El ZURDÍSIMO, UN HERMOSO LIBRO DE ARTURO SANTAMARÍA.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

 

La futbofobia es una pasión que muere junto con los que fueron o quisimos ser “romperedes” de tiempo completo, tanto en la niñez, en nuestra febril adolescencia, como en nuestra dorada juventud. Es una pasión que nos hizo soñar despiertos, soñamos que seríamos jugadores profesionales del temple de El Chava Reyes, Pelé, Maradona y otras fulgurantes estrellas del balompié de aquellos santos días, pues en esos años creíamos que la luna era queso.

 

Santamaría quizá soñó dormido y despierto calzar la casaca del América, al convertirse desde niño en un fans de ese club fifí. Narra el autor que en su destellante travesía futbolera solía trenzarse en las calles, los parques, las canchas y, a veces, en los estadios de los aguerridos barrios y escuelas de la Ciudad de México y allende a ella, donde su equipo -sus equipos- se alzaban con la victoria. Nos cuenta Santamaría en Zurdísimo, que era un delantero de fusta y fuste: solía meter más goles que ligar chicas, para lo cual no tenía aún entrenamiento, como el que había adquirido en las artes futboleras en los espacios vacíos de los multifamiliares, donde vivía cuando era aún un escuincle. A pesar de esos infortunios, empezaba a frisar una etapa en que sus ojos le aceleraban los latidos del corazón cuando veían una muchacha hermosa.

 

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Pero no es Zurdísimo un libro que nos habla sólo de futbol, es más bien un texto donde la vida de Santamaría gira alrededor del futbol, pero en ese gran eje incluye a sus padres y hermanos, a sus amigos, sus estudios, a sus amores platónicos, el contexto político en el que estaba inmerso: Por ejemplo las secuelas del asesinato de Rubén Jaramillo, el movimiento del 68 y su militancia en Estados Unidos. Pero además en su narrativa aparecen nombres, lugares y fechas, que suelen escapársenos cuando hemos llegado a la edad en que la mollera se vuelve excesivamente selectiva.

 

Pero hay de recuerdos a recuerdos en Zurdísimo. El que cruza sus remembranzas en la mitad de las páginas es don Polo, su mágico entrenador. La imagen y la bonhomía de don Leopoldo quedaron tatuados en la Mente de Arturo Santamaría. Don Polo, además de formar varios equipos, les daba a los jugadores para el camión, las viandas, el uniforme, por más que su esposa se enojara, pero además les daba excelentes consejos de cómo tocar el balón, de cómo desplazarse en la cancha y cómo tener los suficientes “huevos” para enfrentar a los equipos contrarios. Tal vez por eso el autor cuando se refiere al Club “El Internacional de don Polo”, su equipo, casi olvida al resto de clubes con los que también conquistó varios campeonatos.

 

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Su papá, nacido en Atlixco, Puebla, fue también un buen Futbolista, aspiró a ser jugador profesional, allá por los años de 1950. Pero fue sobre todo un trotamundos. En aquellos tiempos en que el espacio no se había reducido por la velocidad del tiempo, su jefe emprendió un viaje desde la ciudad de México, hasta la lejana ciudad de Mexicali. Intempestivamente subió a su familia en un viejo Oldsmovile de 1929, con las arcas vacías y una mochila llena de esperanzas, sobre todo una: crear una revista. Si usted compra y lee Zurdísimo, encontrará lo que pensaba su mamá de esa incierta como difícil odisea.

 

Pero también su papá les heredó a sus hijos el fervor que sentía por el futbol. Y más aún: les legó el gusto por la lectura, la escritura y la pintura. Santamaría nos los cuenta así: “Para redondear este libro, les diré que de nuestro padre, quien era periodista, heredamos el gusto por contar historias y dibujar, así que este libro es un homenaje a su memoria y al ADN que nos heredó. Finalmente debo invitar a los lectores que a beberse Zurdísimo, no sólo disfrutará de un divertido libro, también en él encontrará extensos jirones de la vida de Arturo Santamaría, que no le conocíamos