El Gran Acuario Mar de Cortés abre sus puertas para invitarnos a una inmersión espectacular en el mundo marino.
Cuando nos dicen que es el mejor de Latinoamérica parece una frase hecha, pero quedamos convencidos si nos enfrentamos a los hábitats impresionantes, a lo que en otros acuarios sería “la pecera oceánica”, a los ecosistemas de especies determinadas, a túneles de agua, a la ingeniosa zona en que con un pequeño movimiento quedas en el centro, te das cuenta de que efectivamente, la disposición, la arquitectura, el concepto, la tecnología y la narrativa crean un ambiente increíble.
El concesionario e inversionista Ernesto Coppel Kelly no oculta su orgullo por la obra. Le va a dar a Mazatlán por lo menos un día más de estancia de los turistas, con todo lo que ello implica en derrama económica: tres comidas, transporte, gastos diversos; traerá seguramente a visitantes de Estados Unidos, Canadá y otros países, reinsertando a Mazatlán en ese tipo de turismo, que se había reducido a causa de la intensa competencia que nos hacen otros destinos muy importantes.
Todo en el nuevo Acuario es monumental, combinando lo tradicional que ofrece un tramo de puentes de madera, enormes escaleras con paredes cubiertas con cortinas de agua (por supuesto con la alternativa de elevadores), un acceso volado al aviario que está en construcción y entonces sí, la introducción al mundo submarino, con espacios increíbles que nos llevan por etapas, desde las costas hasta las más impactantes profundidades, con las especies que en ellas habitan.
Los estudiosos de los espacios públicos consideran al aeropuerto Charles De Gaulle, de París, como el punto innovador en los conceptos de esa especialidad. Ahí se olvidaron de las terminales para manejar los módulos. Con ese ejemplo, el Gran Acuario Mazatlán Mar de Cortés recrea hábitats en cada una de las estaciones que ofrece al público. Así podemos ver desde las tiernas medusas, los curiosos caballitos de mar, hasta las impactantes mantarrayas y los intimidantes tiburones martillo.
A la modernidad de las estaciones, cuyos acrílicos fueron fabricados especialmente para cada caso, se suman conceptos como el de poner a trabajar en una sala a los científicos que desarrollarán proyectos de investigación biológica para mejorar, por ejemplo, la reproducción de las especies para garantizar su prevalencia. Así se genera contacto entre la ciencia y el público, sobre todo el infantil.
Al final del recorrido se vive el sueño de Julio Verne y su capitán Nemo, en una sala que muestra cómo la imaginación del ser humano estuvo siempre por delante de los desarrollos tecnológicos.
El Gran Acuario Mazatlán Mar de Cortés es un nuevo mundo que recrea las grandes vivencias de nuestro puerto.