EL NETO COPPEL KELLY Premio Nacional de Turismo para un mazatleco que fue de la quinta chilla al glamour

0
185

EL NETO COPPEL KELLY
Premio Nacional de Turismo
para un mazatleco que fue
de la quinta chilla al glamour

FRANCISCO CHIQUETE

¿Cómo agradecer un Premio Nacional de Turismo? Ernesto Coppel Kelly lo hizo diciendo un chiste sobre su edad y apariencia, y luego una advertencia sobre el error de no promover turísticamente a la marca México, cerrando con la advertencia de que los propios empresarios deben ver cómo solucionar esa carencia.

Coppel Kelly fue distinguido con la edición número 32 del Premio Nacional de Turismo que otorga la Fundación Miguel Alemán. Es uno de los reconocimientos más renombrados en el país y lo han recibido los representantes más importantes de ese sector económico.

 

En ese presídium sencillo y solemne estaba el presidente del Consejo de Administración de uno de los grupos hoteleros más reconocidos de México, vestido con toda formalidad (“sólo le faltó el sombrero de copa para complementar el traje de Savile Row, acotó un amigo mutuo). Pero a muy pocos momentos de empezar a hablar, apareció el Neto Coppel de las calles de Mazatlán: yo conocí a don Miguel Alemán, aunque no lo crean, porque tengo 75 años de edad, aunque parezco de 27.

En efecto, el Netillo -cuatro años- fue llevado por su padre Ernesto Coppel Campaña a la ceremonia en que Miguel Alemán, presidente de la República, acudió a Mazatlán a develar la placa en que se da su nombre a la nueva avenida, surgida de la creación del puerto actual. Llegó en el yate presidencial, porque entonces la Presidencia tenía un yate, el Sotavento, narró. No sé desde dónde lo traerían o si lo subieron cerca para que llegara en barco, pero se me grabó.

Aquel chamaco es hoy un personaje en varios ramos. Es, por ejemplo, uno de los tiburones que nadan en el tanque de los negocios. Su incursión en el capítulo mexicano de Sharks Tank le ha dado una proyección adicional a la que ha alcanzado como hotelero y empresario de bienes raíces. Desenfadado, es sin embargo incisivo y la mayor parte de sus intervenciones son para animar a los emprendedores que presentan sus proyectos.

Algo que gusta recordar frecuentemente es el tiempo en que, como esos incipientes desarrolladores de negocios, andaba en busca de su lugar en el mundo de la economía. Lo intentó como empleado; como administrador de la flota de pesca deportiva de la familia, que apenas flotaba y no tuvo remedio; o como vendedor de seguros, sin encontrar el espacio más adecuado, hasta que le ofrecieron la venta de tiempos compartidos en uno de los hoteles locales.

Ahí tomó rumbo. Se enroló en un trabajo intenso que dio frutos a base de buen inglés, encanto personal, mucha disposición para la chamba, y una coordinación impresionante con quien fue su cuñado, Mark Kronemayer, después asociado en el proyecto de despegue.

El Neto Coppel no tiene empacho en reconocer que en esos momentos terminaron los sufrimientos económicos en el hogar, donde había que conseguir préstamos personales de una vecina, o de un amigo taxista, para mantener a la familia. Cuando empecé con las ventas de tiempos compartidos recibí un primer ingreso que entonces era espectacular y le dije a mi vieja cuídalo, porque quién sabe cuándo volvamos a ver otro de estos. Pero a partir de entonces llegaron con frecuencia.

Se acabó el murmullo expectante de los meseros cuando se corría la voz en el Frogs: “va a firmar el Neto”. Y había que hacerlo con prestancia, para que no te negaran la posibilidad.
Dos, tres veces por año, los hoteles del Grupo Pueblo Bonito son incluidos entre los mejores del continente, o del mundo, basados en las respuestas que los clientes dan a revistas especializadas, muy serias y reconocidas internacionalmente.

 

En este trayecto se ha encontrado con personajes del país y del mundo. Varios de sus hoteles han sido inaugurados por Presidentes de la República; artistas destacados han sido sus clientes; estuvo en negociaciones con Donald Trump, poco antes de que éste se convirtiese en el agresivo y polémico político que llegó a la Presidencia de la Unión Americana. “No hubo manera de hacer negocios, yo buscaba financiamientos y él quería aportar sólo su nombre, que no es poca cosa, pero no me funcionaba para ese momento. En el ínter fue invitado y atendido en un festejo del empresario, que ahí sí no regateaba nada.

 

Llegar a esos niveles tampoco fue fácil. La construcción de un hotel es muy difícil cuando el capital viene del ingreso laboral de dos personas, como Neto Coppel y su cuñado Mark Kronemayer, pero salió adelante. El Pueblo Bonito emergió en lo que era una zona casi despoblada del área costera de nuestra ciudad. Para poder hacer el banquete inaugural y atender a nuestros invitados y promotores, planchamos todas las tarjetas de la familia y claro, en el banco se las olieron y dijeron que les parecía un “autopréstamo”. Los convencimos de que en realidad estábamos pagando, con nuestras tarjetas, las invitaciones que corrimos en forma personal.

