EL FUT BOL ES MUCHO MÁS DE LO QUE PARECE.

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SIDARTHA MILLÁN GAMIÑO. 

 

SEÑALES INEQUÍVOCAS… 

 

Hay momentos muy puntuales en la vida que te llevan a reflexionar que estás entrando a la senectud. 

Ayer recibí una invitación para jugar fútbol y acepté de buena gana. Llegó el momento del partido y me dijeron: «Señor, va de delantero». En ese momento sólo pensaba en cuántos goles metería, pero la realidad fue otra como ocurre siempre en la vida. 

A los 40 segundos de iniciado el partido me mandaron un centro de derecha a izquierda. Éste llevaba cierta potencia para que la defensa no se anticipara a la acción, cuando vi que la bola se elevó, salté cinco metros para encontrarla y rematé un frentazo seco, duro, potente… 

El impacto, la pelota voló a una velocidad de 190 km x hora. Con esa velocidad el balón se convirtió en un proyectil que terminó arrancando la portería con todo y los 64 m2 de la cancha. Pero eso no fue todo: del área arrancada empezó a brotar petróleo por todas partes. 

Aquello era la locura, todo mundo empezó a correr y otros más se abrazaban y lloraban impávidos ante el extraño suceso. De inmediato llegaron agentes federales, marinos, ejército y demás personal de inseguridad; empresarios locales, estatales, nacionales, internacionales porque la Reforma Energética ahora les autoriza gozar de nuestro oro negro.. 

II 

Por el golpazo del balón, yo tenía dos complicaciones inmediatas. Por haber saltado tan alto me encontraba arriba de un cable de alta tensión y además me golpeaba una profunda crisis emocional. Mi primera complicación fue en el momento que rematé la pelota, en ese instante tuve que realizar un salto descomunal, el problema es que quedé encima del cable de alta tensión y eso era muy peligroso; por fortuna llevaba mis taquetes aislantes fabricados a base de cuero de piel de tuano. Además, años atrás había tomado un curso intensivo de equilibrista, gracias a eso me mantuve encima de aquel conductor eléctrico. 

 

Mi segunda complicación, era aún más gravé, radicaba en una severa crisis emocional, ya que al momento de estar caminando por el cable a una altura de 5 metros, recorrí toda mi vida en un instante, en especial me asaltaron un montón de recuerdos, 

imágenes y sonidos de mis épocas de bonanza. Y todo por el golpe que di con el balón en la cabeza, pues empecé a sentir una explosión dentro de mi cuerpo. No les miento, fue sensación que jamás había experimentado. En los siguientes puntos detallaré este asunto con mayor precisión: 

III 

1. El impacto me sacudió de una forma tan impresionante, que me hizo recordar hasta la marca de pañales que usaba en mis primeros años de vida. 

2. Se me cayeron 4 dientes, y encima de eso, me los comí. 

3. Se me quebró tanto la quijada que me tuvieron que poner una prótesis de cocodrilo. 

4. El golpe me tumbó cabello, ceja y espíritu. 

5. Cuando el impactó alcanzo las tres espinillas que tenía en la frente, éstas se me fueron a la parte de atrás. No sean mal pensados: me quedaron en la nuca. 

6. Hasta el día de hoy no me dejan de vibrar las nalgas, chichis, abdomen y todas las zonas «guangas» de mi cuerpo. 

7. Hizo que mi visión estereoscópica cambiara al formato estéreo-espiritual: mis globos oculares giraron 180 grados, de tal suerte que mis ojos, sin dejar de ver el mundo exterior, ahora también ven el mundo interior y eso me asusta. 

8. Me aflojaron la placa y los tornillos que me acompañan como la costra a la herida, por lo que tuve que ir con un herrero a que me emparejara la pierna otra vez y las que faltan. 

9. Tuve una crisis respiratoria, ya que el tracto tuvo dos fisuras profundas. 

10. Por último, fue tan duro el trancazo, que no solamente me sacó las ideas, me sacó también «el mastique» y demás productos internos de nuestra sagrada digestión. 

11. Pero ese no era el problema, el asunto más crítico radicaba en que al no poder controlar esfínteres, al grado de que se vinieron en “picada” sobre mi zona innombrable cuervos, zopilotes y demás animales carroñeros. Afortunadamente llevaba trusas, un short de licra arriba, encima del short, un bóxer y arriba del bóxer, un short de mezclilla, así que iba bien protegido, aunque de todas formas tuve que poner en práctica mi curso de Tae Kwoon Do y de Kung Fu para ahuyentar a aquellas aves «jijas de su chin…» 

 

IV 

 

Para culminar este rollo milagroso, debo decirles que me bajé del cable gracias a una águila que se acercó junto con los carroñeros, pues al momento de irse, le agarré una pata y me colgué de ella y, aunque me llevó hasta el «Cerro de la Chiva», pude quedar a salvo y regresar con vida a mi hogar. 

Si me preguntan por la unidad deportiva, debo decirles que aquello fue una tragedia: los colonos de esa área se quedaron sin unidad, el gobierno federal le vendió el terreno y el petróleo a la iniciativa privada. 

Concluyo diciéndoles que todas estas señales que surgieron a partir de mi amor por el fútbol y ese encontronazo entre el balón y mi testa, me llevan a replantearme que ya no debo hacer deporte.