Elio E. Millán Valdez
Varios pensadores se han preguntado incesantemente: ¿Historia para qué? Esta pregunta se la han hecho de mil formas, y hasta habido catecismos que nos han propuestos métodos para comprender la Historia, con mayúscula. Los nacionalistas y su versión hiper/ultra han respondido de manera simplona: ¡Quien no conoce la historia del país está condenado a repetir sus errores! Quizá el motivo de esta dura expresión es que nunca escucharon una hermosa canción de Manuel Alejandro, que dice algo así: Porque somos como ríos/cada instante nueva el agua… o nunca leyeron la sentencia de Heráclito: Todo fluye/nada permanece estático/ y nadie se vaya en el mismo río….
Sea por lo que fuere, pero la asignatura de historia ha sido devuelta a Educación Básica “copeteada”, Fox Dixit, y hasta en algunas universidades se imparte historia con el nombre materialismo histórico. Lo cierto que la enseñanza de la historia –copeteada o no-, a las “nuevas generaciones” no les va o casi no les va: simplemente la consideran materias de “relleno”, junto con otras asignaturas que tienen el mismo “timbre”. Y no es porque ahora los estudiantes sean unos apátridas. Tal vez no siempre haya sido así, quizá las clases de historia en los tiempos de Cárdenas, por ejemplo, hayan sido escuchadas por los alumnos henchidos de fervor patrio. Pero hoy es otra historia, porque las matemáticas, lenguaje, física o la química que, si bien nos son las que adoran los estudiantes, son las que tienen enorme peso en el plan de estudios, y por eso en ellas a los chavos se les va la vida. En cambio aprender historia…
PERO DE POCOS AÑOS PARA ACA LAS COSAS HAN EMPEORADO.
Existen muchas explicaciones del porqué no les gusta las clases de historia a los chavos. Me gusta una de Luis González de Alba, según la cual a los estudiantes, tan llenos de esperanza, no les gusta una “… historia oficial de México (porque su narrativa) es una larga serie de derrotas gloriosas y un pesado directorio de héroes derrotados. Comenzando por Cuauhtémoc y su profético nombre, águila que cae, hasta Zapata, veneramos la caída, el fracaso y lo consagramos como símbolo de pureza. Cuauhtémoc, último emperador de un imperio detestado por todos sus vecinos y vasallos, es nuestro más puro héroe, no por sus hazañas ni sus construcciones ni sus conquistas, pues no tuvo tiempo para ellas, sino porque es el gran derrotado. Hidalgo es el padre de la patria por decreto, no por sus logros, pues su fallida rebelión fue aplastada en poco tiempo, como otras durante la Colonia…”
Por ello no es casual que en “(…) supuestos sondeos que suelen presentar los medios electrónicos, los reporteros se deleiten exhibiendo la ignorancia de sus compatriotas, a través de preguntas sobre la historia mexicana, como si ellos mismos tuvieran la respuesta. La juventud recurre –cierto, pero sólo los jóvenes- al sentimiento nacionalista por medio de dosis descomunales de alcohol, adquisición de “souvenirs” que traigan los símbolos patrios, creyendo que así se exalta el orgullo de ser mexicano. De acuerdo con la dinámica que estamos viviendo, resulta cierta la tesis que sostiene el profesor e investigador Noruego, Johan Galtung: Somos víctimas del llamado Síndrome de las 3 M: Mickey Mouse, Michael Jackson y McDonald’s. Personajes y productos que la mayoría de los niños y jóvenes de todo el mundo -incluidos los mexicanos- conocen en vez de su historia. Por eso no debe extrañar que las fiestas patrias sólo sean pretexto para promover el consumismo materialista, que privilegia el sentido ideológico capitalista: comprar y comprar mercancías… (Historia de México: El Síndrome de las tres M. Óscar Belén. 5 septiembre 2011)
CIERTO LO QUE DICE ÓSCAR BELÉN, PERO AHORA ES PEOR AÚN.
A alguien se le ocurrió “feriar” los días patrios por cualquiera de los otros días de la semana, o simplemente arrancarlos como hojas del “calendario revolucionario”, para que los fines de semana empiecen desde el viernes y terminen el lunes. A esto le han llamado Buen Fin… Con esta iniciativa el otrora arrobo patrio se ha convertido en fiesta. El Buen Fin ha degollado la densidad de la república por los días traslúcidos del party. La reflexión profunda, a la altura de mexicanos al grito de de guerra, por un flácido espíritu hedonista, cuya punta de ese iceberg es el consumismo. Cualquier marxista, ante este atentado de lesa patria, afirmaría: “La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta”.
Con estos gestos ayunos de patriotismo, por favor no acusen a los niños ni a los jóvenes de su desinformación sobre la historia patria; vaya, ni siquiera a los profesores de historia que tampoco saben de historia. Tal vez la culpa la tenga una abstracción que algunos llaman vida líquida, era del vacío, insignificancia, crepúsculo del deber, porque lo que lo que se ha erosionado es ese halo sagrado que estaba en medio, detrás, delante de los simples Vendedores, con mayúscula, y consumidores, con minúscula. De verás no nos extrañe por tanto que Mitofsky, del sinaloense Roy Campos, nos informe lo siguiente: “El 63% conoce el año que inicio la independencia y 51% el de la revolución. Existen fechas no cívicas mucho más recordadas que el 16 de septiembre: el 10 de mayo, el 14 de febrero, el 30 de abril y el 12 de diciembre, por obvias razones. Y ahora amamos los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón, mañana aprovecharé el último día del Buen Fin, porque, a pesar de los que dicho, lo cierto es que uno ahorra cuando hay ofertas. ¿A poco no? ¿Usted ya fue a entracalarse?