*De todo se vio en la toma de posesión de Felton
*El nuevo alcalde también le entró al bailongo
*Higuera se dio el gusto de no asistir al dicurso de Felton
FRANCISCO CHIQUETE
El teatro Ángela Peralta revivió la magia de la diversidad. De los suaves casimires de caída impecable, los peinados de salón y los accesorios de exclusivas marcas, a las indumentarias modestas de activistas de campaña e incluso la inusual reaparición de la otrora célebre Batichica. De todo hubo en el evento inaugural del gobierno de Carlos Eduardo Felton González.
Porque para varios de los asistentes, no era el acto de toma de posesión, que en realidad se llevó a cabo en Palacio Municipal, sino el acto inaugural, como con los gringos.
La plana mayor del gobierno estaba presente. El gobernador mismo, el secretario general de gobierno, los representantes de los tres poderes y por supuesto, la gente que quiere al nuevo presidente. La familia orgullosa, en primer término, su entorno social, y los que andan en la política: los que están en el gabinete y los que todavía tienen la esperanza de llegar a estar.
Las promesas y compromisos son los mismos: transformar a Mazatlán, hacer las cosas que daban hacerse, no buscar el lucimiento personal sino la respuesta a la sociedad, convertirse en un promotor, más allá de la administración del municipio, que para eso está el equipo. Ya llegará el momento de presentar el programa punto por punto. Hoy es el día de los propósitos y las intenciones, del compromiso general.
Por eso lo que más llamó la atención fue el momento emotivo. Tras una cita sin peso, una especie de sentencia sajona, pero que dio contexto al tema, Felton agradeció el contar con su madre para este punto culminante de su carrera. A Felton se le atragantaron las palabras en una emoción que toda la asistencia hizo suya y de la que sobrepuso a duras penas, sólo para volver a caer cuando agradeció a su esposa el acompañarlo en la aventura del servicio público y a sus hijos por la comprensión de las ausencias.
Volvió luego a ser el circunspecto de siempre y a enhebrar sus compromisos.
En la luneta del teatro los invitados especiales comentaban entre sí cada punto, cada asistencia, cada compadre descubierto en la asistencia, cada ausencia advertida -¿no que muy cercanos? La satisfacción de una señora bien porque al fin llegó alguien bien. Tantos años sin uno “de por acá”…
Los perfumes se sobreponían unos a otros en las butacas. Los franceses y americanos entre las señoras, el del poder en el presídium.
En las galerías la raza, los que siguieron a Felton a través de tantos intentos fallidos, como aquel del 2001, cuando ocurrió lo impensable y le ganó aquel pelafustán… -¡cállate que ahí está arriba! ¿No ves que es regidor? –Ha de haber sido por el PRI… -¡No! ¿en qué mundo vives? Salió en la planilla del Carlos…
Los cuchicheos iban y venían, pero todo dentro de la más absoluta corrección.
Afuera había unas ciento cincuenta, doscientas personas viendo la ceremonia a través de una pantalla gigante, pero lo que más se notaba era la seguridad. La del gobernador, por supuesto; la del gobernador de Durango; la del general de la Tercera Región; los policías municipales, que estaban por todos lados y hasta los agentes de tránsito, esa especie en extinción.
TRAS EL GLAMOUR DE LAS
CEREMONIAS, AL HUARACHAZO
Variopinta asistencia, sentenció un filósofo de las letras (vencidas). Al terminar el discurso de Felton los gobernadores salieron de estampida. Mario López Valdez tenía una jornada larga, con cuatro alcaldes más a los que acompañaría en sus tomas de protesta. El de Durango tenía que regresar a su estado. Es un día de festejo, pero no para estar ausente cuando has alcanzado ese nivel. Sólo el alcalde de la capital duranguense se la tomó con calma y dio más entrevistas de las que había dado nunca fuera de su ciudad.
También los representantes empresariales, los dirigentes sociales, los miembros del gabinete, los que todavía aspiran a serlo. No hubo micrófono desaprovechado ni grabadora despreciada. Para eso se va a este tipo de eventos, para que se note quién asistió.
