EL OBSERVATORIO EN EL VIGÍA
Enrique Vega Ayala
Cronista Oficial de Mazatlán
La cima del que ahora conocemos como Cerro del Vigía se convirtió en el punto ideal para instalar los arreos para la supervisión de las entradas y salidas de embarcaciones al puerto hacia 1828, cuando el muelle se cambió a la Playa Sur. El puesto de Vigía, usual en esos tiempos en los puertos, servía para avisar de la aproximación de embarcaciones a las autoridades de control marítimo. La Aduana Marítima y la Capitanía del puerto estuvieron situadas al pie del cerro, con vista directa a las zonas de atraque de embarcaciones mayores y menores.
En aquellos tiempos las señales indicativas que utilizaban los encargados de esa tarea eran banderines de colores y tañidos de campanas. La altura del cerro permitía que no hubiera ninguna obstrucción para la visibilidad de las señales y tampoco había demasiados ruidos como para impedir la audición de las campanadas. Durante muchos años, para el cumplimiento de esas tareas no se requirió ningún tipo de construcción especial, si acaso debió existir algún barracón donde se resguardaban los responsables de esas labores cotidianamente y frente a las inclemencias climáticas.
De acuerdo con los datos de Antonio Lerma Garay en su “Mazatlán decimonónico”, en el archivo del Consulado de EEUU en Mazatlán, un comunicado del cónsul norteamericano en el puerto, del 4 de octubre de 1879, “señala un observatorio y un faro han sido erigidos”. Con la construcción del edificio del Observatorio se agregó a la función de vigilancia marítima el servicio de elaboración de reportes meteorológicos. Aunque hay referencias de que en 1872 se inició la primera edificación para el funcionamiento de un observatorio meteorológico a partir del año siguiente. Una década después, el inmueble sería remodelado. Con nuevas instalaciones fue reinaugurado en 1892. Adicionalmente, en 1910 se instaló la estación sismológica anexa al Observatorio. Su apertura fue parte de los eventos nacionales conmemorativos del Centenario de la Independencia. Dicha estación estaba conectada al sistema nacional controlado directamente desde la Estación de Tacubaya en la capital del país.
Probablemente debido a los embates del ciclón de 1927 perdió las cúpulas de sus torres, que distinguieron a la edificación durante treinta años. Diez años después, el observatorio fue dotado con una planta transmisora de radio telefonía y radio telegrafía. Los equipos fueron instalados por Eduardo Schobert, quien entonces era el Jefe del Departamento Meteorológico en esta ciudad. Con ese adelanto tecnológico se podían transmitir y recibir, diariamente, los boletines de previsión del tiempo a todo el país y al extranjero.
Entonces ya estaba rodeado de conjunto de poco más de dieciséis mil árboles (Casuarinas, Tabachines, Huancaxtles, Habas, Cedros Ébanos, Fresnos y otros) que formaban el Bosque de la Ciudad, obra del Ing. Jesús González Ortega, que fue inaugurado formalmente en 1928, luego de varios años de formación.
La vocación original del predio como recreativa y de servicio público fue respetada hasta finales de los cincuenta del siglo XX, aunque la falta de atención y los ciclones acabaron con un buen número de árboles, definitivamente se perdió cuando el ayuntamiento fraccionó el terreno y dispuso la venta de los lotes en pública subasta. Las construcciones a su alrededor y el traslado de los muelles al Estero del Astillero volvieron inoperante el inmueble para las funciones que realizaba. Una década más tarde, se trasladaron los equipos a un nuevo edificio en el Estero del Infiernillo. La edificación quedó abandonada alrededor de treinta años.
Luego de varias promociones fallidas de diversos grupos civiles interesados en convertirla en casa para actividades culturales o para actividades vinculadas al medio turístico, en 1992 la Sedesol otorgó en comodato el edificio y terreno del observatorio a un organismo denominado por el acrónimo de COMITUR, con el presunto objetivo de transformarlo en punto de interés turístico. Sin embargo, poco tiempo después la ruina del observatorio se integró a la propiedad colindante de Ernesto Coppel mediante una compraventa singular.
En 1996, por decreto presidencial de Ernesto Zedillo, firmado el 30 de octubre, se desincorporó el predio denominado “Cerro del Vigía” y se autorizó que tres de sus cuatro fracciones con 1,387.53 m2, 2,053.06 m2 y 658.95 m2, le fueran enajenadas a título oneroso y fuera de subasta pública al vecino Ernesto Coppel Kelly. La cuarta fracción de 329.86 m2 se enajenó a título gratuito a la UNAM para que continuara utilizándola como estación sismológica.
Ya bajo régimen privado, la propiedad ha estado sujeta a varias transacciones. Desde 2019 el edificio está funcionando como atractivo turístico bajo el concepto de museo de sitio. Un poco antes, mientras se desarrollaba el proyecto, el patio colindante fue escenario privilegiado de un par de conciertos operísticos. Se ha construido un funicular como medio de acceso desde el Paseo del Centenario, que representa un valor agregado a la singularidad del conjunto arquitectónico. Además de la museografía que combina imágenes del lugar y del viejo Mazatlán con antigüedades, se ofrecen otras atenciones mientras el visitante admira las vistas panorámicas de extraordinaria belleza.