CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS.

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Cómo Mueren las Democracias es de imprescindible lectura. No solo para quienes están interesados en entender el riesgo que el autoritarismo implica para los sistemas democráticos en el mundo; también para quienes buscan una mayor comprensión de los tiempos políticos actuales. Las preguntas que tratan de responder Levitsky y Ziblatt son, en esencia, dos: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? La primera cuestión, al ser un repaso retrospectivo basado en evidencias y datos, es la parte más convincente y sólida. Esta tesis incide en la importancia capital de que élites políticas hagan un esfuerzo para cerrarle el paso a los outsiders populistas, a los que se puede reconocer por poner en duda las reglas del juego democrático.

Las preguntas que tratan de responder los autores son, en esencia, dos: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? La primera cuestión, al ser un repaso retrospectivo basado en evidencias y datos, es la parte más convincente y sólida. Esta tesis incide en la importancia capital a que las élites políticas hagan un esfuerzo para cerrar el paso a los outsiders populistas, a los que se puede reconocer por poner en duda las reglas del juego democrático.

Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas no las han provocado generales y soldados, sino los propios gobiernos electos, escriben Steven Levitsky (1968) y Daniel Ziblatt (1972) en la exposición de motivos de Cómo mueren las democracias. Los dos profesores de la Universidad de Harvard han analizado los patrones de comportamiento que se observan en casos en los que una democracia perece o entra en una senda de deterioro casi irreversible. Su propósito aquí no es meramente especulativo, sino político y de alerta temprana.

En tal sentido, Las democracias pueden terminar de dos maneras: por golpes militares, o a manos de líderes electos que subvierten el proceso mismo que les condujo al poder. Esto puede suceder a toda prisa como hizo Hitler, después del incendio del Reichstag en 1933; pero “más a menudo-señalan los autores., las democracias se erosionan lentamente, en pasos apenas apreciables”. Los expertos en derecho constitucional Aziz Huq y Tom Ginsburg llaman a esta forma de quiebra democrática “regresión constitucional” (“How to Lose a Constitutional Democracy”, UCLA Law Review 65, 2018).

Así es como mueren las democracias. Desde finales de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas no las han provocado militares, sino los propios gobiernos electos. Como Chávez en Venezuela, dirigentes elegidos por la población han subvertido instituciones en Georgia, Hungría, Nicaragua, Perú, Filipinas, Polonia, Rusia, Sri Lanka, Turquía y Ucrania. En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas” (13).
Muchas personas piensan que siguen viviendo en una democracia.

Lo que preocupa a los autores es si EEUU está en esa situación. “Debemos aprender de otro países a detectar las señales de alerta y a identificar las falsas alarmas. Debemos ser conscientes de los fatídicos pasos que han hecho naufragar otras democracias, Y debemos apreciar como la ciudadanía se ha alzado para afrontar las grandes crisis democráticas del pasado y superado las propias divisiones profundamente arraigadas para evitar la quiebra de la democracia. La historia no se repite, pero rima”. Ojalá descubramos las rimas antes de que sea demasiado tarde.

Juan Linz intentó comprender como mueren las democracias, mientras estaba en Yale, en su obra La quiebra de las democracias.(1978). Apoyándose en él, los autores señalan cuatro indicios para identificar a una persona autoritaria:

1.- Rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones las reglas democráticas del juego.

2.- Niega la legitimidad de sus oponentes.

3.- Alienta la polarización de la sociedad, que puede desatar la violencia

4.- Indica su intención de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación. (Pag.32)

Una vez identificados los rasgos anteriores, los demócratas independientemente de sus
posiciones políticas deben unirse para derrotar a los populistas. Hubiera sido muy importantes que la entrada del populismo en la escena política hubiera sido contextualizada con mayor rigor, porque este fenómeno ha arribado sobre todo en dos momentos emblemáticos: al final de la Guerra Fría y desde que la globalización del neoliberalismo irrumpieron en el mundo.

Y por cierto en ambos períodos la clase política “democrática” no respondió, no está respondiendo, a las expectativas de la sociedad.