Sólo Felton se quedó dentro del recinto. Lo que en tiempos bárbaros se llamaba “el besamanos”, ese que ya no existe hoy, se repitió con puntualidad: -felicidades Carlos, ya sabes que estamos contigo… -Te felicito de veras, sabes que siempre hemos estado contigo… -Ingeniero, usted puede, cuente con nosotros… -Ay muchacho, ya se me hacía que no se me hacía verte así…
Todavía en el foller del teatro, en el pasillo hacia la Machado, Felton iba como en andas, caminaba entre nubes porque la gente así lo llevaba, casi como torero en tarde de triunfo, con las orejas y hasta los cuernos del toro en la mano (el rabo no, porque ya se lo habían ganado la noche de la elección).
La pequeña masa que lo esperaba se avalanzó también. Los cercanos de ámbito hicieron una notoria medialuna, sobre todo cuando empezó a sonar la música con aires populares. Y si el gobernador baila o bailaba, el nuevo alcalde también, y la primera dama, que se prodigaron con la asistencia, pese a los exclusivos modelos que no eran para ese trajín.
Felton hace todo correctamente, incluso en el baile. Pero hay cosas que necesitan más pasión que corrección. Mientras sonaba el manicero relatando las ansias de la caserita que esta noche no va a poder dormir sin comerse un cucurucho de maní, el alcalde daba los correspondientes dos pasos al frente, los dos a la izquierda y la vuelta a la compañera, como dice el manual (o el correspondiente tutorial del Youtube).
Pero algo le faltaba. Quizá le sobraba esa mirada perdida en las alturas, no sólo por la estatura, sino por esa cabeza erguida que lo lleva a estar fuera del grupo aún colocado en el centro. Decía Carlos Monsiváis que Pedro Infante era popular hasta el delirio, pero no lo fue tanto Jorge Negrete a pesar de cantar mejor y de ser más galán. –Es que le podían mucho sus maneras de latifundista, concluía. Habría que trasladar el caso de Felton al ámbito urbano.
HAY AUSENCIAS QUE TRIUNFAN
¿LA DE HIGUERA TRIUNFÓ?
Si en algo trabajaron Felton y su equipo fue en garantizarse la presencia de todo tipo de personajes. Los exalcaldes fueron parte esencial de ese desvelo, y aunque al final no estuvo Martín Gavica, quien se explicó con una operación, ni Rafael Tirado Canizales por razones obvias (la ofensa de campaña no se borra).
Por eso lo que menos se podía esperar era que el ausente fuese el mismísimo Alejandro Higuera Osuna. El alcalde saliente tuvo una adecuada participación en la sesión de Cabildos donde muy formal tomó protesta al nuevo ayuntamiento, pero a la hora en que todos salieron al Teatro Ángela Peralta, en una breve marcha de cinco cuadras, se excusó por no asistir. –Tengo una agenda programada y no puedo alterarla, explicó al gobernador y a su sucesor.
Mäs aún: después de la Sesión Solemne en que el nuevo cabildo rindió su protesta, Higuera inició una sesión extraordinaria con sus propios regidores para aprobar la cuenta pública del mes de diciembre, un asunto de trámite que pudo desahogarse la tarde previa, pero que tuvo que ser en ese momento, para mostrar y demostrar quién seguía mandando ahí.
Unos cuantos enterados asimilaron el golpe, si estaban del lado de Felton, o lanzaron la descalificación fácil. El hecho es que jurídicamente estaba en razón, aunque políticamente se vea como una descortesía o incluso como un aferramiento personal al poder.
Dl hecho es que esa sesión de Cabildos impidió también la asistencia de los regidores salientes, así que el acto del Ángela Peralta fue el primero en que salientes y entrantes no compartieron el escenario. No ocurrió ni siquiera cuando la sucesión fue entre políticos de diferentes partidos.
Dice la canción de Álvaro Carrillo, El Andariego, que “hay ausencias que triunfan, pero no fue el caso. Como dice don Raúl Ledón cuando explica por qué no asistió a algún lugar: “si no notan mi presencia, mucho menos van a notar mi ausencia”. Nadie se percató de que Higuera no estuviese en el presídium y si alguien lo notó, pensó que estaba entre los invitados especiales, pero no causó conmoción.
Por supuesto, el hecho no tuvo repercusiones. A las seis de la tarde, después que Higuera terminó su última inauguración, se reunió con Carlos Felton y firmó las actas de entrega definitiva de la administración.
Todo estaba consumado.