Melchor Inzunza
–Primera parte–
“La única libertad que merece ese nombre, es la de buscar nuestro propio bien a nuestro propio modo, mientras no intentemos privar a otros de ese mismo bien… Cada uno de nosotros es el guardián de su propia salud, ya sea corporal o mental y espiritual. Los hombres se benefician más si dejan que cada quien viva como le parezca mejor, que si se obliga a todos a vivir como los demás creen que es mejor”. (J.Stuart Mill, Sobre la libertad. 1859)
Concedamos a políticos, religiosos y funcionarios que parlotean sobre los valores: hay crisis de valores. Órale pues. Pero de ciertos valores, como ocurre en cada época.
No están muy claros, sin embargo, cuáles son esos valores de los que hablan. No todos tienen la misma connotación. Hay, por ejemplo, valores en crisis: la obediencia –callar y obedecer–-, la discriminación de la mujer, el respeto y sumisión a los padres (los de familia y los de la iglesia), la moral religiosa, la del catecismo y la de las buenas costumbres del Manual de Carreño. Valores hoy tan en desuso como los que ahora propone a la juventud Carlos Cuauhtémoc Sánchez en sus libros.
En cambio, la tolerancia, la autonomía individual, la responsabilidad y su reverso inevitable, la libertad; el respeto a la dignidad de las personas y a los derechos humanos, son los valores más apreciables.
La llamada “crisis de valores” ¿no tendrá que ver más bien con la corrupción, el uso y abuso del poder de los gobernantes?
Perorata moralina
La perorata moralina sobre la “crisis de valores” se intensificó en el sexenio de Fox, tan conocedor de la historia y de la ética, y del gobierno laico pasamos al gobierno predicador de valores morales. Una ‘ruptura espistemológica’, como se dice popularmente. Y mientras su guerra contra el narco ensangrentaba al país, Calderón siguió la misma prédica, y aún continúa.
A pesar de (¿o debido a?) la celebrada la modernidad política, brotaron como hongos moralistas de todo pelaje. No solo los curas, sino igual los políticos –el presidente, alcaldes, gobernadores panistas, priistas y hasta algunos perredistas– se la pasan sermoneando sobre los valores.
Vivimos entonces instalados en el lugar común de que todo lo malo se debe a la a la pérdida de valores, y que la clave para arreglar las cosas está en recuperarlos; vivimos en lo que Fernando Savater llama “el exceso moral”: uno de los peores tópicos de la ideología reaccionaria actual (disfrazada de contrariado izquierdismo), es “el que postula una grave crisis de valores éticos y toca a rebato para movilizar en su defensa. El diagnóstico es fraudulento, pero valioso sin duda como síntoma… no de una pugna moral sino política. Porque uno de los retos que tienen nuestras democracias es la institucionalización efectiva del pluralismo moral”. (El Universal, 11 de agosto 2005)
Preguntas
Ante este exceso moral, conviene empezar con viejas y nuevas preguntas:
¿Política ética? ¿No parece un oxímoron?
¿Es posible una democracia ética o es una utopía?
¿Concierne al gobierno promover los valores morales compartidos por una mayoría o por una minoría, y hacer suya una particular concepción sexual, moral o religiosa, independientemente de lo extendida que ésta se encuentre entre su población?
¿Es verdad que la delincuencia en el mundo se debe a la pérdida de todo sentido moral?
¿De veras la violencia delictiva, en Sinaloa y el el resto del país, evidencia que hay crisis de valores, como aseguran curas, políticos, cometaristas, y repiten los medios?
¿No tenía razón, al menos en parte, Gastón García Cantú cuando escribió que la delincuencia “brota de un destino impuesto (el de la pobreza irremediable), no de una pérdida de valores que, por demás, nadie muestra en su miseria como norma de conducta, porque la pobreza es la pérdida de cuanto hace digna la existencia”?. (Excélsior, 28 de agosto de 1998)
¿No hay ahora, en vez de crisis de valores, más y mejores valores que nunca antes? La preocupación mundial por los derechos humanos y el prestigio que han alcanzado, ya debe decirnos algo en este sentido.
¿Podía sostenerse que en 1985 había “crisis de valores” en el DF, después del despliegue de solidaridad de la gente con las víctimas del sismo?
¿La independencia y la responsabilidad individual deben ceder en favor de la moralización democrática?.
¿Debe el Estado preocuparse por una determinada moral?
¿Deben las iglesias o el Estado imponerle al conjunto de la población una determinada perspectiva moral?
¿Es o no obligación legal del Estado garantizar el respeto a la libertad de opción moral y preferencias ideológicas, creencias religiosas, sexuales?
¿Qué moral pública en todo caso debe ser protegida por el Estado: la de los reglamentos municipales o la que se encuentra en consonancia con la dignidad de la persona y con los derechos humanos?
¿Como se mide el descenso ético de una sociedad?
¿Debe el poder público constituirse en instancia absoluta de la verdad y del bien?.
¿Es legítimo que el Estado sancione determinadas concepciones morales, sean cuales sean? ¿Es su función de la ley purificar las almas o proteger al individuo, sus bienes y derechos?
¿No debe un Estado democrático proteger el derecho de las personas a conducirse de manera autónoma, sin presiones y sin riesgo de violencia, en los ámbitos de las creencias y de la sexualidad que sólo a ellas atañen?
¿No es la neutralidad laica del Estado respecto de las opciones religiosas y morales la única vía legítima para regular la vida de una sociedad plural en sus formas de vida y elecciones éticas?
Ética y política
Veamos lo que desde la filosofía nos dice Fernando Savater. .
