que no necesitarían absolutamente ningún empujoncito para salir adelante, y de manera más eficiente?
Ahora si, lo que menos puede uno pedir es que dejen de ser mal pensados.
HIGUERA Y EL DRAGADO:
DIFÍCIL QUE LA LIBRE
¿Quién podría pensar que un año después de haber sufrido la derrota electoral más apabullante de su historia, Alejandro Higuera empezó a tratar de reconstruir a su equipo. No ha sido fácil, pues todavía hay quienes se resisten a escuchar de nuevo el canto de las sirenas, sobre todo una vez que consiguieron engancharse en la administración de su enemigo jurado, Carlos Felton.
-Me la juego por tierra o por la pluri, ha dicho a sus cercanos, entusiasmado por el panorama de divisiones internas que se advierte en el PRI, y que podría facilitar el acceso de un tercer diputado panista a través del octavo distrito (los otros dos han sido Carlos Felton y él mismo), pero siempre con una absoluta negativa a sentarse a revisar números sobre su propia imagen entre el electorado que el año pasado le negó el acceso al Congreso Local, tanto por tierra, es decir, por la elección de mayoría, donde quedó quince mil votos debajo de su verdugo, como por aire, toda vez que estando en la lista de plurinominales, no le alcanzó para dotar al PAN de una curul adicional. Ahí le ganó el Partido Sinaloense, que tuvo un resto mayor para hacer diputada a la maestra universitaria María del Rosario Sánchez Zataráin.
A pesar de todos esos negros antecedentes, la cuestión electoral no es su enemigo más poderoso en este momento. Higuera pasa por un momento muy delicado de su vida pública, merced a los malos resultados de su última administración.
Alejandro fue uno de los alcaldes que más dinero repartió como bonos y estímulos a fin de trienio, lo que como bien se sabe, ha sido condenado por la Auditoría Superior del Estado como algo indebido. En defensa, el actual director de los Conaleps dijo que hay jurisprudencia que lo protege, toda vez que la Suprema Corte ha resuelto a favor de los municipios en casos similares de otras entidades.
Curioso que él ensaye una defensa jurídica mientras los regidores beneficiarios aseveren que sólo recibieron sus propios ahorros y no un bono de fin de trienio.
Pero tampoco es ese el principal problema de Higuera. Aunque en público ha aseverado que ya solventó las observaciones relacionadas con los trabajos de dragado del estero del Infiernillo, en su fuero interno sabe que está metido en el peor problema de su prolongada carrera política.
Cosas de la vida, sus líos vienen de un contrato dudosamente ejecutado por los empresarios de la construcción de los que Higuera fue extremadamente cercanos, y que según las cuentas de otros, en esta ocasión trabajaron con otra instancia, aunque sea él quien se aventó la gauchada, como dicen los argentinos, de cargar con las broncas cuando no se imaginaba que podía haberlas. Sus enemigos políticos dicen que no, que en realidad procedió con la normalidad de los casos, pero el asunto es que ahí está, en trabajos de parto gemelar.