No olvides incluir en tu maleta este libro sobre las costumbres, filias y fobias de las grandes. Aquí van algunas curiosidades que seguro te inspirarán
Un joven escritor estadounidense llamado Mason Currey se ha pasado la vida analizando las rutinas, horarios, manías y hábitos de las grandes mentes. Hace unos años, publicó el bestseller Rituales cotidianos: cómo trabajan los artistas y ahora ha dedicado un libro similar dedicado solo a las creadoras femeninas llamado Rituales cotidianos: Las artistas en acción, ambos editados en España por Turner Noema. Si lo cabe un libro en tu maleta estas vacaciones, procura que sea éste último: la ágil prosa de Currey, la prolijidad de los datos que aporta (es fácil intuir que le ha costado años recopilarlos) y las anécdotas que cuenta sobre las grandes creadoras de todos los tiempos son tres ingredientes adictivos que te tendrán enganchada página tras página. Y, además, seguro que aprendes algún tip para mejorar tu carrera, productividad y creatividad. Hemos elegido cinco, pero son decenas las creadoras cuyas costumbres te asombrarán, de Edith Head a Marlene Dietrich pasando por Marie Curie. Estas son solo algunas de las rarezas (o, por el contrario, los rasgos de pasmosa normalidad) que permitían a tus artistas favoritas engendrar las obras que hoy te apasionan.
1. Frida Kahlo: la esquiva disciplina
Toda su legión de seguidoras (que se cuentan por millones) saben cuánto sufrió la pintora mexicana emocional y físicamente: «Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida: uno en el que un autobús me tumbó al suelo, el otro es Diego. Diego fue de lejos el peor», aseguraba ella misma sobre Diego Rivera). Currey aporta bastante información al respecto, pero va más allá, descubriéndonos que hasta la mismísima Frida Kahlo sufría de procrastinación. Tras una temporada conviviendo con ella, su amiga la artista suiza Lucienne Bloch anotó en su diario: “Se le dificulta mucho a Frida hacer las cosas con regularidad. Necesita horarios y organizar las cosas como en la escuela. Para cuando empieza a actuar, siempre ocurre algo, y entonces siente que se le ha echado a perder el día». Le costó mucho encontrar la forma de disciplinarse, de modo que en ocasiones (no siempre) lograba ver el lado positivo de las largas temporadas que estaba obligada a guardar reposo: «Me dediqué a pintar mis corsés de yeso y varios cuadros, bromeaba, escribía, me llevaban al cine… El año que pasé en el hospital fue como una gran fiesta. No puedo quejarme».
2. Marta Graham: el valor de la discreción
La bailarina y coreógrafa, que creó una de las compañías de baile más importantes de la historia (muchos la recordarán por la serie de Netflix Halston), precisamente en los vibrantes años 20 en el corazón de Nueva York, pero ella llevaba otro ritmo. escribió en su autobiografía «Por entonces, las cosas en el Village eran muy intelectuales. La gente se pasaba el tiempo conversando. Yo en realidad nunca fui muy partidaria de eso. Si hablas de algo, nunca lo haces. Puedes pasarte toda la tarde hablando de tus sueños con amigos y colegas, pero no pasarán de sueños. Nunca se plasmarán, ya sea una obra de teatro, una pieza musical, o un poema o una danza. Hablar es un privilegio al que hay que renunciar».
3. Elsa Schiaparelli: ‘siempre puntual, cinco minutos antes’
Si estás leyendo Vogue.es, poca presentación necesita para ti la diseñadora romana cuyas obras oscilaban siempre entre la moda y el arte. Sobre su singular personalidad, entre otras rarezas que nos descubre el libro de Currey está su obsesión por la puntualidad propia y ajena (uno de sus lemas era ‘siempre puntual, cinco minutos antes’), por el trabajo intensivo (fuera invierno o verano trabajaba en su taller más que nadie ininterrumpidamente desde las 10:00 hasta oasadas las 19:00) y por los paseos, ya que aseguraba que la inspiración nunca podría alcanzarla encerrada entre cuatro paredes.
4. Virginia Woolf: pensamientos caminados
Como para Schiaparelli, para la gran escritora londinense caminar era la mejor forma de invocar a las musas. «»Los paseos eran un elemento esencial para mantener su estado mental. En Londres, se entretenía gracias a su pasatiempo de ‘ruta callejera’, y en el campo se sentía «extremadamente feliz» paseando por los downs», apunta Mason Currey antes de citar textualmente a Woolf, quien escribió: «Me gusta tener espacio para expandir mi mente».
5. Josephine Baker: la inquebrantable fe en una misma
«Tenía que triunfar. Nunca dejaría de intentarlo, nunca. Un violinista tiene su violín, un pintor tiene su paleta; yo solo me tenía a mí misma. Yo era el instrumento al que debía cuidar», escribió la cantante y bailarina francesa nacida en Estados Unidos. Mason Currey dedica un capítulo entero a diseccionar la férrea disciplina de una artista «incapaz de parar» que, al inicio de su carrera, bailaba cada noche diez horas o más.
Información por VOGUE