Quienes se la llevan predicando sobre la crisis de valores desde las iglesias, los gobiernos y en casi todos los ámbitos, no recibirían daño alguno si leyeran lo que al respecto ha escrito El filósofo español. Es la ignorancia la que nunca le ha hecho bien a nadie.
En su obra Ética para Amador (1991. Edit. Ariel) trata el tema, no sin rigor, pero en forma gozosa, como puede usted verlo enseguida:
*“Moral” y “ética” se utilizan como equivalentes, pero no tienen idéntico significado. Moral es el conjunto de comportamientos y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos. Ética es reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras “morales” que tienen personas diferentes.
*La perspectiva de la ética y la de la política son diferentes, los mismo que la de la religión y la ética (la religión promete algo mejor que la vida y en cambio la ética lo que promete es una vida mejor)
*“He renunciado a darte –le dice a su hijo– una serie de instrucciones sobre cuestiones concretas: que si el aborto, que si los preservativos, que si la objeción de conciencia, que si patatín o que si patatán. Ni mucho menos he tenido el atrevimiento (¡tan repelentemente típico de quienes se consideran «moralistas»!) de predicarte en tono lastimero o indignado sobre los “males” de nuestro siglo: el
consumismo, ¡ah!, la insolidaridad, ¡eh!, el afán de dinero, ¡oh!, la violencia, ¡uh!, la crisis de valores, ¡ah, eh, oh, uh!”.
Puritanismo
*Si alguna persona de las llamadas “respetables” (¡como si el resto de las personas no lo fuesen!) te anuncia en tono severo que tal o cual película es “inmoral”, ya sabes que no se refiere a que aparezcan varios asesinatos en la pantalla o a que los personajes ganen dinero por medios pocos limpios sino a… bueno, tú ya sabes a lo que se refieren.
*Cuando la gente habla de “moral” y sobre todo de “inmoralidad”, el ochenta por ciento de las veces el sermón trata de algo referente al sexo. Tanto que algunos creen que la moral se dedica ante todo a juzgar lo que la gente hace con sus genitales.
*¿Sabes quién es puritano? El que sostiene que siempre tiene más mérito sufrir que gozar (cuando en realidad puede ser más meritorio gozar bien que sufrir mal).
*Por supuesto, los puritanos se consideran la gente más “moral” del mundo y además guardianes de la moralidad de sus vecinos. Su modelo suele ser la señora de aquel cuento… Llamó a la policía para protestar de que había unos chicos desnudos bañándose delante de su casa. La policía alejó a los chicos, pero la señora volvió a llamar diciendo que se estaban bañando (desnudos, siempre desnudos) un poco más arriba y que seguía el escándalo. Vuelta a alejarlos la policía y vuelta a protestar la señora. “Pero señora –dijo el inspector–, si los hemos mandado a más de un kilómetro y medio de distancia…” Y la señora puritana contestó, “virtuosamente” indignada: “¡Sí, pero con los gemelos todavía sigo viéndoles!”.
Ética, política y ciudadanía
Con este título Savater dio una conferencia en el Poliforum Cultural Siqueiros el 26 de abril de 1997 (editada por Grijalbo). La resumo en cinco planteamientos.
1. La ética busca mejorar a las personas, la política busca mejorar a las instituciones. Las instituciones no se mejoran exclusivamente porque las personas sean buenas. Es preferible que el piloto del avión que nos va a conducir deba de ser buen piloto; si, además, es un excelente padre de familia, una persona de elevados principios morales, mejor que mejor. Pero en cualquier caso, lo importante es saber despegar, volar, aterrizar correctamente, y toda su moralidad y vida, si fracasa en llevar bien el avión, no sirven absolutamente para nada.
2. La idea de que se puede curar o modificar la política por dosis de ética es una ilusión engañosa de la que hay que despertar. No se pueden curar los males de la política a base de la ética, lo mismo que no se pueden apagar los incendios forestales con un hisopo de agua bendita. La política requiere mejor política, pero evidentemente la ética, es decir, la reflexión sobre la libertad, sobre los valores, brinda un marco necesario para las expectativas de los políticos. Y para orientar nuestra reflexión sobre los valores políticos. (Aquellos en los que coinciden laética y la mejor política, a partir de los cuales se explica la lista de los derechos humanos).
3. Las cuestiones éticas siempre se refieren a las personas, porque lo único que puede ser moral o inmoral es una persona, no una institución o una colectividad; las instituciones son buenas, malas, eficaces, deseables, indeseables; pero lo único que puede ser éticamente bueno o malo es una persona. No hay países buenos, ni países malos, no hay partidos buenos ni malos, sino personas en el sentido moral, buenas o malas.
Ganancia moral
Isaiah Berlin, uno de los más notables pensadores liberales del siglo XX, nos ilumina sobre el tema de los valores en su obra Árbol que crece torcido (Edit. Vuelta, México. 1992, 337 páginas.) En la segunda parte resumiré en pocas páginas las ideas fundamentales de su libro.
Por ahora, les adelanto estos párrafos:
*Después de las violentas aberraciones de la experiencia europea (los holocaustos), hay síntomas de recuperación, digamos una vuelta a la salud normal, a los valores que nos reconcilian con nuestro pasado griego, hebreo, cristiano y humanista.
*Cuando nos oponemos a la agresión o a la aniquilación de la libertad bajo los regímenes despóticos, es a estos valores a los que acudimos. Y acudimos a ellos sin la menor duda de que aquéllos a quienes interpelamos, no importa bajo qué régimen vivan, entienden efectivamente nuestro lenguaje; pues es claro, según las evidencias, pretendan ellos o no lo contrario, que lo entienden.
*Hay una ganancia, un progreso moral en la aceptación de que vivimos en un mundo moral común. En ello debe residir nuestra esperanza.