El tiempo restaurado, la mirada de Miguel Flores sobre una obra de Eshauri

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Mazatlán, Sinaloa, 10 de diciembre de 2025.-
En el silencio atento del taller de Artes Plásticas del Centro Municipal de Artes (CMA), el tiempo deja de ser una línea recta para convertirse en materia viva. Ahí, entre capas de pigmento, soportes envejecidos y gestos precisos, el maestro Miguel Flores emprendió un ejercicio que rebasa lo técnico: la restauración de una obra atribuida al pintor argentino Eshauri, un creador fructífero cuya huella permanece, incluso cuando la firma se ha borrado con los años.
Restaurar —como lo expresa el propio Flores— no responde únicamente a una necesidad estética, sino a una justificación del tiempo. En los museos y acervos, toda obra importa no solo por su belleza o por la expresión de su autor, sino porque ha logrado atravesar décadas, incluso siglos, sosteniendo su vigencia. Una obra expuesta hoy dialoga con el pasado y confirma que el tiempo no la ha vencido.
En este caso, se trata de un paisaje realizado con brocha, de construcción aparentemente sencilla, pero profundamente revelador de su época y de la técnica con la que fue concebido. Flores reconoce en la obra, un lenguaje que remite a los talleres donde se formó siendo muy joven, espacios donde pintores sudamericanos y mexicanos trabajaban a ritmo vertiginoso, creando tanto obra comercial como piezas de mayor aliento artístico. Esa memoria personal se entrelaza con la memoria material de la obra restaurada.

El proceso no consiste en “hacer nueva” la pintura, sino en respetar su historia, conservar lo esencial y permitir que el paso del tiempo siga siendo visible sin poner en riesgo su existencia. Muchas obras han desaparecido; otras sobreviven gracias al rigor de restauradores que entienden que cada intervención es también una decisión ética.
En palabras que atraviesan el pensamiento de Flores: una obra en un museo justifica el tiempo, porque nos permite comprender cómo se pensaba, cómo se sentía y cómo se creaba en otro momento de la historia.
El trabajo del maestro Miguel Flores en el CMA no solo rescata una pintura: rescata tiempo, reafirma la importancia del cuidado del patrimonio artístico y recuerda que el arte es uno de los pocos lenguajes capaces de conectar generaciones distantes. En cada capa recuperada, en cada decisión tomada con cautela, se confirma que restaurar es un acto de respeto hacia el pasado y de responsabilidad con el futuro.