Al menos, un promedio de dos veces al día, las máquinas del tren entran a los patios del largo muelle fiscal de Mazatlán para dejar vagones y más tarde regresar por ellos con carga de todo material y cientos de automóviles que llegan en barco de distintos lugares. En ese recorrido al sur de la ciudad cruza por peligrosas vialidades, más aún si los automovilistas y hasta personas pretenden ganar el paso al tren; uno de esos cruces son los 60 metros que mide el Embarcadero a la Isla de la Piedra.
Sobre todo, porque enseguida se ubican puestos de madera y construcción en un pequeño mercado de venta de pescados y mariscos que tienen que cerrar las puertas o ventanas para que las pesadas máquinas pasen sin problemas de arrastrar sus negocios y… de paso a la persona que se atraviese.
¡Cuidado que ni aquí ni en otro cruce te lleve el tren! Vayas en un automotor o caminando no pretendas ganarle el paso a la máquina que jala hasta 40 vagones y no se puede detener; hay tragedias diarias en el país de audaces que juegan con la vida y, si es un camión con pasajeros, el dolor humano es mucho mayor.
En el mercado de este embarcadero ha habido accidentes por cruzarse a la aparente lentitud del tren o subirse y resbalar entre los vagones; piernas destrozadas han sido muestra del descuido y la torpeza humana.
Los trenes favorecen la economía y el desarrollo a través de la carga o el pasaje, pero también máquinas de la muerte que no se pueden detener tan fácilmente. ¡No seas la próxima víctima!