Pasa hasta en Estados Unidos; Todos son iguales, aunque lo niegan; los diálogos inútiles
Pasó en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, el guardián de la democracia en todos los ámbitos del planeta. Pasó lo que parecía anacrónico para ellos y normal sólo en los países desarrollados como Haití, o alguna nación africana metida en guerras fratricidas.
Por fortuna Donald Trump, el objeto de un atentado magnicida, resultó casi ileso. El problema es que la zaga de odio sigue vigente, y aunque no haya un nuevo intento o el servicio secreto estadunidense sea capaz de contrarrestarlo, la polarización que causan políticos irresponsables -como el propio Trump-, son caldo de cultivo para nuevos hechos de violencia.
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