El concepto, la calidad de las instalaciones y de los servicios, posicionaron al hotel en el mercado nacional e internacional. El éxito sin embargo trajo rivalidades inesperadas. El gobernador del estado en ese tiempo, Francisco Labastida Ochoa, dejó de ser cliente exclusivo de El Cid, con cuyo propietario llevaba una gran amistad. Al terminar una gira de trabajo, el camión oficial se detuvo para que bajara ahí don Julio Berdegué, quien no se contuvo y le lanzó una puya: ándale (a Labastida) vete a acostar a tu pinche Infonavit. El mandatario, divertido, le confirmó, ya voy para allá (al Pueblo Bonito) pero tú quédate en tu Indeco.

Don Julio no cejó en su papel de representante natural de la hotelería, y cuando Coppel Kelly ganó la dirigencia del gremio, creó otra asociación. Ese ambiente empujó al Neto a buscar horizontes más amplios. Puso sus ojos en Los Cabos, donde con otros socios construyó el Hotel Pueblo Bonito blanco. A éste le siguió el Pueblo Bonito Rosé y más adelante el Sunset Beach, reconocido como uno de los mejores del dinámico destino peninsular.

Un día reunió a amigos y periodistas para presentarles la maqueta de su desarrollo Montecristo, en un cerro sobre el Sunset beach, que consiste en residencias con servicio de hotel, rentadas a tiempo parcial. Ándale cabrón, te fuiste de culo, le espetó a uno de los que más se apantallaron. Todo el grupo quedó impresionado, sobre todo porque la maqueta ya era cosa del pasado. Las residencias estaban construidas, equipadas y casi todas ocupadas y vendidas en las condiciones descritas.

Ese proyecto ya en operación, también es pasado. Hoy los desarrollos se terminan en Quivira, un lujoso fraccionamiento de condominios, residencias en venta total o en tiempos parciales, con servicio de hotel, coronado desde medio cerro con el campo de golf más espectacular de Los Cabos, reconocido como uno de los mejores del mundo.
Por ahí se desarrolla también otro proyecto muy ambicioso: un hotel en consorcio con la marca St. Regis, que opera en sesenta puntos del mundo con elevadísimos estándares de calidad.

Junto está el Hotel Pacífica, al que ahora acompañan Pacífica Towers y próximamente el proyecto Pueblo Bonito Vantage San Miguel Alende, que abre sus puertas en otoño del 2023 y Pueblo Bonito Riviera Maya, proyectado como el siguiente eslabón.

En este ritmo vertiginoso de creatividad, Coppel y su grupo mantienen nuevas ideas por concretar, pero algo que no aparta de su mente es el interés por Mazatlán. No sólo ha desarrollado el Pueblo Bonito Tradicional, recientemente remodelado con una inversión de 40 millones de dólares, sino que el Pueblo Bonito at Emmerald Bay está en crecimiento permanente, con una sección de villas a todo lujo y con servicios adicionales. Ambos han sido catalogados entre los principales spas y resorts del país. Para diversificar la actividad turística en la ciudad, por muchos años se mantuvo el museo Casa Machado, en el Centro Histórico. Hoy está convertido en un restaurante de primer mundo, asomado a la más profunda tradición mazatleca.

Pero su mayor aportación está desarrollándose ahora en un punto intermedio entre el Viejo Mazatlán y la zona turística. Coppel creó e impulsó el proyecto Parque Central, que rescata la contaminada laguna que agonizaba entre aguas negras y basura, y da un mejor aprovechamiento del Bosque de la Ciudad. A su lado se construye el acuario más importante de América Latina, cuya calidad se equipara a la que ofrecen los mejores de Estados Unidos.

Aunque la pandemia provocó un retraso en la conclusión de estas obras, se mantiene el plan de inaugurarlo en febrero próximo, con actividades colaterales que incluyen la investigación científica y la promoción de carácter académico.

En ese incesante ir y venir por el mundo, ha aprovechado para recolectar documentos históricos, objetos que pertenecieron a personajes destacados de todos los tiempos cartas firmadas por Miguel Hidalgo, por Napoleón, entre varios más, motocicletas y uniformes utilizados en la segunda guerra mundial, uniformes de las legiones romanas, libros incunables y ediciones muy particulares, además de obras de arte y artesanías de altísimo nivel que redondean una colección que sería envidiable para instituciones públicas de estados de la República e incluso de algunos países.

Su acceso a los alimentos más sofisticados del mundo no le ha hecho olvidar la afición por los frijoles puercos que trata de localizar en las cocinas populares de Mazatlán, tratando de recrear los sabores de la casa familiar.

Todo ese glamour no lo hace olvidar una convicción, la de corresponder la entrega de los trabajadores de aquella flota de pesca deportiva, la Flota Bibi, quienes esperaban pacientemente a que hubiese dinero para que les pagaran su sueldo, obtenido casi siempre gracias a un cheque rebotador que muchas veces le facilitaba el arquitecto Armando Galván y que por ser de un banco regional de Guadalajara o del Bajío, aguantaba varios días antes de enfrentar el riesgo de su rechazo (la banca todavía no estaba computarizada). Varios de los trabajadores o sus sobrevivientes son apoyados por “el Neto” y son ellos mismos quienes lo divulgan.

Después de la crisis económica mundial de la primera década del siglo, Neto tuvo que tomar medidas de austeridad para no poner en riesgo al grupo empresarial, y se deshizo del avión que tan útil le fue para la expansión. Fue disciplina más que urgencia, y lo tomó con humor. La primera vez que volvió a Mazatlán después de la venta de la nave, exclamó ante quienes lo fueron a esperar a su llegada en vuelo comercial: “chingada madre ¡qué feo es ser pobre!”