Luis Antonio Martínez Peña.
No soy adicto a los eventos masivos, más si son lejanos y a 1500 metros de altura, cómo lo fue la inauguración de un tramo carretero de la autopista Mazatlán Matamoros el pasado 17 de octubre en el sitio de Coscomate en Pueblo Nuevo Durango. La inauguración fue motivo para una reunión cumbre del presidente con los gobernadores del norte del país que fueron al evento. Listón y tijeras hicieron falta en la ceremonia y fotografía de corte de listón con el qué simbólica y formalmente se declara real un sueño y una idea de progreso que se han hecho los mexicanos del siglo XXI de ambos lados de la sierra. Fue un motivo de reunión y de festividad política de altos vuelos. Por tanto la información que tengo del mismo no es otra más que la opinión de los que magnifican la obra por un lado y, por otro lado, la opinión de los que fueron anotando la cantidad de piedritas, charquitos y ranuras en el camino para dar el veredicto criticón y funestos vaticinios. Opiniones que han sido plasmadas en los diarios locales, dichas en los micrófonos de la radio y cámaras de televisión y expresadas por todo tipo de personalidad que a la hora de los ciclones son expertos y que a la hora de inaugurar carreteras, pues también lo son.
Pero mejor me quedo con la opinión de mis amigos periodistas que a través de las redes sociales nos hacen llegar unas extraordinarias fotografías acerca de las peripecias que significó movilizar a cerca de dos mil sinaloenses que de la costa y los valles subieron a la montaña a tomarse fotografías en el puente grande, en los túneles y entre los pinares y farallones de la sierra, cuando de plano ya no los dejaron ni acercarse al lugar del evento y recibieron las cortesías de rigor del personal del heroico Estado Mayor Presidencial y entonces se dedicaron a la fiesta y a tonificar su pulmones con el aire puro y cargado de trementina de aquellas alturas.
De entrada me quedo con la nota y fotografías festivas de tanta persona de la política y de la administración pública. Diputados y presidentes municipales en funciones y diputados y presidentes municipales electos. Ver como las zapatillas y el glamour de las damas desapareció al momento de subir por las rampas y el esfuerzo que se refleja en las cabezas coloradas de los calvos que todavía no se hacen a la idea de usar sombrero, subiendo a gatas por la rampa. Ver a tanta personalidad “trasladados” en camiones que no aguantaron peso ni rigor de la subida y sufrieron de mangueras reventadas por la presión de los frenos en las bajadas. Bajar a Mazatlán de raite, los políticos qué, esos ya tienen cachaza en eso del acarreo, pero me enteré de indignados empresarios que no aguantaron y no pudieron digerir la frustración de no ver al presidente de la república y tomarse la foto aunque sea asomando las orejas o los ojos como los sapitos.
La supercarretera Mazatlán Matamoros es sin duda una obra necesaria y muy importante. Estamos hablando de una vía de comunicación transversal que recorre el gran norte de México, nada más. Esto es del Océano Pacífico al Golfo de México. Permitirá la vinculación con el estado de Texas y el resto del sur de los Estados Unidos, y si las prácticas arancelarias y políticas de protección americanas no lo impiden, tendremos la circulación de bienes manufacturados y productos agropecuarios transitando de un lado a otro. También habrá influencia positiva en el ámbito turístico con la afluencia del turismo carretero que además de buenas vías de comunicación también ocupa de seguridad, buenos servicios y tarifas de peaje justas. En fin de lo bueno podemos decir mucho.
Pero aun me quedo al filo del entusiasmo y con lo expresado ante el presidente de la república por el gobernador de Sinaloa Mario López Valdés cuando pregunta por lo que sigue. La respuesta de Enrique Peña Nieto fue un tirón de línea para que los sinaloenses asuman el compromiso de modernizar el puerto de Mazatlán. Será… Esperamos vida para ver la otra parte de esta aventura que dio inicio cuando un grupo de mineros, conquistadores españoles, criollos y mestizos en 1563 llegaron a Pánuco y Copala para explotar minas de plata y llevarla por los caminos de la sierra a lomo de mulas e indios hasta la ciudad de Durango en un viaje que en aquel tiempo tardaba hasta veinte días por una senda sinuosa entre las cañadas, quebradas y desfiladeros de la sierra al que llamaron camino del Rey.